Era paradójico, pero en Relión, uno de los planetas más desérticos y calurosos de la galaxia, llevaba nevando sin descanso desde hacía varias horas. La población autóctona, conformada por alienígenas de aspecto reptiliano, humanos que habían ido a vivir allí por el clima seco, y animales traídos de distintos planetas, asistían embelesados al espectáculo que proporcionaba la intensa nevada. Aunque cada uno de estos grupos observaba el fenómeno meteorológico por distintas razones.
Los alienígenas lo hacían porque jamás habían visto nevar, y era como si estuviesen asistiendo a un fabuloso espectáculo de magia. Para los animales, los copos de nieve que caían en sus cuerpos y sus pelajes traían consigo una sensación de frío, más intensa que una gota de lluvia que, dadas las condiciones ambientales de Relión, rara vez caían frías de las nubes. Sin embargo, los humanos estaban hipnotizados y aterrados, y seguían la trayectoria de la nieve desde los cielos hasta caer en la tierra por una razón. Así comenzó la perdición de la humanidad en su planeta natal allá por el año 2059, con la llegada de una prolongada e intensa nieve como la que caía sobre sus cabezas en esos momentos. Porque con la nieve vinieron Ellos.
Echando la vista atrás, y rememorando el inicio del fin para la antaño orgullosa humanidad, era inimaginable pensar que, a raíz de una nevada, daría el pistoletazo de salida la exterminación casi completa de toda una raza. Pero así fue como sucedió. En todo el planeta, sin importar la estación en la que se encontraran los distintos continente o países, tuvo lugar una tormenta que trajo nieve a cada rincón habitado del mundo. Algunos días después de la aparición de las nevadas, se produjeron las primeras muertes. Nadie sabía cómo ocurría, pero algo invisible parecía acabar con las vidas de las personas que estaban fuera de sus hogares. Y no se podía combatir a algo que no se podía ver. Al menos no inicialmente.
Solo con el tiempo, y a pesar del preocupante incremento de muertes, se pudieron descubrir cosas de los causantes de todo, que no eran sino una agresiva y poderosa raza alienígena. Recopilando los hallazgos acaecidos en distintos rincones del planeta, se sabía que eran seres invisibles, posiblemente gracias a alguna tecnología de camuflaje, y que en un entorno como el de las constantes nevadas, apenas mostraban más señales de su presencia que unos ojos brillantes y un rastro de sangre de sus víctimas. De hecho, no se tenía constancia de su llegada al planeta, porque sencillamente nadie los vio llegar en naves que surcasen los cielos. También se supo que las constantes nevadas parecían estar provocadas por estos mismos invasores, quienes se valían de extraños artefactos para provocar estas condiciones climatológicas favorables a su presencia. Fue así como, a través de diversas armas equipadas con tecnología calorífica, se les pudo combatir.
Pero aquello no era un arma definitiva, y aunque equilibraba las cosas, poco a poco la humanidad fue quedando diezmada, hasta que la única opción lógica ya no era defender el planeta, sino salir de él y encontrar refugio en otros lugares de la galaxia. Jamás se logró averiguar qué movía a esos invasores a exterminar la vida humana. Podía haber sido todo objeto de una agresiva colonización, pero nunca se llegó a descubrir el por qué. Solo se tomó consciencia de que, si la humanidad quería sobrevivir, debía hacerlo lejos de su mundo. Y así vino la salida del planeta, el mayor sálvese quien pueda de la historia de los seres humanos. Toda nave espacial que volara y permitiera surcar el espacio para escapar, fue tan válida como cualquiera.
El inicio de aquel desesperado éxodo produjo que aquellos mismos humanos que habían huido lo más lejos posible de la nieve, encontraran tranquilidad en Relión. Pero eso iba a llegar a su fin. En aquel planeta tan retrasado tecnológicamente, luchar no debía ser contemplada como opción. Una vez que los humanos tuvieron la certeza de que esa nieve no era un fenómeno casual, sino algo provocado, solo cabía comenzar a alertar a la población, y hacerlo con toda la rapidez posible, antes de que comenzaran a llegar las primeras muertes, y la amenaza fuese imparable. Porque con esa nieve, venían Ellos.
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