Nota introductoria: La imagen que acompaña a este texto, ha sido diseñada por mi amigo y dibujante Adrián Manuel García Montoya. Él me dio su permiso para construir un relato usando su dibujo como inspiración. Espero que el resultado os guste.
La última operación
El karma. Sólo eso podía explicar los últimos acontecimientos.
Tampoco cabía otra manera racional de justificar lo que iba a ocurrirle a
Leopoldo Brete, alias “el creador de cicatrices”. Fuera de toda duda, su
situación era extrema, pues se encontraba atado a la camilla en la que precisamente
había gestado su mote. El lugar donde había realizado infinidad de operaciones
clandestinas para extirpar órganos de personas inocentes. Órganos que
posteriormente se pagaban a un alto precio en el mercado negro. Precisamente
con el color negro había empezado el delirante y surrealista cambio de las
tornas para Leopoldo…
Una hora antes, Leopoldo se encontraba preparando el
material quirúrgico para una nueva operación. Le habían llamado por teléfono
para avisarle de que extrajera un riñón a la persona que iban a traerle. No era
nada nuevo, ya que había extirpado cientos de riñones desde que empezó a operar
en la clandestinidad, y tenía automatizada ese tipo de práctica quirúrgica.
Hasta podría haberla hecho con los ojos cerrados, únicamente guiado por su
instinto y pericia.
Pero hay una regla no escrita en la conducción de
vehículos, aplicable a cualquier campo profesional o cotidiano. Puedes recorrer
un camino miles de veces, pero en cada una de esas veces pueden surgir
distintas situaciones que lo hagan diferente a otras ocasiones. Y eso mismo le
sucedió a Leopoldo. Aquel día surgieron cosas que rompieron los cimientos de su
rutina. Y de su cordura.
Una vez que había terminado de prepararlo todo en su
sala de operaciones, escuchó un golpe en la puerta de la clínica, y fue al
encuentro de las personas a las que esperaba. Sus “suministradores” como él los
llamaba, le traían a un tipo de aspecto robusto aunque andrajoso, y que tenía
la cara tapada con una capucha. Los suministradores, habituados también a
aquello, llevaron al tipo hasta la camilla, subiéndolo a la misma e
inmovilizándole con las correas. Tras decirle a Leopoldo que volverían en unas
horas a por el riñón y el paciente, estuviera éste último vivo o muerto, se
marcharon del lugar.
Entonces Leopoldo se acercó a la camilla, comprobó
el pulso del paciente, y sin quitarle la capucha, se puso manos a la obra.
Conociendo el procedimiento habitual de los suministradores, éstos habrían
drogado al pobre desgraciado, dejándole tan indefenso como un gatito de
porcelana en el interior de un tornado. Así que Leopoldo optó por ser algo
cruel y no inyectarle anestesia de cara a la operación. Esa decisión constituía
un ejemplo de la vena sádica que había acabado con la carrera médica de
Leopoldo cuando trabajaba como cirujano de un prestigioso hospital.
Sin embargo, sin leyes que cumplir, sin directores
de hospital que cuestionaran sus métodos, el campo de libertad era absoluto.
Podía operar con o sin anestesia, sin preocuparse de la muerte de sus pacientes
en el proceso. No era un complejo de Dios como se le achacaba a algunos
trabajadores sanitarios, sino…complejo de Diablo.
Leopoldo le levantó la raída sudadera al paciente,
dejando su torso al desnudo hasta la altura del pecho, y con un rotulador
oscuro hizo unas marcas en los puntos de incisión, así como en la zona donde se
ubicaba el riñón que pensaba extirpar. Posteriormente se puso unos guantes
apropiados para la operación, y cogió uno de sus bisturíes. Lo acercó a la piel
del paciente, y para su sorpresa, no logró cortarla, sino que escuchó un
extraño sonido cuando la punta del bisturí patinó sobre la misma. No era capaz
de asociar ese efecto sonoro a algo que conociera, así que empezó a sentirse
nervioso. Sin embargo, y para intentar convencerse de que no debía preocuparse,
volvió a usar el bisturí como antes.
Nuevamente ese sonido tras su fallido intento de
cortar piel. Parecía…un extraño gorgoteo. Aquello no era normal. Obedeciendo de
nuevo a esa vena sádica y salvaje, Leopoldo optó por una táctica más ruda. Y
así termino asestando una puñalada con el bisturí, logrando esta vez sí,
perforar la piel del paciente.
Pasaron dos cosas que despertaron en Leopoldo el
terror más grande que jamás había sentido hasta entonces. En primer lugar, el
extraño sonido anterior se había intensificado, hasta asemejarse al del agua
cuando alcanza el estado de ebullición. Y en segundo lugar…cuando Leopoldo sacó
el bisturí de la piel perforada, tenía la punta bañada en una sustancia negra.
Segundos después, del agujero que había hecho empezó a manar una abundante
cantidad de esa sustancia.
A Leopoldo le temblaban las manos, y abría y cerraba
la boca ante aquella escena, sin lograr explicarse lo que pasaba. Se produjo un
nuevo sonido, esta vez similar al de los chorros de agua de una piscina
funcionando a máxima potencia. Pero eso no fue todo, porque el cuerpo del
paciente empezó a temblar ligeramente. En ese punto a Leopoldo se le cayó el
bisturí de las manos, terminando en el suelo, donde había ya un charco de
sustancia negra. El temblor dio paso a violentas convulsiones, y las correas de
la camilla empezaron a crujir y a aflojarse. Leopoldo intentó sin éxito volver
a apretar las correas, pero éstas se soltaron como consecuencia de nuevas
convulsiones. Entonces, como si alguien hubiera accionado un interruptor en el
cuerpo del paciente, todo movimiento cesó.
Fue un momento de alivio tremendo, pero Leopoldo apenas
llegó a saborearlo plenamente. Lo que aconteció después…no tenía explicación
alguna. Al menos no para una persona anclada en el pensamiento racional. Tras
haberse soltado de las cuerdas, el cuerpo del paciente empezó a echar humo,
como si lo estuvieran quemando. Para cuando eso pasaba, el charco de sustancia
negra ya manchaba todo el suelo de la sala de operaciones. El humo vino
acompañado de un sonido espantoso, que Leopoldo no pudo asociar más que a una
pesadilla de ultratumba. Por más que quería salir corriendo de allí, se sentía
hechizado por aquel terrorífico suceso.
El humo envolvió al paciente por completo, sin
permitirle a Leopoldo ver lo que podía estar pasando. Entonces llegó el punto
aberrante, el clímax de la esperpéntica función. Del humo salió un tentáculo
que envolvió a Leopoldo por la cintura y lo elevó hasta la altura del techo. La
nube de humo se desplazó por la habitación, y el tentáculo depositó a Leopoldo en
la camilla, que ahora… ¡estaba vacía!
Nuevos tentáculos surgieron de la nube y
aprisionaron el cuerpo de Leopoldo con las correas de la camilla. Entonces los
tentáculos desaparecieron, y la nube se marchó de la estancia. Eso dejó a
Leopoldo inmóvil en la camilla, que no albergaba ninguna esperanza de salir
vivo de aquello. Una nueva sucesión de sonidos inundó no ya la sala de
operaciones, sino toda la clínica. Aquello parecía el grito de guerra de alguna
criatura aberrante y sedienta de sangre.
La mente de Leopoldo trataba de aferrarse a
cualquier vestigio de racionalidad que quedara intacto en su interior. Pero
aquello fracasó cuando la nube de humo volvió, y los tentáculos se extendieron
hasta la camilla, arrancándole a Leopoldo la ropa, pero sin romper las correas.
Qué ironía, pensó “el creador de cicatrices” cuando del humo sobresalió la cara
de la criatura más horripilante y deforme que había imaginado jamás, la última
operación de su vida, iba a ser la que tuviera a él como paciente. Y ese fue su
último pensamiento antes de que los tentáculos le arrancaran la piel.
Un relato muy bien narrado. Me ido metiendo en la historia según iba leyendo. Me imaginaba un final así al ver que al paciente no le había descubierto la cara. De un monstruo se tratara. El final muy adecuado para su torturador. Un abrazo
ResponderEliminarSi te has metido en la narración se ha cumplido uno de los objetivos :) Leopoldo ha tenido un final duro pero que no es tan inmerecido para él :) ¡Otro abrazo!
EliminarLeopoldo se busco su merecido, el mismo habia sido un mounstruo toda su vida.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo Hugo, Leopoldo fue haciendo méritos para recibir algún día un castigo de su misma (o mayor en este caso) dosis.
EliminarEscalofriante el destino del creador, sin duda se transformó de repente en "obra" ji, ji...
ResponderEliminarExcelente JC!!!
Pues sí Miguel Ángel, no es un final precisamente tranquilo y conciliador, sino que contiene un poco de justicia condimentada con sangre y horror. ¡Gracias por pasarte!
EliminarEl relato deja muchos interrogantes, pero el principal, para mí, es: ¿dejaron los suministradoress ese cuerpo adrede?
ResponderEliminarMuy buen trabajo, José.
Saludos.
Bienvenido nuevamente Raúl. Fíjate que a esa pregunta cabría corresponder con otra jeje. ¿Correrán los suministradores el mismo destino que Leopoldo? Me alegra mucho ver que la lectura despierte preguntas y dudas. Gracias por tus palabras.
Eliminar¡Otro saludo!
Ay JC me atrapaste desde las primeras letras! Que narración tan amena a pesar del tema escabroso. Me hiciste recordar a Danon, el monstruo de Lovecraft, con sus tentáculos descuartizadores.
ResponderEliminarY si, definitivamente el karma existe, dicelo a este mal médico que tomó de su propia medicina. Genial compañero celdiaco!!
Sabía que éste podía ser uno de esos textos que te atrapara por anunciar que algo oscuro y terrible iba a pasar. Lo cierto es que el tráfico de órganos sí que es un tema escabroso como resaltas, así que aquí hay un final acorde a quien fomenta ese tráfico con su labor médica.
EliminarLeopoldo ha comprobado que el karma existe, y qué manera de comprobarlo jeje. ¡Un abrazo Mendiel!
Espeluznante! No sólo te invade un rechazo por la situación en sí, sino que además el giro fantástico te deja helado.}
ResponderEliminarUn abrazo!
¡Gracias por tus palabras Mirna! En este tipo de relatos es muy reconfortante leer que se cause ese efecto. Creo que sí, es tan insana la práctica habitual de Leopoldo como merecido su final una vez que se ha introducido ese elemento fantástico como bien señalas. ¡Otro abrazo!
EliminarSerá cosa del karma o de una justicia cósmica pero más castizamente se podría decir eso de "a todo cerdo le llega su San Martín".
ResponderEliminarMe has puesto la piel de gallina y aunque Leopoldo no se hace querer por sus prácticas aberrantes, no he podido evitar sentir algo de pena por tan horrible final.
Genial, José Carlos.
Un saludo.
P.D. La imagen da también mucho repelús.
Esa famosa frase siempre permite estimular la imaginación a la hora de ejecutar la venganza jeje. La verdad es que Leopoldo, que como bien mencionas no es para tenerle aprecio, tiene un final duro pero no del todo inmerecido. Me alegra haberte inquietado con la lectura :)
EliminarY tienes razón, la imagen ya tenía su toque oscuro, aunque el autor me ha contado que no se imaginaba para nada que me sacaría una historia así jeje. ¡Otro saludo y gracias por pasarte!
Veo que tienes especial predilección por los monstruos con tentáculos, amigo José Carlos, ja, ja, ja
ResponderEliminarCreo que ya te lo he dicho alguna vez, pero estos relatos tuyos tienen un aire que me recuerda agradablemente a esas historias de terror fantástico tan populares hace unas décadas. Por mucho que se anticipe el final, se lee con avidez, devorando cada uno de esos momentos que nos acercan a ese agradable/desagradable final donde sabemos que, aunque pueda que se nos revuelva el estómago, nos quedaremos con esa sensación de “justicia compensada”, je, je. Un buenísimo dibujo de tu amigo, no cabe duda (felicítalo de mi parte) y una muy original interpretación por tu parte, que además ha aprovechado para “poner algunas cosas en su sitio” El impacto del relato, más que en un final inesperado, se basa en la misma descripción de la escena, del clima que logras transmitir con tu impecable técnica.
Muy buen relato, compañero. Te felicito
Un abrazo
Fíjate qué cosas Isidoro, a la hora de escribir la historia pensé eso mismo, que usar otro monstruo con tentáculos podía ser algo repetitivo, pero sentía un fuerte deseo de volver por este camino.
EliminarDisfruto mucho escribiendo historias de este tipo, es un género que permite tanta licencia como imaginación tenga el autor, y por ello me reconforta leerte que te haya gustado. Creo que si hubiera un frase tópica para definir el avance de la trama, es aquella de "aquí se masca la tragedia" jaja.
Por otra parte, ha habido justicia llevada al extremo jeje. Le felicitaré de tu parte, y te avisaré si logramos que nos publique el cómic del oeste en el que llevamos meses trabajando. Siempre me estimulan retos de este tipo, y cuando vi esa imagen en su galería artística, no dudé en pedirle permiso para inventarme algo.
Gracias nuevamente por tus palabras, es un placer seguir recibiendo comentarios tan positivos de tu parte. ¡Otro abrazo!
Estoy de acuerdo con Isidoro que a mí me ha atrapado el relato por su forma narrativa. el final no desmerece, pero es mucho más monstruoso el médico traficante de órganos, que ese presumible extraterrestre tentacular que se defiende de un desalmado que pretendía abrirle en canal aprovechando su indefensión.
ResponderEliminarEl final feliz y de justicia kármika total, saber que esos "suministradores" acaban de la misma manera.
Un intenso relato compañero.
Un abrazo.
Saludos Francisco, es cierto que en este caso tiene su trascendencia la abominable manera que tenía Leopoldo de ganarse la vida, aprovechándose de la indefensión de las personas. Por ello he querido darle un final como se merecía una vez que el elemento fantástico entró en escena.
EliminarY totalmente de acuerdo, cuando los suministradores vayan a recoger al tipo que dejaron...se van a llevar una sorpresita. ¡Otro abrazo!
Me gusta mucho como introduces lo irracional en el relato. Porque no sabemos que es la criatura esa y creo que nunca lo sabremos, la incertidumbre ante lo desconocido es uno de los mayores miedos del hombre y lo has narrado de manera magnífica. Otra cosa, el dibujo está genial, se complementa tanto con el relato que ni siquiera te das cuenta de que está ahí formando parte intrísenca de tu escena macabra. Me ha encantado :D
ResponderEliminarHola Rad, tengo pendiente una nueva visita a tu páramo verde :) Cuando concebí inicialmente la historia no pensaba meter nada fantástico, irracional o sobrenatural, pero luego sentí el fuerte impulso de hacerlo, así que es un placer leerte que hice bien en optar por este camino. Y coincido contigo, ese desconocimiento que tenemos muchas veces es un gran miedo.
EliminarHe tenido un buen material visual con el que trabajar e inspirarme, así que me alegra haberle dado una buena historia a este dibujo. ¡Un abrazo compañero!
Quizás debería de sentir algo de piedad por el pobre cirujano, pero no es el caso. No sé quién sería esa critaura extraña de hábiles tentáculos, pero si estaba allí para hacer justicia, bienvenida sea...
ResponderEliminarUn relato espeluznante, José Carlos, y original. No esperaba semejante final :)
¡Un abrazo de jueves!
Ahí uno de los interrogantes que he preferido dejar abiertos, es decir...¿de dónde ha salido esa criatura? Lo que está claro es que Leopoldo la molestó, y se produjo un cambio de tornas, siendo él el destripado jeje.
EliminarMe alegra haberte sorprendido con el final. ¡Otro abrazo!
Muy buen relato,muchacho. ¡Excelente! La narración y cómo ésta conduce al lector no tiene desperdicio.
ResponderEliminar¡Gracias Miguel Ángel! La verdad es que me ha gustado esta experiencia de construir un relato usando una imagen para ello, y es un placer leer tan buenas valoraciones. ¡Un saludo!
EliminarEspeluznante relato, José Carlos, estupendamente narrado. Toda una pesadilla desde su inicio hasta el final, con ese "experto doctor de cicatrices" mas bien un loco matasanos y que por supuesto recibe su justo merecido, ser el paciente de su última cirugía facial, ajusticiado por esa abominable presencia.
ResponderEliminarUn abrazo
Exacto Estrella, Leopoldo pasó de extirpar órganos a ser él el paciente, y qué manera de sufrirlo en carne propia. Es genial leer en tantos comentarios la palabra "espeluznante", me hace sentir muy satisfecho ver cumplido uno de los fines del relato. ¡Otro abrazo!
EliminarAcojonante y angustioso relato, una pesadilla para un ser terrible, y ese es el punto que hace del texto una experiencia excitante y totalmente gozosa. ¿Quién no disfruta, y más aún siendo amante del género, del terror acechando a un sádico?
ResponderEliminarNarrado con maestría, creando una atmósfera absorbente para deleitarnos con un clímax sensacional, y un desenlace perfecto.
El detestable Leopoldo Brete recibe su merecido, cómo dice la primera frase del texto: "El Karma. Sólo eso podía explicar los últimos acontecimientos."
Genial, José Carlos.
¡Abrazo, Hermano de Terrores!
Vas a sacarme los colores hombre, qué palabras tan alentadoras para volver por este terreno en un tiempo :) Pienso como tú, parece una nimiedad, pero no hay tantas historias de terror en las que la víctima sea un monstruo en sí, así que este argumento me pareció demasiado goloso como para dejarlo pasar.
EliminarSoy de las personas que creen que, tarde o temprano, todo el mal hecho se recoge, y el karma es una maravillosa figura para ilustrar narrativamente ese pensamiento, así que es todo un placer haberte tenido atrapado nuevamente en esta historia.
¡Otro abrazo Hermano de Terrores!
Uff menudo relato... Terrorífico y para no dormir. Tremendos malos malosos, con bisturí o con tentáculos. Un abrazo!! :)
ResponderEliminarEs una buena forma de resumir la maldad que hay en todo momento. Y fíjate que el elemento más...bondadoso podría ser el paciente, que al final únicamente se defendió jaja. Cuidado al dormir :P ¡Otro abrazo!
EliminarTodo un relato de terror serie B. Siempre es un placer leer este tipo de historias. Saludos!!
ResponderEliminarGracias compañero, siempre es un placer recibir comentarios de elogio, sobretodo si en este caso comparan el relato con ese agradable cine que es el de terror de serie "b". ¡Un saludo David!
EliminarHola José muy buen escrito, me gusto, y bello blog de literatura, ya editaste tu ilbro?
ResponderEliminarAquí me quedo, te sigo!
Me gustaría que te pases por mi blog literario , para ver qué te parece y si te gusta, sígueme por favor.
Hola y disculpa el retraso en responderte. Gracias por el comentario, pásate siempre que quieras. Me halaga tu pregunta, pero aún no tengo editado ningún libro jeje, aunque es una de las cosas que quiero lograr.
EliminarClaro que sí, acabo de ver que tienes dos blogs, y le echaré un vistazo a ambos, con especial hincapié en el de cuentos y poemas. ¡Un saludo!
Has conseguido crearnos tal desprecio por el protagonista que hemos saboreado ese final oscuro. Perfecto para la celda, compi. Me ha gustado mucho el ritmo que le has dado al texto. ;)
ResponderEliminarUn abrazo sin tentáculos. =)
Entonces una de las metas de este relato está lograda, sentir poco aprecio por el protagonista, y de paso disfrutar del final que tiene jeje. ¡Otro abrazo sin tentáculos!
EliminarMagnífico relato, querido amigo José Carlos. Me ha gustado de principio a fin. Fantástica narración. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola Mercedes! Es un placer saber que te haya gustado desde el inicio hasta el final, eso me anima mucho :) ¡Otro abrazo!
EliminarHas logrado sorprenderme muy mucho con el final de esta historia. A pesar de que desde el principio nos pones en situación, relatando la desesperanzadora situación en la que se halla el protagonista, para nada se espera lo que ocurre entre las paredes de ese ''quirófano'' clandestino.
ResponderEliminarDesde el principio nos dejas claro que no vamos a sentir empatía por Leopoldo, el prota de la historia. Pero otra forma de llgar al lector y acercar al personaje es a través de sentimientos negativos hacia el personaje, y eso es lo que consigues con Leopoldo. Y es que se dedica a robar riñones para venderlos en el mercado negro. Es decir, que su alma es tan negro como esos mercados. Además es sádico, tanto que no se preocupa en poner anestesia a muchos de sus pobres pacientes. Y por todo ello, nos alegramos de que este doctor esté ahora en la camilla y de que le vaya a pasar algo malo. Todos nos imaginamos lo que le ha llevado a esa situación del principio cuando entra el misterioso paciente. Y tú juegas con ello. Nos haces pensar que es una especie de venganza, y que ese tipo se va a revelar y a hacerle lo mismo que le hicieron a algún familiar suyo...
Pero no, de repente todo se torna extraño, y nos confundes, nos quedamos tan estupefactos como el mismo Leopoldo. Y es que la historia empieza a tomar tintes sobrenaturales, fantásticos que para nada esperábamos.
Todo el texto me ha gustado, por lo bien que narras y lo buenas y visuales que son las descripciones, pero lo que más me ha gustado ha sido ese giro inesperado, y ese monstruo de tentáculos que hará sufrir a Leopoldo, ladrón de órganos. Justicia divina. Final poético.
Un abrazo, Compañero.
Siempre es agradable poder sorprender a la gente, sobretodo cuando se consigue con personas que ya me han leído más de una vez.
EliminarEs tal como lo dices, la idea era convertir a Leopoldo en una persona despreciable. Era la mejor manera de hacer más poético el final, y por qué no, hasta deseable en vista de los méritos acumulados por el tipo. Era más que interesante introducir como elemento misterioso a la víctima de turno, que tal y como se muestra a lo largo del texto, sería la última para Leopoldo.
Me alegra que te gustaran no sólo las descripciones, sino también la sorpresa en el último tramo de la historia. Desde luego, justicia divina jeje. ¡Otro abrazo!