Abril
de 1949
Hacía una espléndida mañana primaveral, y Peter
Mongabay se encontraba de pie en sus despacho, observando la calle desde su
ventana mientras se fumaba un cigarrillo. Aunque hacía casi un año que había
abierto su oficina de investigador privado, no se podía decir que estuviera muy
solicitado. Los casos le llegaban con cuentagotas, y por ello Mongabay no se
permitía pensar más allá de la subsistencia económica. Las ganancias de sus
casos le daban lo necesario para pagar las facturas, comer algo cada día, y
darle una pequeña paga a su secretaria, Nancy Bonet. Pero eso era todo.
De hecho, Mongabay llevaba algunas semanas dándose
cuenta de que, de seguir las cosas como estaban, tendría que prescindir de
algunos gastos extra, a escoger entre el bourbon y los cigarrillos, y una
malsana parte de su cabeza le animaba a prescindir antes de la comida que de
sus pequeños vicios. Sin embargo, no dejaba de levantarse cada mañana con el
ánimo de revertir su situación y no tener que llegar al extremo de privarse de
nada.
Por otra parte, los casos que le llegaban y acababa
aceptando eran aburridos. Algunos eran para descubrir infidelidades, otros para
investigar pequeños robos, y también destapaba estafas a pequeña escala.
Irónicamente, Mongabay empezaba a extrañar los tiempos en que fue soldado, a
pesar de que el mayor trofeo que trajo consigo de la guerra en Europa, junto a
un corazón púrpura, fue una enorme cicatriz que le recorría medio cuerpo. Se
sentía hambriento de grandes desafíos a su inteligencia. Y aunque él no lo
supiera, aquella mañana le iba a traer un gran desafío. Uno más grande del que
hubiera deseado.
Todo empezó cuando Mongabay, que estaba terminando
su cigarrillo, vio a un tipo corriendo por la calle, moviendo los brazos en el
aire como si intentara espantar algún pájaro que sólo él podía ver. El tipo
parecía enloquecido, y correteaba por todos lados, provocando que varias
personas se apartaran de su trayectoria para evitar cualquier choque, y que más
de un coche hiciera un brusco cambio de dirección para no atropellarle. Aquel
tipo se adentró en el edificio donde Mongabay tenía su oficina, y el detective
empezó a reírse. Había recordado que dos plantas por debajo de la suya, había
una consulta dirigida por un psiquiatra, y pensó con malicia que esa mañana el
comecocos iba a tener mucho trabajo que hacer. Sin embargo, su risa se cortó en
seco cuando varios minutos después, escuchó el timbre de su oficina, seguido
del sonido de los tacones de Nancy al ir de su escritorio a la puerta. Después
de todo, el psiquiatra no tendría tanto trabajo. No con aquel tipo.
Nancy abrió la puerta de la habitación de Mongabay,
y anunció que un señor quería verle. Mongabay le hizo una señal afirmativa a su
secretaria, y el tipo de la calle hizo su entrada. Lo primero que le sorprendió
fue ver que, pese a la soleada mañana que hacía en el exterior, el tipo estaba
totalmente empapado. El instinto del detective le hizo ver que debía ser una
persona adinerada, porque vestía un traje de calidad hecho a medida y unos
elegantes zapatos, pero todo estaba mojado. Y ese detalle era curioso. Parecía
que aquel hombre hubiese sido víctima de un chaparrón de proporciones épicas, y
eso, unido al pelo enmarañado que presentaba, le confería un aspecto de
desequilibrado mental.
Hasta su mirada iba de un lado a otro, como si
tuviera miedo de algo que Mongabay no alcanzaba a observar a su alrededor.
Finalmente, tras unos segundos de silencio, el detective cerró la puerta y le
indicó al hombre que tomara asiento, haciendo lo propio para situarse frente a
él.
- Cuénteme caballero, ¿cómo se llama y qué le trajo a
mi oficina?- preguntó Mongabay, que intentaba reunir algunos datos de su
visitante.
- Me llamo Elmer Trentwood. Acudo a usted señor
Mongabay, porque hace poco ayudó a un amigo mío con una estafa, y él me dijo
que quizás podría usted socorrerme si alguna vez lo necesitaba- mientras
hablaba, empezó a frotarse las manos sin descanso-. Pues bien, ese momento ha
llegado. Necesito seriamente la ayuda de alguien, me estoy volviendo loco a
medida que pasan los días, y no sé a quién acudir ni qué hacer para solucionar
mi problema. ¿Me ayudará? ¿Oh por Dios, me ayudará señor Mongabay?- el tono en
esa última pregunta reflejaba la angustia y desesperación que sentía.
- Haré lo que pueda señor Trentwood, aunque antes
necesito saber cuál es su problema, y de qué modo quiere que le ayude a
solventarlo, porque si teme volverse loco, y no se ofenda por lo que voy a
decirle, hay un psiquiatra dos plantas más abajo.
- No me ofendo, pero si he acudido a usted- y
continuaba frotándose las manos de tal modo que Mongabay pensó que acabaría
saliéndole humo de ellas-, es porque necesito que alguien investigue lo que me
pasa, y un psiquiatra se limitaría a hacerme creer que todo es fruto de mi
imaginación, cuando sé bien que nada de esto son imaginaciones mías. ¿Me
comprende señor Mongabay?
- Sí señor Trentwood- aunque pensaba que poca ayuda
podría ofrecerle-. Le escucharé y veré si puedo serle útil o no cuando me
cuente su historia- en este punto el detective abrió un cajón de su escritorio,
sacando un par de vasos y una botella de “Jim Beam”-. ¿Un trago?
- Sí, se lo agradezco.
- Esto le calmará un poco- y Mongabay echó una
generosa ración de bourbon en los dos vasos, dejando la botella en la mesa y
cerrando el cajón-. Adelante, cuéntemelo todo, sin ahorrarse ningún detalle.
- Está bien, por dónde empiezo…ah sí- y Trentwood se
bebió de un trago el contenido de su vaso-, por la pregunta más importante. ¿Ha
oído hablar usted del Amo de la lluvia?
Mongabay hizo un gesto de negación, y Trentwood
empezó a contarle todo lo que sabía, así como el motivo de su desesperada
visita aquella mañana. Incluso le contó por qué estaba empapado. ¡Qué historia
más insólita!
Todo había comenzado cuando Trentwood, que era
profesor de historia en la universidad, y dueño de una librería dedicada al
comercio de libros raros, recibió un extraño paquete en su casa. Aunque el
término correcto no era recibir, sino “encontrar”, ya que alguien había dejado
ese paquete dentro de su buzón. No había nada en el envoltorio que informara de
la identidad del remitente, y no podía haberlo dejado allí el cartero, ya que
Trentwood revisaba su buzón varias veces al día, y aún faltaban unas horas para
que el cartero pasara por la zona aquel día. Intrigado, Trentwood cerró el
buzón, regresó al interior de su casa, y se fue a su estudio, donde abrió el
paquete. Una vez retirado el envoltorio, observó con gran interés su contenido,
un libro titulado “El Amo de la lluvia”, y cuyo autor no figuraba. Jamás había
oído hablar de ese título. No se trataba de un libro cualquiera, y eso lo
confirmaba su cubierta de piel oscura, y un detalle que le hizo sentir
escalofríos: la cubierta estaba mojada, y la totalidad del envoltorio estaba
seco. ¿Cómo podía ser posible?
El teléfono había sonado en la cocina, sacándole de
sus pensamientos, y tras coger la llamada, había tenido que irse a la
universidad para hacer una sustitución urgente. Algunas horas después regresó a
casa, y decidió echarle un vistazo a aquel libro. Sólo pensaba dedicarle unos
minutos a esa tarea, pero la lectura le tuvo hipnotizado durante varias horas.
En el libro se citaba el desconocido origen del Amo,
que tenía un aspecto cambiante y había enloquecido a muchas personas a lo largo
de los siglos, siendo imposible establecer una fecha que sirviera de punto de
partida a su primera aparición. Era un ser que tenía una gran presencia en los
sueños de sus víctimas, donde daba muestras de un dominio apabullante de todo
fenómeno relacionado con el agua o la meteorología. Pero también era poderoso
en la realidad. Generalmente anunciaba su llegada mediante la lluvia, dando igual
el lugar donde estuviera situada su víctima, que a partir de entonces iba
entrando sin remisión en el reino del Amo. Los sueños eran tan reales que
costaba distinguirlos de la realidad, contribuyendo así a la imposibilidad de
discernir qué era real, y qué era producto del subconsciente.
El dato más curioso, lo suponía el hecho de que no
constara ni un suicidio entre las víctimas, ya que el gran alimento del Amo era
la locura, y por ello desquiciaba la mente de cada persona ante la que
aparecía. Eso sí, obraba de tal modo que les bloqueaba todo deseo de quitarse
la vida. Otro dato destacado lo suponía
el hecho de que, tras la aparición del Amo, cada persona había reaccionado de
manera distinta dentro de su locura, eludiendo todo contacto con el agua, encerrándose
a cal y canto en alguna habitación o escondite, o gritando con creciente pánico
cuando se empezaba a vislumbrar un día tormentoso. Toda la lectura había sido
tan absorbente como llena de momentos que le pusieron a Trentwood la piel de
gallina. El punto en el que más miedo sintió, fue tras leer el siguiente pasaje
del libro:
“Al
despertarse, cada víctima se encontraba mojada, como si hubiera llovido en su
cama o el lugar donde hubiese dormido, y era entonces, una vez que dejaba un
rastro visible, cuando ya no había demasiada esperanza de escapar a su
influjo”.
Aquellas palabras habían perdurado en su cabeza
cuando logró cerrar el libro, y no consiguió dejar de pensar en ellas mientras
cenaba. Sólo cuando se quedó dormido dejó de pensar en aquel pasaje, pero su
mente aún tenía mucho que sufrir aquella noche…
En este punto, Trentwood le hizo una señal a
Mongabay para que le echara otro trago de bourbon, y se lo bebió igual de
rápido que el anterior. Entonces Trentwood se levantó de la silla, y empezó a
dar paseos en círculo por la habitación, mientras retomaba su relato…
Su sueño se había desarrollado en una verde pradera,
donde era tan de noche como en la realidad. Él miraba asustado a su alrededor,
sin ver nada más que la hierba que le llegaba a la cintura, y que se enroscaba
en sus piernas de tal forma que no podía moverse. Hacía un frío glacial, y
empezó a frotarse los brazos con fuerza, intentando sentir algo de calor. Un
trueno resonó con fuerza en el cielo, y empezaron a caer finas gotas de agua
sobre su cabeza. Con el paso de los segundos, las gotas eran más contundentes y
caían con gran rapidez. Al cabo de un par de minutos, otro trueno se acompasó
al sonido de la lluvia, y Trentwood sintió cómo empezaba a inundarse el terreno
sobre el que estaba, hasta llegar a la misma altura que la hierba. Estaba
aterrorizado, deseando que aquello no fuera más que una jugarreta de su
subconsciente. Una catarata de relámpagos puso algo de luz sobre la noche, y
entonces lo vio, y supo que ni siquiera la muerte le libraría de lo que sus
ojos estaban observando…
Ahí fue cuando Mongabay se olvidó de que tenía
intacto su vaso lleno de bourbon, y se lo bebió de un trago. Trentwood seguía
andando en círculos, y había empezado a tirarse del pelo. Mongabay se levantó
de la silla, se acercó a Trentwood con intención de calmarle, y vio en sus ojos
la locura más absoluta. Entonces Trentwood le puso sus manos sobre los hombros,
y contó lo que había visto…
Empezó a flotar en el aire parte del agua que había
a su alrededor, materializándose en una figura que tenía tres veces el tamaño
de un hombre de considerable estatura. Pero no se trataba de ningún hombre…no
al menos de este planeta. Su rostro parecía una mezcla de pulpo en los ojos y el color de piel, y cocodrilo en cuanto a su boca y dientes, y
aunque llevaba abrochada una enorme chaqueta de cuero, se podían atisbar en su
interior unos monstruosos brazos o extremidades que se movían de tal forma que
la chaqueta adoptaba surrealistas formas. La lluvia se convirtió en granizo, y
aquel ser se fue acercando hasta Trentwood, abriendo las fauces al mismo tiempo
que su abrigo, y Trentwood cerró los ojos ante semejante horror. Deseó que
aquello fuera un sueño, y todo quedó en silencio. El frío desapareció, y cuando
abrió los ojos, estaba en su cama y era de día. Empezó a dar gracias a Dios por
estar de nuevo en la realidad, pero al incorporarse en la cama vio algo que le
heló la sangre: todo en su habitación, excepto él, estaba mojado. Entonces
recordó nuevamente aquel pasaje, y asimilando lo que significaba aquel
despertar, empezó a gritar como un poseso.
Tras salir temblando de la cama, había ido a buscar
el libro, que seguía donde lo dejó, con su cubierta mojada. Inmerso en un mar
de dudas sobre lo que hacer, se puso ropa de calle, telefoneó a la universidad
para avisar de que no iría aquella mañana, y decidió visitar a algunos
compañeros comerciantes, con los que cerraba muchos negocios de ventas y
adquisiciones para su librería. Se llevó el libro consigo, y tras visitar a
todos los comerciantes que había podido localizar, ninguno había oído hablar
jamás de “El Amo de la lluvia”, ni tampoco habían visto un libro con la
cubierta permanentemente mojada. De hecho la mayor parte de aquellas personas a
las que visitó, le tomaron por un bromista que previamente había mojado la
cubierta para gastarles alguna broma.
Decidido a seguir buscando más información,
Trentwood se marchó a su librería, dándole el resto de la semana libre a su
empleado, y se encerró en su interior, convencido de encontrar alguna
referencia al Amo en alguno de los innumerables libros raros que poblaban las
estanterías. Desde el mediodía hasta la medianoche, y sin soltar de una de sus
manos el libro de Amo, Trentwood había hojeado con frenesí cada libro que le
había parecido de interés para su búsqueda. No comió ni bebió nada, y ni
siquiera hizo una pausa para fumarse un cigarrillo o tomar algo de aire fresco.
Sobre las dos de la madrugada, y presa de un cansancio extremo, se quedó
dormido sobre el mostrador, con la cabeza apoyada sobre una montaña de libros
abiertos, estando entre ellos el del Amo. Aquella noche, volvió a repetirse el
sueño de la anterior, con dos diferencias. En primer lugar, Trentwood no había
despertado en su habitación, sino en la librería. Y en segundo lugar, que todo
a su alrededor, sin excepción, estaba mojado, incluido él y toda su ropa. Así
que, preso de la locura más incontrolable, había salido corriendo de la
librería, dejando allí el libro del Amo, y con la oficina del detective como
destino. El resto de la historia no hacía falta contarla.
Entonces Trentwood dejó libres los hombros de
Mongabay, y éste, que pese al magnífico y detallado relato no quería creer nada
de lo descrito, empezó a hablar:
- ¿De qué modo quiere que le ayude señor Trentwood? Su
historia es…como poco extraordinaria, inquietante y tenebrosa. Y si todo es
cierto, su tren al mundo de la locura ha cogido una velocidad endiablada- por
mucho que Mongabay quisiera ayudar a aquel tipo, seguía sin dar crédito a su
historia-. ¿Qué puedo hacer por usted?
- Acompañarme a mi librería señor Mongabay, para
observar lo acontecido en su interior, y lo más importante, para examinar el
libro, si es que aún sigue allí. Al marcharme de manera tan precipitada no
cerré la puerta, y temo que alguien se haya llevado el maldito libro- mientras Trentwood
decía esto, se sacó la cartera del interior de su chaqueta, ofreciéndole 300
dólares al detective, una considerable fortuna dada su precaria situación
laboral-. Son suyos si acepta acompañarme y echar un vistazo, ¿me ayudará?
- Está bien señor Trentwood- respondió resignado
Mongabay, maldiciendo su suerte y cogiendo los 300 dólares-. Vayamos abajo,
iremos a su librería en mi coche.
Así fue como, tras salir de la habitación y
despedirse de Nancy, Mongabay y Trentwood bajaron a la calle, se subieron en el
viejo Pontiac del detective, y se dirigieron a la librería. Para sorpresa de
ambos, no había nadie en el interior, pero sí un fuerte olor a humedad.
Absolutamente todo allí estaba mojado, no había ni una estantería, ni un libro,
ni una lámpara, ni cualquier otro objeto que no lo estuviera. A partir de ese
momento, Mongabay empezó a sentirse incómodo, ya que el relato de Trentwood iba
adquiriendo veracidad. Demasiada veracidad.
Fueron avanzando con cautela por el interior de la
librería, y Trentwood se dirigió al mostrador, rebuscando entre la montaña de
libros que había allí, y sacando uno de piel oscura. El pulso de Mongabay
empezó a acelerarse, cogiendo un ritmo alarmante cuando observó más de cerca
ese libro, que estaba muy mojado. Sintió un escalofrío cuando sus dedos acariciaron
la cubierta. No podía ser cierto. Nada de eso podía ser verdad, debía ser un
montaje, una broma muy pesada que alguien quisiera gastarle a Mongabay. Si era
así, no había nada de gracioso en aquello. Trentwood le propuso algo, sacando
una nueva cantidad de dinero de su cartera:
- ¿Ahora me comprende señor Mongabay? Nada de lo que
le conté era mentira, usted mismo está comprobándolo ahora. Si acepta quedarse
un rato leyendo el libro, le daré otros 300 dólares, y si me hace compañía aquí
dentro hasta mañana, le daré más dinero. Yo intentaré leer más libros hasta que
el cansancio me derrote. Estoy desesperado, y sólo quiero comprobar si en
compañía de alguien estoy a salvo del Amo, o si ya no tengo salvación alguna.
Quédese hasta mañana, se lo ruego- y Trentwood se puso de rodillas, provocando
que Mongabay se sintiera entre la espada y la pared.
- No haga eso por favor- Mongabay seguía intentando
convencerse de que aquello no era más que una broma orquestada por alguien, y
con esa línea de pensamiento se dijo que podía quedarse hasta el día siguiente,
en gran medida si sus ingresos aumentaban de nuevo-. Está bien, me quedaré
hasta mañana. Pero procure traerme una botella de bourbon, y algo de comida
para los dos.
- ¡Gracias! ¡Alabado sea usted! Voy enseguida a
comprar lo que ha pedido, quédese hojeando el libro.
Trentwood salió a la calle, y Mongabay tomó asiento tras
el mostrador. Acto seguido, empezó a leer el libro. Nunca jamás había leído
algo que le aterrorizara tanto. Cada letra, cada palabra y cada línea
despertaban en su interior el terror más absoluto, pero también le tenían
atrapado, evitando que sintiera el deseo de levantar la vista. Sintió un alivio
inmenso cuando Trentwood regresó una hora después con el bourbon y la comida. Los
dos comieron a pesar de tener el estómago cerrado por la angustia, y se
bebieron entera la botella. Después, mientras Trentwood se puso a leer algunos
libros, Mongabay continuó con su aterradora e hipnótica lectura. Y así,
enfrascados en lo que hacían, les sorprendió la medianoche.
Trentwood no pudo evitar quedarse dormido, y
Mongabay, que había logrado soltar por segunda vez el libro del Amo, se esforzó
al máximo por mantenerse despierto, encendiendo las pocas luces que aún estaban
apagadas. El éxito de aquel esfuerzo se vio correspondido con una invitación al
paraíso de la locura. Sobre las dos de la madrugada, mientras Trentwood seguía
dormido, empezó a llover con fuerza en la calle. Mongabay se puso nervioso, y
empezó a temblar cuando un trueno resonó con fuerza. La puerta de la librería
salió despedida hacia la calle, y una gran nube penetró en el interior. De la
nube surgieron pequeños rayos que se dirigieron a cada lámpara de la
biblioteca, haciendo estallar todas las bombillas, y dejando el lugar sumido en
la más absoluta oscuridad.
Mongabay saltó sobre el mostrador, intentando
acercarse a Trentwood, pero se detuvo cuando empezó a llover sobre él y le
invadió una corriente de aire frío. Sin saber muy bien qué hacer, rebuscó
nervioso entre sus bolsillos, hasta encontrar su encendedor. Lo sacó y puso una
mano encima para que no le cayera agua. Cuando logró encenderlo deseó no haber
tenido aquella idea. La nube estaba sobre su cabeza, y se dirigía hacia
Trentwood. Era como si alguien estuviera controlando los hilos de una
marioneta, pero en vez de un muñeco de trapo, lo que se movía era una nube.
Nada de eso podía ser real. La nube empezó a aumentar de tamaño, abarcando la
totalidad de la librería en cuestión de segundos. Entonces la lluvia empezó a
caer por todos lados y con tanta violencia, que empezó acumularse en el suelo,
inundándolo todo. Mongabay seguía parado observando el espectáculo a la luz de
su mechero. Lo último que pudo ver antes de perder la conciencia, fue una
figura que empezaba a materializarse frente a Trentwood, surgiendo del agua que
inundaba la librería.
Cuando Mongabay se despertó, estaba en una cama de
hospital, y Nancy lo observaba desde una silla. Él le preguntó qué había
pasado, y su fiel secretaria le informó de ello:
- Te encontraron hace una semana en la librería del
señor Trentwood, inconsciente. Él estaba gritando de tal modo que la gente de
los alrededores se asustó y llamó a la policía. Y cuando llegaron algunos
agentes, os encontraron a los dos calados hasta los huesos. A ti te trajeron a
esta habitación, y al señor Trentwood…bueno, lo llevaron al psiquiátrico de las
afueras de la ciudad. ¿Qué pasó aquella noche Peter?
- Por tu propio bien jamás lo sabrás Nancy, y ojalá yo
lo olvide con el paso del tiempo- entonces un pensamiento asaltó su mente-.
Sabes si… ¿encontraron un libro de piel oscura en el interior de la librería?
- Me temo que eso es imposible Peter, la librería se
incendió el mismo día que os sacaron de allí. A decir verdad…tenéis suerte de
estar con vida los dos.
- Un incendio eh…eso enterrará todo indicio del Amo.
- ¿Cómo dices Peter?
- Nada, olvídalo Nancy. Gracias por estar a mi lado.
¿Me traes un café?
- Sí, enseguida regreso.
Y cuando Nancy iba a salir de la habitación,
Mongabay le hizo una última pregunta:
- Nancy… ¿sabes si desde que me ingresaron en el
hospital, alguna mañana han encontrado mojada la habitación?
- No Peter- y ella lo miró como si se hubiera vuelto
loco-, no sé a qué viene esa pregunta, pero no.
Entonces Nancy, tras unos segundos de tenso
silencio, se marchó, y Mongabay lanzó un enorme suspiro de alivio. No pudo
evitar sentir lástima por Trentwood, que jamás volvería a estar cuerdo, pero
sintió una gran satisfacción por la respuesta de Nancy, y por quedar lejos del
influjo del Amo de la lluvia. Al menos, lejos por el momento...
Nota adicional: Si queréis leer el primer relato que escribí sobre el Amo, donde ataca los sueños de otra víctima, clickad aquí.
Nota adicional: Si queréis leer el primer relato que escribí sobre el Amo, donde ataca los sueños de otra víctima, clickad aquí.
Un relato fantástico, Juan Carlos, que atrapa de principio a fin.
ResponderEliminarAbrazo!!!!
Hola Mª Jesús, casi aciertas jeje, es José Carlos. Bromas aparte, me alegra que te hayas sentido atrapada durante todo el texto. ¡Un abrazo!
EliminarExcelente relato de terror y ficción. Está muy bien narrado, dinámico, original y el suspenso está muy bien logrado, la idea de un libro malvado, me recordó a Ruiz Zafón. Gracias por tus narraciones entretenidas, Cariños Me quedé con una idea. El detectivo va a terminar " contagiado"
ResponderEliminarHola, gracias por tus palabras. Es reconfortante leerte palabras como "dinámico" y "original", sobretodo porque me hace pensar que el rato invertido te mereció la pena. Admito no haber leído a Zafón, aunque está en la lista de pendientes eso sí.
EliminarGracias a ti por la lectura y por comentar. No te digo sí o no sobre tu idea, dejo el final abierto para que la gente elucubre jeje. ¡Un beso!
El relato es de lo más fantástico que he leído nunca, y logras mantener la tensión con una narración fluida. He observado algún detalle sobrante pero, en general, está bien contado. Además dejas un final abierto para ser continuado sin falta. Ánimo, pues.
ResponderEliminarSaludos Antonio, me agrada mucho que menciones que es lo más fantástico que has leído hasta la fecha, eso es genial por haberte sorprendido. Y sí, dejo un final abierto para que cada persona se haga sus cábalas jeje. Como el Amo existe desde tiempos desconocidos, puede atraer a cualquier persona de cualquier época a su reino, así que tarde o temprano volveré a narrar otra de sus apariciones. ¡Un saludo compañero!
EliminarMuy buena combinación entre lo detectivesco y lo fantástico. Ademas, me gusto mucho volver a encontrarme con el Amo de la Lluvia ¿Volverá a atacar de nuevo?
ResponderEliminarHola Rad, me alegra que la combinación te causara una buena impresión final. Sin duda es un ser que merece que narre más de sus apariciones, así que con el tiempo volveré a abordar su historia, en otra época y con otra persona que sabrá de su existencia. ¡Un saludo!
EliminarJosé eres terrible con tu imaginación, la lluvia te inspira y mucho, me has hecho leerme de un tirón este relato y veo que con el final abierto nos darás mas que otra sorpresa de este libro el año de la lluvia. Estaré alerta para no perderme otra nueva entrega. Un abrazo
ResponderEliminarHola compañera, jeje, gracias por ese comentario sobre mi imaginación. Sí que me inspira la lluvia, y eso que en Granada no es que llueva mucho al cabo del año, pero bueno, por suerte la imaginación funciona a su manera. Es positivo que te hayas leído de un tirón el texto a pesar de ser extenso.
EliminarNo sé si volveré a narrar otra parte de este encuentro entre Amo y detective, pero sí que volveré a narrar más apariciones del Amo. ¡Un abrazo!
¡¡¡Qué relato tan estupendo!!! Me has tenido enganchada todo el rato, no podía dejar de leerlo. Me ha encantado, JC, y me pasaré cuando pueda a leer más sobre el Amo. Si tienes más relatos de Mongabay también me gustaría mucho leerlos.
ResponderEliminar¡¡Genial, de verdad!! A mi como a María Eugenia me has recordado a Zafón, que por cierto, es uno de mis escritores favoritos.
Un beso enorme, compañero
¡Gracias por tan estupendas palabras Chari! Al extenderme tanto en la historia, y sabiendo que en los blogs hay gente que si el texto no es breve, lo deja a medias, estuve tentado de haberlo sacado en dos partes. Pero me alegra comprobar que la magia estaba en sacarlo del tirón, porque el clímax se habría difuminado un poco.
EliminarEl Amo volverá a aparecer, no puedo aventurarme lo bastante para dar una fecha, pero volverá, es un placer escribir sobre ello. De Mongabay no sé si volveré a escribir, pero te avisaré si se diera el caso.
Gracias nuevamente por valorarme tan bien, es un placer que mis letras hagan recordar a otras personas a autores que se dedican profesionalmente a la narrativa.
¡Otro beso enorme compañera!
Fantastico niño!!! eres muy bueno con los relatos.. tardaste de uno a otro... el amo ha habido que releerlo.. besitos.
ResponderEliminar¡Gracias! Sí, aunque la primera vez que escribí sobre el Amo sabía que repetiría, he tardado algo más de lo deseado jeje. Es un placer leerte siempre que me valores tan bien. ¡Besos!
EliminarMuy buen relato me ha encantado. Sigue subiendo más. Saludos.
ResponderEliminarHola, gracias, del Amo tengo por ahora éste y el primero que escribí sobre él, y que he enlazado al final del texto. ¡Un saludo!
EliminarExcelente Compi!! Al igual que el primero, me encanta!!
ResponderEliminarHabrá terminado ese incendio con el Amo de la lluvia? Espero que no... ;)
Besitos!!!
¡Muchas gracias Flora! Es genial que ambos te hayan gustado, así será un buen reto que el próximo también te guste jeje. El incendio ha borrado el rastro del Amo para explicar lo que le ha pasado a estos personajes, pero él sigue existiendo, dispuesto a enloquecer a más gente. ¡Besos!
EliminarAhora me explico el porque de este invierno tan poco lluvioso, y es que has acaparado al amo de la lluvia para ti sólo, utilizándolo en tus relatos para crear situaciones tormentosas.
ResponderEliminarHa sido adictivo...pero ese final abierto nos deja en suspense a todos los lectores, y eso, es peligroso para las imaginaciones desatadas.
Un gusto leerte.
Abrazos compañero.
Pues oye, no había pensado en la falta de lluvia de ese modo jeje, bien visto. Es gratificante que pese a su extensión te haya gustado y enganchado, y sobre el final...bueno, me apetecía dejar constancia de que Mongabay ha escapado por los pelos del Amo, pero que tampoco eso asegure que siempre estaría a salvo jeje. ¡Abrazos Francisco!
EliminarEspero que Peter Mongabay no tenga que vérselas nunca con el Amo de la lluvia. Al parecer no hay escapatoria posible cuando pone su húmeda mirada en una víctima...
ResponderEliminarEs interesante la conexión que has hecho entre los dos relatos. Parece que el detective puede dar mucho juego, no lo perderemos de vista ;)
Un abrazo y feliz martes, José Carlos!!
La verdad es que por ahora no han logrado escapar a su influjo las víctimas en los dos relatos que he escrito. ¿Alguien se librará? Quien sabe, éste es un universo literario que quiero seguir explorando y volveré a escribir sobre ello :)
EliminarLa verdad es que Mongabay, al haber escrito previamente un poco sobre él, me resultó más fácil de tratar que empezando con un nuevo personaje, así que esta conexión es especial por haber escrito de ambos personajes por separado.
¡Otro abrazo y buen martes Julia!
Un gran relato. Me he quedado con ganas de más aventuras sobre el Amo de la lluvia.
ResponderEliminarHola y bienvenida Karina. Me alegra que te haya gustado la historia y te apetezca leer más sobre el Amo. Al final del texto hay un enlace que te mostrará el primer texto que escribí sobre él :)
Eliminar¡Un saludo!
Yo soy de la opinión de que, en el título ya te has ganado (o no) a un buen número de lectores. Es la presentación, la cara del relato. Supongo que estarás de acuerdo conmigo. Yo por ejemplo, cuando tengo el relato pensado en la trama, lo que más me cuesta es darle un nombre. En cambio, otras veces he escrito relatos a partir de un título. El tuyo me ha gustado, es muy sonoro, y obliga a su lectura. Tiene un aire, como te diría, como si te fueras a leer una historia de Tarzán, o del Jabato, o sobre las aventuras del Dr. Livingstone en África, algo muy exótico y que habla de misterios, de aventuras. Luego te encuentras con una historia detectivesca que mezcla todo lo variado del pulp: el clásico detective a lo Humphrey que pasa apuros, con lo fantástico y la literatura de monstruos alienígenas o demoníacos.
ResponderEliminarMuy buenos diálogos y descripciones. Por cierto, mira que has detallado y descrito al Amo con minuciosidad… pero he sido incapaz… Cabeza entre pulpo y cocodrilo, con chaqueta de cuero sin forma fija… Sobrepasaste hasta mi capacidad de imaginación, colega, je, je (estaba tratando de visualizar al motorista fantasma con macrocefalia y unos dientes como los de un Tiranosaurus rex)
Vamos que, super completo.
Y bueno, el final muy correcto también. Yo, a medida que Trentwood iba contando la historia me veía que éste era el último caso para el pobre Mongabay.
Me ha gustado tu trabajo. Enhorabuena.
Un abrazo compañero
Hola compañero, siempre son bienvenidos comentarios tan extensos de tu parte jeje. Estoy de acuerdo en que un título ha de tener gancho para atraer a la gente, aunque es cierto que a veces hay grandes relatos con malos títulos, y viceversa, pero es bueno tener tanta variedad para poder opinar jeje. Admito que le di varias vueltas, porque tampoco quería que fuera un título demasiado largo, pero al mismo tiempo quería remarcar que volvía a narrar algo más sobre uno de mis personajes favoritos. Me resulta genial leer en los comentarios, que la mención del Amo ya atrae a un buen número de personas a leer lo más reciente sobre él.
EliminarGracias en cuanto a la valoración de diálogos y descripciones. He hecho un pequeño ajuste para expresar mejor eso mismo que te ha costado imaginar jaja, a ver si así transmito mejor la idea que tenía.
Podría haber terminado como dices, aunque al ser éste un personaje que aparece en una novela de grupo en la que he colaborado, y siendo esa novela en una fecha posterior a ésta que he escogido, habría sido algo poco coherente. Pero bueno, ya sabes, quedó a salvo...por el momento jaja.
Gracias nuevamente por la felicitación. ¡Otro abrazo!
Como le dice Peter Mongabay a Trentwood tras explicarle su encuentro con el Amo de la Lluvia: "Su historia es… como poco extraordinaria, inquietante y tenebrosa" Y tal que así es este relato, un texto escrito con pasión, detallismo y aire cinematográfico. Me ha encantado el sueño del protagonista, la aparición y descripción del villano, y la incursión del detective, del cual he rememorado ese encuentro con el archivo del Amo en el sótano oculto de Her Vex. Así descubrimos la primera toma de contacto entre Mongabay y este oscuro ser y su influjo sobre los que leen su libro, a través de la experiencia directa de un personaje que ya jamás volverá a saborear la cordura. Una narración fluida, sumamente entretenida y de momentos electrizantes. Has mezclado el suspense y el terror de manera admirable. Una buena sesión de lectura, todo un placer, José Carlos.
ResponderEliminar¡Abrazo, Celdíaco Compañero!
Es divertido ver que una frase de los diálogos tenga un uso adicional que no había pensado, el de resumir el espíritu de este relato :) Aprovechando la naturaleza cambiante que le otorgué al Amo en su primera aparición, disfruto describiendo distintos aspectos para él, y también diferentes formas de aparecer.
EliminarComo ya leíste el capítulo de la mansión, sabías que tarde o temprano contaría el por qué Mongabay sintió terror al ver aquel archivo jeje. Ya sabes, una vez que él se aparece en tus sueños...hay poca posibilidad de escaparse.
Es un placer saber que la lectura te ha deparado momentos de suspense y terror. ¡Otro abrazo Compañero!
José me ha encantado. =) No te puedo dejar solo sin controlar, mira lo que escribes, jejeje Muy bueno, compi. Ya me gustó mucho el Amo en el anterior relato, y con este te superas. ;)
ResponderEliminarEn otro hueco me paso a leer lo del Proyecto Fobia que también le tengo ganas. ;)
Un abrazo grande. =)
Gracias Sole, ya ves que desapareces una temporada y me descontrolo con estos relatos jaja. Me alegra que te siga gustando el peculiar universo de este ser, seguro que él agradece tener una pampiro-seguidora como tú. Espero que el otro texto siga manteniendo tu interés también :)
Eliminar¡Otro abrazo enorme!
Me ha encantado tu relato, esas líneas tan interesantes me han mantenido atrapada durante un rato. Me gustan los relatos sobre detectives y me ha recordado mucho a uno que yo escribí, te invito a que lo leas: http://trackontime.blogspot.com.es/2015/01/almas-absorbidas-habia-llegado-de-la.html?m=1
ResponderEliminar¡Un saludo!
¡Gracias Laura! Y ya de paso bienvenida a la burbuja :) Que hayas quedado atrapada es una grata noticia. A mi también me gustan este tipo de relatos, aunque hasta la fecha leo más sobre ellos de lo que escribo jeje. Claro, le echaré un vistazo a ese otro relato tuyo.
Eliminar¡Un saludo!
Muy bueno el retorno del Amo, amigo José Carlos. La idea de ese espectador externo (ese detective privado que tanto me recuerda a los protagonistas del cine negro clásico), de las malas artes del Señor de la lluvia es genial, agrandando el universo ficticio en el que transcurre la trama para hacernos pensar (y espero no estar equivocado) que no habrá dos sin tres, y que el Amo volverá a hacer de las suyas.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Hola de nuevo Bruno, gracias por tus palabras. Fíjate qué cosas, este texto tuvo lugar por mi deseo de narrar otro episodio del Amo, y aprovechando que cuando lo escribí, participaba en la redacción de una novela donde el detective era protagonista. Como me gustó en el personaje ese aire a cine negro que has destacado, decidí narrar esta investigación suya como algo anterior a la novela.
EliminarTen por seguro que tu intuición es del todo cierta, que habrá más apariciones, el Amo es de mis creaciones favoritas y quiero seguir narrando otras apariciones a distintas personas y en otras épocas. ¡Otro abrazo!