Para poneros en situación antes de comenzar la lectura del texto, os recuerdo que la narración de esta historia, se hace entre el pasado y el presente del doctor August Remprelt. Los capítulos impares son del pasado, y los pares son del presente.
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Capítulo 4: La ley de Remprelt
Noviembre de 1988
Una vez que Remprelt
colgó el teléfono, situado encima del escritorio de su despacho, se quedó
pensativo en la silla giratoria. La noche anterior había sopesado y mucho si
darle o no una oportunidad a Stan. En condiciones normales, y desde su etapa
universitaria, tenía una intuición estupenda para juzgar la valía de una
persona, y su posible peligrosidad hacia sus intereses. Pero Stan se había
colado en el grupo al que pertenecían las excepciones. Se había mostrado como
un estupendo candidato para el puesto vacante, y había mencionado cosas que a
Remprelt le hicieron ver en él un posible nuevo devoto para su proyecto. La
entrevista del día anterior había ido bien, hasta que Stan mencionó aquella
frase sobre el demonio y su merecimiento de saber la verdad. ¿Quién había dicho
aquella frase en el pasado?
Sin embargo, y al margen
de esa duda, Remprelt había sacado conclusiones positivas del resto de la
charla. Quizás se alarmó por nada con aquella frase, habida cuenta de la gran
cantidad de personas que habían pasado por su vida, y que podrían haberla
dicho. De ahí la oportunidad que iba a darle a Stan de ser el nuevo vigilante
nocturno, siempre que su semana de prueba resultara satisfactoria. No obstante,
y como nunca estaba de más ser precavido, Remprelt descolgó el teléfono para
hacer otra llamada antes de volver a su rutina.
Dean Petrinelli estaba de
pie, tomándose una taza de café, y disfrutando de las vistas que se apreciaban desde
la ventana de su despacho. Era uno de sus rituales matutinos, y uno de esos
momentos de tranquilidad que tanto se agradece conservar con el paso del
tiempo. En aquellas primeras horas de la mañana, los alrededores estaban
tranquilos. Generalmente era así. A medida que fueron filtrándose los primeros
rayos de sol por la ventana, éstos se reflejaron en la estrella que Dean
portaba en su uniforme y que revelaba la importancia de su labor. Él era el
sheriff del condado, un trabajo que llevaba ejerciendo de manera impecable durante
dos décadas, desde que cumplió los 31 años. Claro que la etiqueta de
“impecable” se la había auto impuesto él mismo desde hacía algunos años, a raíz
de su amistad con August Remprelt, el director del psiquiátrico Clarkson. Aunque
analizada de un modo estricto, más que una amistad, se trataba de una relación
de conveniencia, aderezada con respeto mutuo por la labor que cada uno ejercía.
Dean conocía el “Proyecto Fobia”, y era un gran defensor del mismo.
Todo había comenzado con
el asesinato de su hija Francesca 4 años atrás, en 1984. Una noche, cuando Francesca
volvía a casa tras visitar a una de sus amigas, había sido abordada en plena
calle por uno de sus antiguos profesores de instituto. Esto se supo con
facilidad porque una testigo les vio charlando cerca de su casa. Aquel tipo,
llamado Preston, se aprovechó de la confianza que le inspiraba a Francesca para
lograr sus fines, ya que la deseaba desde que le impartió clase. Lejos de
contentarse con haberla violado, la estranguló hasta matarla. Posteriormente la
dejó tirada en un callejón, donde fue encontrada al día siguiente con las
primeras luces del alba.
Para llegar a esta
reconstrucción de los hechos, Dean tuvo que remover cielo y tierra, y no lo
habría logrado sin Remprelt. Claro que antes de entrar en contacto con él,
había derramado lágrimas de impotencia junto a su esposa Carla, cuando Preston
alegó locura transitoria en el juicio, y el juez, lejos de condenarle a pasar
el resto de su vida en la cárcel, ordenó su ingreso en el Clarkson. El día de
aquel veredicto, Dean se sintió traicionado por el sistema que tanto se
esforzaba en hacer valer a través de su trabajo como agente de la ley. A Carla
le bastó saber que aquel violador no estaría en libertad y no haría más daño a
nadie durante una temporada, pero a Dean no le produjo ninguna satisfacción. Había
pruebas irrefutables de la autoría del crimen (semen y todo tipo de rastro
genético de Preston), y aunque alguien con la suficiente sangre fría no habría
dejado semejante rastro para que le cazaran, Preston nunca había estado loco. No
tenía familia que corroborara que estaba cuerdo, pero era un miembro bien
valorado por el resto de profesores de instituto, y nadie se había quejado
jamás de su conducta. Dean siempre tuvo la sensación de que el juicio había
sido una farsa, y que de poco había valido su profesión para que le ayudaran a
obtener venganza por medio de una condena a prisión. Jamás olvidaría la risa
que flotaba en el rostro de Preston cuando escuchó el veredicto, sintiéndose
ganador en aquel asalto frente a la ley. Por suerte, el tiempo pone a cada uno
en su sitio, y de eso se ocupó Remprelt.
A pesar de que ya hacía
casi 4 años del primer encuentro, Dean tenía bien fresco en la memoria el día
que conoció a Remprelt. Estaba en su despacho, llorando sobre una foto de
Francesca. Aunque la puerta estaba cerrada, Dean se esforzaba tanto en recordar
a su hija, que no se había percatado de la intrusión. La voz de Remprelt
funcionó como un enorme salvavidas emocional, preguntándole algo que cerró
repentinamente el grifo de sus lágrimas: ¿quiere impartir la justicia que las
autoridades le negaron?
Dean no respondió nada en
ese momento, pero le indicó a Remprelt que se sentara frente a él, y escuchó
con creciente empatía lo que su visitante le expuso. Le había contado el
proyecto que se traía entre manos, la finalidad de aplicar una ley que fuera
efectiva allá donde la justicia había fracasado o había mirado hacia otro lado.
Remprelt se había ido ganando la devoción de Dean en aquel primer día, como el
predicador que da el discurso que muchos oyentes desean oír, y que les convierte
en auténticos devotos de una causa, por disparatada que sea. Le había dicho
cuanto necesitaba escuchar, y le había invitado a comprobar en persona el trato
que iba a dispensarle a Preston, que estaba bajo su supervisión en el Clarkson.
Y Dean, lejos de haber arrestado a aquel doctor por las cosas tan alejadas de
la legalidad que pretendía hacer, concertó un encuentro para presenciar el
trato a Preston. Aquella había sido una de las mejores decisiones de su vida.
Cumpliendo su palabra y vestido de paisano, acudió al Clarkson, donde Remprelt
le condujo al sótano, el terreno donde imperaba “la ley de Remprelt” como Dean
la bautizó mentalmente con el paso del tiempo.
El placer que Dean
experimentó al ver a Preston en una sesión de hipnosis, fue tan sublime que
empezó a ver consumada parte de su sed de venganza. Observar la labor de
Remprelt con su péndulo fue algo inolvidable. Primero le había sacado a Preston
la confesión de todo lo ocurrido la noche que Francesca murió, y posteriormente
había averiguado que Preston tenía fobia a las abejas. Así que Remprelt había
sacado provecho de la apifobia de Preston, haciéndole creer que su cuerpo
estaba lleno de abejas, algunas de las cuales se introducían por cada orificio
de su cuerpo. Dean escuchó con satisfacción cada grito cargado de terror que salía
de la garganta de Preston, deseando que aquel condenado despojo sobreviviera a
esa tortura para recibirla eternamente. No sin cierta malicia, Dean pensó que
al igual que Preston había violado a Francesca, Remprelt estaba violando cada
rincón de la mente de Preston. Esa cadena de pensamientos hizo aflorar en el
rostro de Dean una sonrisa casi idéntica a la que Preston mostró tras el
veredicto del juez. La ley de Remprelt.
Y desde entonces, Dean se
convirtió en todo un protector legal para los experimentos de Remprelt,
intercediendo para que muchos delincuentes acabaran ingresados en el Clarkson.
También le ayudaba cuando alguna de las sesiones se le iba de las manos al
bueno del doctor y el paciente moría. A fin de cuentas, había que aparentar
legalmente que esas muertes fueran por distintas causas a la verdadera. Y ahí
Dean se tenía que arremangar para salvar la situación, preparando escenarios
para guardar las apariencias, y haciendo valer la autoridad que le confería su
puesto como sheriff del condado. De todas formas, desde que empezó a ayudar a
Remprelt dormía de un tirón, y tenía la sensación de estar cumpliendo todas las
leyes posibles, justas o no. Jamás le había contado a Carla nada de lo
concerniente al doctor y el psiquiátrico, no hacía falta. Él se encargaba de
hacer más segura la vida de muchas personas, incluida su mujer, y no todo el
mundo tenía que saber los métodos usados para lograr esa seguridad. Los tipos
como Dean y Remprelt hacían un trabajo oscuro que muy pocas personas podrían
entender y apoyar, y por eso el proyecto y su complejidad quedaba salvaguardado
por un reducido grupo de personas.
El teléfono empezó a
sonar en el despacho, y sacó a Dean de sus pensamientos. Una vez que se acercó
a su escritorio y lo descolgó, escuchó esa voz tan influyente y familiar. La
voz de Remprelt:
- Buenos días Dean, quiero
que hagas algunas averiguaciones por mí.
- Buenos días August, ¿de
qué se trata?
- De un posible empleado
para el psiquiátrico, ayer le entrevisté, y aunque parece una opción muy
válida, algo me genera dudas.
- ¿Quieres que investigue
si tiene antecedentes o algún trapo sucio?
- Te lo agradecería, si no
hay nada sospechoso en él, podría ser un miembro muy válido para nuestra causa.
- Vaya, en cuanto colguemos
me pondré manos a la obra, a ver qué averiguo- y Dean cogió un papel y un
bolígrafo para anotar el nombre-. ¿Cómo se llama?
- Stanley Farrell.
Seguramente no haya nada raro, pero si le contrato será el vigilante nocturno,
y necesito saber hasta qué punto puedo confiar en él.
- Te entiendo perfectamente
August. ¿Algo más que quieras saber sobre Stanley?
- No- un profundo suspiro
al otro lado de la línea le indicó a Dean que Remprelt estaba indeciso-, o
bueno, sí. ¿Te resulta familiar la frase “hasta el demonio merece que le cuenten
la verdad”?
- Pues no, no la había
escuchado jamás. ¿Por qué lo preguntabas?
- Nada, simple- y Remprelt
arrastró un poco la última letra- curiosidad. En cuanto tengas algo llámame. Da
igual la hora que sea.
- De acuerdo August, así lo
haré. Dame un día y te contactaré.
Y ambos colgaron el
teléfono. Remprelt abrió el armario de su despacho en el que guardaba algo de
ropa, y se puso una de sus batas blancas. Cogió el estetoscopio que reposaba
encima del escritorio, y tras cerrar el armario salió del despacho, cerrando
con llave la puerta. Por su parte, Dean terminó su café, cogió su abrigo y su sombrero
Stetson, y salió del despacho. En condiciones normales le habría encargado
aquella tarea a alguno de sus subordinados. Pero si se trataba de un candidato
para el proyecto, eso requería la mejor atención posible, y él se encargaría
personalmente de realizar las indagaciones necesarias para averiguar más sobre
aquel tipo.
Aquella mañana pasó muy
rápido para Stan, que la dedicó en exclusiva al repaso de toda la información
que había recopilado sobre Remprelt y el Clarkson. Sabía que no era necesario repasar
lo que tenía, porque la verdadera información que necesitaba, tendría que
obtenerla desde dentro. Pero el primer paso había sido exitoso, y recibir la
llamada del doctor le había puesto de muy buen humor. Claro que a ello
contribuía el hecho de no haber revisado esa mañana una carpeta específica,
cuyo contenido siempre sacaba a relucir lo peor de su carácter. Él la llamaba
“la carpeta de los horrores”, porque, a pesar de contener un puñado de papeles
oficiales y algunas fotos, simbolizaba una de las peores noticias que había
recibido en los últimos años. Su necesidad de trabajar en el Clarkson y de
ganarse a su director, habían nacido desde que aquella carpeta llegó a su
poder. Sabía que tarde o temprano volvería a mirarla antes de acabar el día. El
horror que contenía aquella carpeta, era una de las razones de que hubiese
dedicado dos años de su vida a crearse una identidad falsa que fuese su tapadera.
Poco después de comer,
Stan se dirigió a su habitación, donde tenía un espejo de cuerpo entero, y
empezó a hablarle a su reflejo. No se trataba del acto de alguien que está
perdiendo la sesera, sino de una práctica que venía realizando semanas atrás, y
que le hacía parecer un actor ensayando un papel para representar. Stan se
dedicaba en primer lugar a hablar consigo mismo, y posteriormente practicaba
distintas miradas frente al espejo, tratando de discernir con cuál de ellas
podría ocultar mejor sus pensamientos. No olvidaba que Remprelt era un reputado
doctor, especializado en el campo de la mente humana, y no deseaba que se
descubrieran sus verdaderas intenciones para querer el puesto nocturno. Para
introducirse un poco en el papel de guardia, cogió una porra invisible, y la
elevó en el aire, acompañándola de una mirada cargada de odio, simulando a un
verdadero guardia que tuviera que amenazar a alguien para mantener el orden. Y
toda la tarde se le fue practicando frente al espejo.
Llegada la noche, Stan se
dio una ducha, se preparó la cena, y puso al lado de su plato la “carpeta de los horrores”. La abrió con la mano que tenía libre, y fue pasando las páginas,
una a una, hasta llegar a las fotografías que tanto dolor le hacían sentir. Nunca
quería verlas, pero la parte más retorcida de su interior tomaba las riendas en
ese caso, y actuaba por libre. No pudo evitarlo, y terminó llorando. Conocía
bien esas lágrimas, eran las que precedían a su ira. Entonces, al tiempo que
sus ojos dejaban de llorar, cerró la carpeta y la tiró al suelo. Su pulso se
aceleró, los labios empezaron a temblarle, y su rostro adoptó una mueca propia
de un perro rabioso. Segundos después dio un puñetazo tan fuerte sobre la mesa,
que tiró un vaso lleno de agua y volcó el plato con lo que quedaba de su cena. La
mano del golpe le dolería durante toda la noche, pero agradeció haber
descargado su ira en la privacidad de su casa, donde nadie podía verlo. Al día
siguiente volvería a representar su papel ante el doctor, y se abstendría de
mirar la carpeta durante una temporada, salvo que fuera extremadamente
necesario. Una semana de guardar apariencias, y con suerte podría empezar a
investigar lo que le pasó a ella, la mujer de las fotos que tantas emociones
contrapuestas le despertaba.
Continuará...
La historia que en cada capitulo vamos creando muchas dudas de lo que va a pasar con cada personaje. Sabes mantener la intriga en cada entega, seguiremos a la espera del próximo. Un abrazo
ResponderEliminarEsa es la intención de estos capítulos iniciales, la de dar a conocer a los personajes que tendrán mayor relevancia. Me alegra que te sientas intrigada y con ganas de más. ¡Un saludo compañera!
EliminarCon esta lectura cierro la "carpeta".
ResponderEliminarUfff! ...ansiosa por seguir leyendo..
Gracias por compartir.
Te sonrío con el Alma.
Hola, cierra rápido esa carpeta jeje. Es un placer leerte que estés ansiosa por saber más de la historia. Gracias a ti por pasarte y dejar huella en los comentarios. ¡Otra sonrisa igual!
EliminarMe encanta como se está desarrollando la historia, y vamos conociendo un poquito mejor las motivaciones de los personajes. En este capítulo, me pongo un poco de parte de Dean... si hubieran violado a mi hija, me encantaría que el violador y asesino cayese en manos de alguien como Remprelt. Es muy humano querer que el que te ha arrebatado a alguien pague, y si la justicia no actúa...
ResponderEliminarAl final, hasta conseguirás que nos metamos en su pellejo, jajaja.
Genial, JC.
Mil besos
Me halaga leerte que te guste el desarrollo y el devenir de las cosas, ya has conocido a otro personaje importante de la trama. Como el objetivo aquí era, principalmente, presentar a Dean y dotarle de la mayor profundidad posible en cuanto a su asociación con el doctor, es genial saber por tus palabras que hayas sentido empatía. Para Dean la justicia ha de ser aplicada, sea la humana o divina, y Remprelt es casi como un dios para él.
Eliminar¡Gracias por pasarte a comentar Chari, otros mil besos!
Interesante capítulo, sí señor. Primero, por el amargo relato de lo ocurrido a la hija de Dean y su sed de justicia con tintes de venganza; después por la conversación telefónica del doctor y el sheriff; y finalmente por la escena final.
ResponderEliminarLa verdad es que el doctor es un personaje que me genera muchísima curiosidad, pero a la vez me da un poco de miedo por cómo es y esa idea tan macabra del Proyecto Fobia.
Dean también da un poco de miedo, me recuerda mucho a esos polis "corruptos" (por el motivo que sea, en este caso por querer que la gente esté a salvo, hace cosas que no debería) que salen en algunas series o películas. Pero me gusta igualmente.
Y el papel de Stan es de los más interesantes que he visto. Saber que ha estado preparando esa identidad falsa durante mucho tiempo para no dejar nada al azar, lo hace aún más atractivo a mis ojos. Todos tan humanos como macabros, pues la reacción al ver la carpeta... Cosa que me parece normal si es una persona allegada, aunque aún no sepamos la relación que existe entre Stan y la mujer misteriosa.
Y ahora tendré que esperar para leer los siguientes capítulos, jo >.<
Hola y gracias por tan extenso comentario. Para presentar a Dean y argumentar sus razones a la hora de cubrir a Remprelt, consideré necesario explicar de un modo resumido pero no carente de pensamientos, el suceso acaecido con su hija. Me alegra que te gustara la psicología del sheriff.
EliminarSobre el doctor, la verdad es que está muy bien que sea un personaje que genero miedo y curiosidad, sin duda es lo que es por la infancia que tuvo y la manera en que decidió seguir adelante con su vida. Dean tiene sus razones para ayudarle, y, ya sean morales o inmorales, para él la justicia que no se alcanza en brazos de la ley, se logra al margen de ella.
Por último, Stan es un personaje muy especial por sus intenciones, las cuales voy mostrando poco a poco. Se tomó con paciencia la necesidad de crearse una identidad falsa, y trabajó mucho ese aspecto para cubrir sus huellas. ¿Quién será la mujer misteriosa? Para desvelarte eso será un placer seguir teniéndote como lectora y seguidora activa de la historia.
¡Un abrazo compañera!
¡Woow, José Carlos! Este ha sido, sin duda, el capítulo clave, como cuando empiezas a ver una serie y de repente te sientes totalmente enganchado a la historia, a los personajes, a las situaciones y a todo lo que está por ocurrir. Se han abierto frentes de los que uno ya no puede escapar sin saber, cabos que, gracias al buen hilo narrativo, y a la precisión de las descripciones, acciones y motivaciones de los personajes, este lector ya no puede pasar sin verlos atados. Estáis haciendo un enorme trabajo, tú y Ricardo, y saberme partícipe de este proyecto es un gran honor. Espero estar a la altura cuando llegue el turno de mi aportación. He disfrutado mucho la lectura de esta entrega, a parte de colaborar, me considero un gran fan de esta genial saga de misterio y terror. Mi más sincero aplauso.
ResponderEliminar¡Abrazo, Compañero!
Eso mismo digo yo ante tu comentario Edgar...¡woow! Es un halagado tremendo que veas este capítulo como el gancho perfecto para subirte definitivamente al carro de esta historia.
EliminarMe alegra ver recompensados los esfuerzos invertidos para ofrecer un capítulo con distintos frentes abiertos para cada personaje principal.
Ya sabes que es un placer tener a la espera para dejar tu huella en esta historia, no me cabe duda de que harás un gran trabajo compañero.
¡Otro abrazo Edgar!
Estoy de acuerdo con Edgar en que éste es el capítulo de "enganche" a la historia del sanatorio y sus habitantes. Nos dejas con muchas preguntas en la cabeza y vamos conociendo el universo mental de cada personaje que, seguro, confluirán en algún momento.
ResponderEliminarMuy buen capítulo, me gustó la atmósfera,me sentí transportada a ese sótano cerrado donde se imparte la Ley de Remplelt. Abrazo celdiaco!
Vaya Mendiel, así que ya sí que te quedas definitivamente enganchada a la historia :) Eso es lo bueno, suscitar dudas en las mentes lectoras, ya que cada personaje de esta historia oculta cosas, y quizás Remprelt es el que menos secretos pueda esconder...
EliminarYa sabes, donde no llegue la ley, siempre quedará una opción más para hacer "justicia". ¡Otro abrazo!
Muy bueno, José Carlos, muy bueno, te felicito. Como comentan otros compañeros, fenomenalmente desarrolladas las tres partes del capítulo. Ya vamos viendo en qué consisten los métodos del doctor, je, je, y podemos experimentar el placer morboso de lo que está por venir. Por otro, como tú dices, nos vas presentando a los personajes, nos vamos metiendo en su psique y entendiendo su forma de actuar, paso primordial para el desarrollo de un buen relato largo como éste. Mientras nos introduces elementos intrigantes en las conversaciones que dan pistas y motivan para seguir adelante. Y de broche final, la escena de Stan. ¡Genial! cómo manejas la tensión y la intriga para dejarnos con las ganas de saber lo que va a pasar, quién es esa mujer misteriosa y las verdaderas razones de él para presentarse al puesto. En general me parece una buenísima saga de terror y misterio que estoy seguro nos va a sorprender a cada capítulo.
ResponderEliminarTanto tú como tus compañeros estáis haciendo un gran trabajo. Mis sinceras felicitaciones
Un abrazo
Gracias por esa felicitación Isidoro, es un placer leer comentarios donde se compensa cada rato invertido en elaborar un capítulo.
EliminarYa ves cómo se las gasta el doctor, y no será la primera vez que se describa una de sus sesiones jeje. Y sí, es exactamente así, para una historia que va a tener una extensión larga, considero primordial profundizar en los personajes sobre los que va a recaer gran parte de la trama, al menos en la parte del presente.
No te quepa duda de que Stan esconde más de lo que estas dosis de información que facilito puedan hacer pensar. No deja de ser una satisfacción leer tus comentarios como seguidor activo de esta saga, y espero que el resto del viaje te merezca la pena en cada nuevo capítulo :)
¡Otro abrazo!
Se pone súper interesante y me quedo con ganas de saber más jejeje. Me sumo a todo lo que te han dicho!:)
ResponderEliminarHola Elena, que te quedes con ganas de más es buena señal jeje, y si encima estás de acuerdo con comentarios anteriores, mejor aún :) Un placer tenerte como seguidora de esta historia. ¡Un abrazo compañera!
EliminarMuy buen capítulo, la narración bien llevada, como he leído en algún comentario el manejo de la tensión narrativa es muy bueno, y se van desvelando giros en la trama que hacen que el lector quiera saber más. Aguardamos por la próxima entrega. Saludos.
ResponderEliminarHola Jorge, gracias por tus comentarios. Me alegra haber elaborado una narración que atrape al lector hasta el final, sobretodo si los giros de la trama como mencionas dejan con ganas de más. Será un agradable reto que la próxima entrega te cause igual efecto. ¡Un saludo!
EliminarGenial, José. Qué manera de enganchar al lector. Estáis creando una historia adictiva, compis. ;)
ResponderEliminarUn abrazo celdíaco. =)
Gracias Sole, este capítulo me dejó muy buena sensación al terminarlo, porque tenía el reto de hablar de los tres personajes a pesar de centrarme principalmente en uno de ellos para explicar su historia. ¡Otro abrazo celdíaco!
EliminarY aparece un nuevo personaje en esta trama. Y vaya personaje, un policia con muchos claroscuros que estoy seguro que dará mucho de que hablar. Por su parte Stan sigue escondiendo sus cartas, lo cual parece que nos llevará a un gran duelo entre dos mentes brillantes.
ResponderEliminarSaludos!
En efecto Santiago, Dean se encuentra caminando sobre el alambre que le separa de caer al abismo del bien o del mal, y tendrá su importancia en la historia. Por su parte, Stan seguirá ocultando sus intenciones, aunque se irán desvelando algunas de sus cartas poco a poco. ¡Un saludo!
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