Era de noche y Damián corría campo a través bajo la
incesante lluvia, acercándose a la única casa que había a su alrededor, que era
de aspecto señorial y parecía abandonada. No recordaba cómo había llegado allí,
ni por qué había escogido aquel lugar, sólo sentía una poderosa atracción en su
interior. Con la tormenta rugiendo furiosa, llegó hasta el porche de la casa y
abrió la puerta de entrada, que con un sonido chirriante le permitió acceder a
las oscuras entrañas de aquel lugar. Cuando anduvo unos pasos en su interior,
se encendieron unas velas en las paredes y la puerta se cerró, sin que Damián
pudiera abrirla por más que lo intentó.
Se oían ruidos siniestros entre aquellas paredes, y
algunas puertas del recibidor se abrían y cerraban solas. Movido por un impulso
ajeno a él, Damián caminó hacia el corazón de aquel lugar, alcanzando una
enorme escalera de caracol que permitía subir o bajar. Nuevamente el impulso
hizo que Damián bajara por las escaleras, dominado en su descenso por un terror
como jamás había sentido, y notando el acelerado ritmo de su corazón, que latía
como si fuera una locomotora a toda máquina. En el exterior seguía lloviendo
sin descanso. Nada de aquello podía ser real, pero tampoco podía ser irreal,
porque el miedo de Damián le hacía temblar de pies a cabeza. Continuaba bajando
peldaños de la escalera a la par que se iban encendiendo más velas de las
paredes, como si algo o alguien le invitaran a seguir por ese camino. No tardó
en llegar a la planta baja de la casa, accediendo a una pequeña sala que se
iluminó como todo su anterior recorrido. Al final de la sala se abrió una
puerta, y Damián nuevamente se sintió obligado a caminar hacia allí, movido
inexorablemente por la fuerza invisible que le controlaba. En esta ocasión se
adentró en la más absoluta oscuridad, y sólo cuando la puerta se cerró tras él,
una chimenea se encendió, dejando ver que Damián se encontraba en una enorme
biblioteca. Frente a la chimenea había una butaca, y una vez que llegó a ella,
se encontró un libro titulado “El Amo de la lluvia”.
Damián se sentó en la butaca y empezó a observar el
libro, cuya cubierta era de piel oscura y estaba mojada. Empezó a leerlo, y
poco a poco se sintió absorbido por el contenido, el cual trataba de explicar
todo lo que se sabía sobre el Amo. Existía desde tiempos remotos, y era
desconocido el cómo había tenido lugar su nacimiento o aparición originaria.
Igualmente nadie sabía con certeza qué forma tenía esa entidad o ser, ya que no
poseía figura humana, y su apariencia iba cambiando en función de las personas
a las que se les aparecía. Generalmente aparecía en sueños y todo parecía tan
real como en estado consciente, con la salvedad de que al despertarse, cada
víctima se encontraba mojada, como si hubiera llovido en su cama o el lugar
donde hubiese dormido, y era entonces, una vez que dejaba un rastro visible,
cuando ya no había demasiada esperanza de escapar a su influjo.
Una cosa era evidente, y es que no presagiaba un buen
final para quienes lo veían en repetidas ocasiones. Damián continuó leyendo
absorto. El Amo tenía un modo de actuar que iba desde la simple inquietud que
originaba en su primera aparición, al pánico que empezaba a despertar
progresivamente en posteriores encuentros, llegando a provocar la locura o la
histeria en sus víctimas. Asimismo, poseía multitud de poderes, ya que no se
limitaba a presagiar su llegada con una simple lluvia. Podía provocar truenos y
relámpagos, rayos y granizadas. Pero era innegable que todo comenzaba con unas
finas gotas de lluvia que podían aparecer en cualquier lugar, incluido el
interior de edificios o casas. Nadie sabía con seguridad qué fin perseguía el
Amo, pero toda sospecha recaía en un deseo de atormentar a sus víctimas,
alimentándose de la locura que provocaba en ellas. Algunas de las víctimas
perdieron toda cordura, otras no volvieron a querer tener contacto con el agua,
y otras no volvieron a salir nunca de sus casas, por miedo a que les alcanzara
una tormenta aún en días soleados. No se tenía constancia de ningún suicidio, y
una posible explicación consideraba que el Amo no quería la muerte de sus
víctimas, porque su alimento era la locura, y una mente y un cuerpo muertos no
irradiaban locura ni desconcierto. Y mientras Damián continuaba engullendo
páginas del libro a un ritmo enfermizo, empezaron a caer gotas de agua en la
biblioteca, a un ritmo creciente en intensidad, fuerza y sonido. Damián alzó la
vista del libro y empezó a tiritar, recordando que todo empezaba con unas finas
gotas de lluvia….De repente la chimenea se apagó, y todo quedó a oscuras,
mientras la lluvia seguía cayendo y resonando en la habitación.
De repente una luz se encendió, y Damián observó
asustado que ya no estaba en la biblioteca, sino en un bote de madera flotando
en agua. Seguía lloviendo. La luz provenía de un farol situado a su lado. Cogió
el farol e iluminó a su alrededor, y observó que sólo había agua, sin lograr
ver tierra. De la oscuridad surgió un trueno que rugió con fuerza, y las aguas
empezaron a moverse con violencia. Un relámpago iluminó por unos segundos el
horizonte, y Damián vio una enorme forma de aspecto espeluznante en la oscuridad,
y que se acercaba hacia él. Hubo varios truenos más y pequeñas olas empezaron a
embestir el bote, haciéndolo balancearse con furia. Otro relámpago permitió
observar más cercana esa figura, y era aún más espeluznante. El miedo de Damián
hizo que se tapara los ojos para no ver nada más hasta el final, fuera cual
fuese el que se le tuviese reservado. Truenos, rayos y relámpagos se
conjuntaron para acabar volcando el bote con unas olas enormes, y Damián empezó
a hundirse en el agua, sin dejar de taparse los ojos. Empezó a sentir unos
tentáculos rodeándole y unos dedos acariciándole la espalda. Esos tentáculos lo
elevaron nuevamente a la superficie, donde la tormenta alcanzaba magnitudes
épicas. Finalmente, preso de un coraje momentáneo, decidió observar al Amo de
la lluvia, y entonces todo horror imaginable se le antojó escaso. Después de
eso, todo se fundió en negro.
Damián despertó sobresaltado, y comprobó con enorme
alegría que era de día y que estaba en su cama, por lo que se sintió protegido
por la familiaridad del entorno. Sin embargo…observó con creciente miedo que
estaba mojado, y que la cama y toda la habitación también lo estaban. Entonces
empezó a temblar y recordó un pasaje del imaginario libro que había leído en su
pesadilla: “Al despertarse, cada víctima
se encontraba mojada, como si hubiera llovido en su cama o el lugar donde
hubiese dormido, y era entonces, una vez que dejaba un rastro visible, cuando
ya no había demasiada esperanza de escapar a su influjo”.
Nota adicional: Si queréis leer otro relato posterior que escribí sobre el universo del Amo, donde ataca los sueños de otra víctima, clickad aquí.