Nota introductoria: Aunque este texto puede leerse de manera independiente, la anterior aparición de Windor, en la que cuento su entrevista de trabajo con el rey de Trascania, y su posterior contratación como consejero real, tuvo lugar en el relato "Mi nombre es Windor" (para leerlo, clickad en el título).
Este texto que podéis leer a continuación, retoma la historia de Windor desde el instante en que es aceptado como consejero, y ha de firma su contrato laboral...
Las primeras horas en el castillo de Trascania
Las cosas no podían
estar saliendo mejor para Windor. Tras haber provocado un pequeño terremoto por
accidente, Berinio y Letrinus habían manifestado al mismo tiempo que estaba
contratado. Desde luego el trabajo no iba a ser un camino de rosas, Windor ya
se había hecho a la idea mucho tiempo atrás. Pero, salvo la muerte, no hay nada
que pueda frenar a un soñador que ve tan cerca de cumplirse su sueño. Y por eso
el nuevo consejero de Trascania aguantaría en el cargo el máximo tiempo que
pudiera, hasta encontrar un mejor lugar donde continuar esa labor. Trabajar en
Trascania iba a ser como la pasantía de un abogado cuando empieza en su primer
despacho: salario inexistente o ridículo, abundantes horas de trabajo, y poco
reconocimiento interno por la labor que se hace.
Claro que Windor no era
la única persona que andaba sumido en aquel momento en sus propias
cavilaciones. Por otra parte, y obviando el miedo que tanto el rey como su
asesor laboral habían sentido con el acceso de furia de Windor, que había hecho
temblar toda la sala de audiencias, cada uno tenía distintas razones para
considerar al mago como un buen fichaje en el castillo.
Para Berinio, suponía
un gran acierto contar con un mago tan poderoso como consejero, en especial si
se avecinaban tiempos de guerra y se necesitaba de la magia para imponerse a
sus rivales, o bien para intimidar a los trascanianos descontentos con su
reinado. También seguía presente la observación que Letrinus había hecho sobre
la estatura del mago, diciéndole al rey que era perfecta para arrojarle cosas a
la cabeza. Y por último…Windor, nombre que el rey jamás olvidaría para no
sufrir otro acceso de cólera mágica, tenía experiencia laboral en variados e
interesantes campos profesionales, por lo que en tiempos de crisis, podría
despedir al resto del personal y quedarse con él como pluriempleado.
Claro que no sólo el
rey tenía sus motivos, y Letrinus, el elfo asesor laboral, contaba con uno muy
poderoso. Iba a tener una oportunidad de oro para estrenar oficialmente el contrato laboral que llevaba tiempo
perfilando en su mente. De hecho, al confeccionar la oferta de trabajo en la
que se buscaba consejero, había mencionado algunos aspectos de dicho contrato.
En algunos reinos, más de un político defendería con orgullo semejante contrato
basura como clave de un resurgir económico. Y Letrinus esperaba lograr que
Windor lo firmara sin renegociar nada. Claro que si el mago volvía a hacer otro
truco…habría que ceder a sus pretensiones.
Lo que terminó
sucediendo fue que Windor, Berinio y Letrinus se acercaron a la mesa en la que
estaba el abogado del castillo, llamado irónicamente Injusticio, y éste ya
tenía redactado el contrato laboral estrella (ejem…basura) ideado por Letrinus.
Así que Injusticio le dijo a Windor que leyera todas las cláusulas del
documento, no sin antes ofrecerle con una enorme sonrisa una pluma para
firmarlo, de esa manera tan sutil en la que te animan a firmar algo importante
sin leerte nada, amparándote en la honradez de quien te ofrece la pluma, o peor
aún, te sonríe con falsa bondad.
Pero Windor hizo caso
omiso de la sonrisa, cogió la pluma, y la puso a un lado de la mesa, ya que
pensaba leérselo todo, y hacer los cambios que considerase acordes para no
vivir esclavizado. A fin de cuentas, salvo él, nadie a su alrededor sabía que
había provocado el terremoto por accidente, e iba a jugar con esa baza,
aparentando ser el poderoso mago que realmente no era (aunque a veces le salían
bien algunos hechizos), para ser respetado. Antes de enfadarse estaba dispuesto
a pasar por el aro de unas malas condiciones laborales, pero eso era antes al
desconocer el aumento de su poder, por lo que el suceso anterior le confería
una posición ventajosa para negociar. Windor no era una persona avariciosa, pero
si podía evitar ser estrangulado laboralmente, sus pulmones agradecerían todo
el aire que entrara del exterior.
Y así, tras leer con
calma todo el contrato, Windor solicitó un salario superior al estipulado, que
era muy inferior al mínimo regulado en otros reinos del mundo mágico. También
pidió que se suprimiera una cláusula según la cual, cualquier tipo de comida
que disfrutase en el castillo, sería descontada de su sueldo. Esa cláusula de
pagar por lo que uno comiese, apestaba a invención de Letrinus, que sudó
copiosamente cuando Windor discrepó sobre ella. Por último, Windor solicitó que
desapareciesen las tarifas de uso de la biblioteca del castillo. Un consejero
trabajador consultaría a menudo cualquier libro de la biblioteca, y a Windor no
le parecía correcto abonar parte de su salario por ejercer bien su labor. Entre
el salario, el pago por los alimentos, y el uso de la biblioteca, Windor
comprendió que Letrinus había diseñado un contrato que no suponía gasto alguno
para la economía del castillo, sino para el bolsillo del propio trabajador.
Nunca antes le había parecido tan justificado que alguien se llamara Letrinus.
Tras solicitar Windor los
cambios en el contrato, el rey Berinio, temeroso de las consecuencias si se
negaba, consideró que eran justos, y así lo manifestó a Injusticio, que hizo
las correciones. Letrinus estaba blanco como el papel. Una vez modificado todo,
Windor estampó su firma en el documento, solicitando una copia del mismo.
Berinio hizo un gesto de aprobación, e Injusticio, sorprendido de que el nuevo
consejero hubiese mostrado cierta inteligencia, no tuvo más remedio que
claudicar y empezar a elaborar la copia con presteza. Una vez que Windor metió
la copia en su túnica, el rey ordenó a su ayudante de cámara que le enseñara
sus nuevas dependencias, situadas en la torre más alta del castillo.
Cuando Windor salió de
la sala de audiencias siguiendo al ayudante de cámara, volvió a toparse con el
perro de antes, que le mostró los dientes en una fantástica expresión que
traducida en palabras, habría significado algo del tipo “pienso morderte el
trasero mago, no me asustan tus trucos”. Y Windor, envalentonado por su truco
anterior, le dedicó al perro un repetido alzamiento de cejas, que venía a
responder a lo anterior con “muérdeme el trasero, y con mi varita haré que tus
dientes desaparezcan y seas el perro más inofensivo del mundo”. Eso fue
demoledor para el perro, que se quedó tan petrificado que parecía disecado.
Claro que un animal disecado no se orina encima. Tras la escena, Windor reanudo
la marcha.
Que la torre más alta
de un castillo tenga esa consideración, suele obedecer al hecho de que
efectivamente, es la más alta de todas. El problema viene cuando la torre tiene
tanta altura, que hay que subir demasiados escalones. Y es que una hora de
subida da para muchos escalones. Más de lo recomendable pensaba Windor,
mientras ascendía los últimos con la lengua colgando inerte sobre sus labios.
El agotado mago admiraba el fondo físico del ayudante de cámara, que parecía
incansable. Si algún día dejara ese trabajo, el tipo podría ganarse la vida
escalando montañas escarpadas, y le sobraría tiempo para quedarse en la cima
jugando a las cartas con los dioses. La pregunta clave para Windor, era… ¿tendría
que subir y bajar esos peldaños varias veces al día? Sólo de pensarlo, se
sintió tan mareado como un rey cuando le aconsejan sus asesores que se disculpe
públicamente por algo que ha hecho mal (como irse de caza a otro reino) y se
niega a reconocer.
Cuando Windor y el
ayudante de cámara terminaron su ascenso, se toparon con una puerta de madera.
El ayudante sacó una llave de su bolsillo, se la dio a Windor, y tras
despedirse, inició el descenso de la torre. Windor pensó que un tobogán gigante
le facilitaría al hombre bajar al resto del castillo, así que sacó la varita de
la túnica, y apuntando al suelo, pronunció algunas palabras. Como ha quedado
reiterado en varias ocasiones, el hechizo que Windor tiene en mente, y el que
finalmente tiene lugar, muchas veces distan de ser lo mismo. En aquel caso, la
idea era haber alterado la forma de los peldaños, logrando que se ajustaran de
tal modo que conformaran el tobogán pensado anteriormente. Sin embargo, una
enorme burbuja de plástico atrapó al ayudante en su interior, y empezó a rodar escaleras
abajo, mientras un grito desgarrador resonaba en el interior de la torre. El
mago se sintió tremendamente mal, al pensar en el mareo que tendría el pobre
ayudante una vez que terminara de recorrer toda la torre rodando. Se hizo a la
idea de que durante algunos días, semanas, o meses…sería mejor no pedirle ayuda,
por si acaso se vengaba.
Sin dejar de oír
gritos, Windor usó la llave para abrir la puerta de madera. Una vez abierta,
contempló con fascinación el interior de la que iba a ser su habitación. Era la
más grande en la que iba a vivir hasta la fecha, así que ese primer efecto de
asombro eclipsó ciertos detalles poco alentadores. Y es que había muchas
telarañas repartidas por toda la estancia, faltaba un buen trozo de techo, la
cama tenía dos patas rotas y estaba inclinada en el suelo, la chimenea estaba
medio derruida, había varios candelabros torcidos en las paredes, y en algunos
puntos del suelo las tablas de madera estaban rotas, o directamente no había.
De acuerdo, no era el mejor lugar para tener una buena primera impresión, pero
con un poco de paciencia, trabajo y dedicación, tenía un gran potencial, y ese
pensamiento era el que alimentaba el optimismo de Windor. Tras ver una vieja
escoba apoyada en un rincón, Windor, como en otra dimensión haría cierto
aprendiz de brujo, dirigió su varita hacia la misma, pronunciando nuevas
palabras mágicas.
Sin embargo, toda
semejanza con esa otra dimensión se cortó de raíz cuando la escoba empezó a
moverse hacia Windor con intenciones poco amistosas, ya que parecía querer
estamparse contra él. El mago, tras agacharse y esquivar un primer impacto, recibió
un rápido e inesperado golpe en el trasero, y se adentró en la habitación.
Estuvo corriendo en círculos durante unos minutos para evitar nuevos golpes.
Cuando logró devolver a la escoba a su estado inerte, el mago estaba envuelto
en telarañas. Una cosa no se podía ocultar, y era el hecho de que Windor había
actuado de improvisado plumero humano, limpiando un poco la habitación.
Por lo demás, el mago
decidió adecentar un poco la habitación sin usar la varita, anotando posteriormente
en un pergamino que sacó de su túnica, todas las cosas del mobiliario que habrían
de sustituirse o repararse. Baste decir que cuando acabó la tarea, el pergamino
estaba escrito por las dos caras. Así transcurrieron las primeras horas de
Windor en el castillo de Trascania. Acababa de empezar su andadura como consejero
real, y ya se sentía agotado tras el ascenso por las escaleras y la limpieza de
la habitación. Y aún quedaba mucho día por delante…
Continuará...
Continuará...