8 de marzo de 2021

Horror a la deriva

La calma había vuelto al mar, pero pronto cambiaría eso. El sol brillaba con intensidad en el cielo y se reflejaba sobre las aguas cristalinas, devolviendo su reflejo hacia una isla cercana, en cuya playa había algunos restos de madera sobre la arena, y otros flotando en la orilla. A lo lejos, a bastantes kilómetros de distancia de allí, había un barco pirata detenido. Y flotando hacia dicha embarcación, se podía ver un bote de madera sobre el cual había un cofre metálico. Era una imagen extraña.

En la isla hubo algo de movimiento cuando Dick Renders, superviviente de un naufragio, comenzó a despertarse. Estaba tumbado boca arriba en la arena, y nunca se había sentido tan machacado como en aquella ocasión. Y eso era mucho decir, teniendo en cuenta que era un pirata y había llevado una vida llena de excesos hasta la fecha, despertándose en muchos lugares desconocidos para él y con el cuerpo hecho polvo. No obstante, no recordaba haber recobrado la consciencia nunca e una isla donde no había desembarcado previamente. 

Las pequeñas olas que bañaban aquella playa le mojaban medio cuerpo, dándole una apacible sensación de frescor. Tras intentar incorporarse un poco apoyándose sobre los codos, Dick fijó su  vista en la lejanía, allá por donde el barco estaba estático. Entrecerró los ojos para ver con más nitidez aquello, y se sobresaltó un poco al ver otra cosa, que se acercaba flotando al barco. Algo más incorporado, y sin necesitar los codos para sostenerse, puso sus manos en la frente a modo de visera, pues el sol le deslumbraba un poco y no le dejaba ver con claridad aquello que le había puesto nervioso. No había lugar a dudas. Se trataba de un cofre sobre un bote de madera. Definitivamente, y salvo sorpresa, el lugar más seguro para estar durante un buen rato iba a ser aquella isla.

Siguiendo las órdenes del capitán tras el avistamiento del cofre flotante, algunos piratas de la tripulación habían logrado capturar el bote mediante varias cuerdas que le lanzaron. Posteriormente, dos hombres descendieron hasta el bote, para amarrar fuertemente unas cuerdas a las argollas laterales del cofre. Para sorpresa de todos, apenas costó esfuerzo subir hasta la cubierta aquel objeto. Era un síntoma de que seguramente estaría vacío, y al capitán aquello le sentó como una patada en las zonas nobles. 

Dick observó la maniobra de subida del cofre desde su lugar de privilegio en la isla. Su mente conservaba ciertos recuerdos que le habrían resultado útiles a los del barco, pues él sabía que, en cuanto abrieran el cofre, su destino quedaría sellado, y se repetirían los hechos acaecidos en el barco pirata donde él faenaba en los últimos tiempos. 

Intentando rememorar todo lo que le sucedió a él antes de despertarse allí, tuvo la desagradable sensación de que, a fin de cuentas, se estaba repitiendo todo. La única excepción, era que él lo presenciaba ahora a una distancia segura y como un superviviente. Así pues, lo primero había sido el avistamiento, luego vino la recogida del cofre, la curiosidad por su contenido, y quedaba lo que en aquellos momentos realizarían aquellos otros piratas... la apertura del cofre y las consecuencias. Eso último era lo más espeluznante de todo...

La tripulación de barco, con el capitán al frente, se arremolinaba en torno al cofre posado en la borda. Aunque el metal del que estaba hecho reflejó algunos rayos del sol, pronto cambió ese efecto, pues, una vez que el capitán lo abrió, el cielo comenzó a cambiar, quedando engullido el sol por grandes nubarrones que presagiaban una gran tormenta. Algunos piratas miraron al cielo con creciente inquietud, otros seguían observando el cofre. En la lejanía, Dick sintió que el agua que seguía mojando su cuerpo estaba más fría que instantes antes. El capitán del barco observó ensimismado una pequeña espiral de humo que comenzó a salir del cofre, como si se tratase de una serpiente saliendo de su cesta cuando un flautista la controla. En un escaso margen de tiempo, el humo había tapado por completo la cubierta del barco, tripulantes y objetos incluidos, excepto el mástil y las velas, que Dick podía divisar parcialmente desde donde estaba. 

El cielo estaba ahora totalmente oscurecido, y enormes relámpagos hicieron su entrada en escena. Visto desde la isla, el barco daba un aspecto fantasmal, quedando invisible al ojo humano, excepto por los fogonazos de luz instantánea que generaban los relámpagos. El mar estaba inquieto, y olas de creciente intensidad pronto azotaron los costados del barco. Por otra parte, comenzó a llover, pero no era agua lo que caía, al menos no en el barco. El humo que había envuelto al barco y su tripulación filtraba el agua que caía del cielo, y la convertía en... ¡queroseno!


Tristemente, ahí fue cuando Dick y su tripulación sufrieron en sus propias carnes el poder del cofre. El humo que emanaba del interior del cofre, experimentó una súbita transformación, inflamándose hasta convertirse en lenguas de fuego. En aquellos instantes, Dick sintió una enorme compasión por aquellos piratas. Rara vez había experimentado esa sensación en su vida, pero los sucesos que él había vivido y ellos sufrían ahora, habían precipitado esos sentimientos de empatía y la compasión en el naúfrago. 

En el barco todo era caos y gritos desgarradores, pues las lenguas de fuego habían entrado en contacto con el queroseno, dando inicio a unas intensas llamaradas que afectaban a todo lo que encontraban a su paso. Había piratas corriendo enloquecidos por la cubierta para escapar de las llamas, otros tumbados dando vueltas para apagar el fuego, y algunos echando cubos de agua sobre otros. El capitán ya no podía dar ninguna orden, había sido la primera víctima del incendio, y ahora no era más que un trozo de carne humeante. 

Dick había dejado que su miedo le impulsara a obrar en esa situación, y aunque fue un acto totalmente egoísta, él se salvó al saltar sobre la borda del barco, cayendo al mar. Ahora que estaba fuera de peligro en la isla, rezó porque alguno de aquellos desgraciados obrara igual que él. Y con cierta alegría, observó a varias personas saltar del barco en llamas. Como un par de ellas estaban ardiendo cuando saltaron, al caer al agua dejaron tras de sí una estela de humo. 

Poco tiempo después, aquel barco, al igual que el de Dick, terminó siendo patrimonio del mar, como también la mayoría de su tripulación. Él, al igual que algunos de los supervivientes de ahora, estaban aferrados a pedazos de madera que flotaban sobre las aguas. La tormenta apocalíptica había desaparecido gradualmente, volviendo a brillar el sol en el cielo, y reinando cierta calma en el mar. Pasaron algunos minutos así, y entonces Dick recordó algo más. Una última visión de difícil comprensión. De la zona donde se había hundido el barco, afloró hacia la superficie un bote de madera, sobre el cual reposaba nuevamente el cofre metálico. 

Con el paso de las horas, y mientras Dick intentaba buscar algo que comer en la isla, llegaron flotando a la orilla algunos supervivientes del naufragio. A medida que éstos se fueron despertando, tuvieron una horrible visión en la lejanía, pues un barco mercante había hecho aparición a lo lejos en el horizonte, y el cofre se acercaba sobre el bote en aquella dirección. Dick reapareció en aquel momento, y tuvo la extraña sensación de que pronto podría volver a aumentar la población de la isla....

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