26 de julio de 2016

Un encuentro casual XI

Era curioso, pero la lluvia parecía el elemento canalizador en la relación de Gabriel y Natalia. Había estado presente en los primeros días en que se conocieron, y también en el día en curso, que había supuesto un pequeño bache para ambos. Gabriel no había reparado en ese detalle anecdótico, hasta que se encontraba saliendo del taxi que le había llevado al edificio donde vivía Natalia. Se resguardó de la lluvia en el portal, y apretó el pulsador del piso de ella. Como no obtuvo respuesta, dedujo que había logrado llegar antes.

Natalia estaba algo nerviosa mientras el taxi que la llevaba a su piso recorría las últimas calles del trayecto. Anhelaba volver a acariciar a Gabriel, sentir nuevamente la suavidad de sus labios y la pasión de sus besos. Y la sola idea de pensar en dejar de disfrutar de esos placeres, se le antojaba muy triste aunque con el tiempo se sobrepusiera. Pero no había que pensar en el futuro, sino en el presente, y en volver a encauzar las cosas al punto mágico en que estaban antes de la escena del hotel.

Mientras Gabriel miraba a un lado y otro de la calle buscando un taxi que trajera a Natalia, divisó una figura en uno de los extremos de la calle. No podía distinguirla con claridad debido a la intensidad con la que caía la lluvia, pero le resultaba familiar, y a medida que se acercaba la iba viendo menos difuminada…

El taxi entró por el extremo opuesto de la calle, y eso provocó que Gabriel dejara de prestar atención a la figura que se aproximaba. Al reconocer a Natalia en el interior del vehículo, se acercó al mismo para abrirle la puerta. Ella le pagó al taxista, y sonrió al ver a Gabriel. Algunos segundos después, ambos dieron una pequeña carrera hasta el portal, mientras el taxi daba la vuelta y se marchaba de allí.

Estaba teniendo lugar un momento precioso entre ambos. Como si de una película se tratase, la banda sonora la ponía el sonido del agua al caer con intensidad sobre la calle. Y Gabriel y Natalia…se quedaron mirándose el uno al otro sin pestañear durante un par de minutos. Si se hubiese tratado de una película, habría sido el momento en que alguien habría gritado a pleno pulmón un “bésala”. Y aunque no era una película, Gabriel y Natalia se fundieron en un cálido y pasional beso, haciendo que sus corazones cogieron el ritmo de locomotoras fuera de control. Las explicaciones vendrían después, tocaba disfrutar de aquel momento.

Mientras en el portal tenía lugar el tórrido momento, la figura que seguía caminando bajo la lluvia observaba atentamente la escena, sintiendo una creciente furia en su interior. Entonces, en un arrebato de ira, sacó un teléfono móvil de su bolsillo, y lo lanzó hacia el portal.

El interminable beso entre Gabriel y Natalia, que no sólo estaba volviendo a poner las cosas en su sitio, sino que además estaba encendiendo el fuego interior de cada uno, se vio bruscamente interrumpido cuando un objeto impactó de lleno en el cristal de la puerta que había tras ellos. El cristal no se rompió, pero sí quedo dañado, y Gabriel y Natalia miraron al lugar de procedencia del objeto.

Allí estaba Emilio, el ex-marido de ella. Gabriel aún no conocía esta relación, pero sí le había visto besarla a ella en el hotel, y eso, unido a lo que acababa de pasar, y al rictus de terror que había provocado en el rostro de Natalia, le hizo estallar de cólera. Jamás en toda su vida se había sentido tan lleno de furia, por eso le sorprendería recordar con el paso del tiempo, el modo en que había actuado.

Lo que ocurrió fue que, tras reconocer al tipo del hotel, Gabriel, a pesar de que Natalia intentó retenerle, se dirigió corriendo hacia aquel indeseable. Y a juzgar por la reacción del tipo, que empezó a retroceder cada vez más rápido, Gabriel tuvo que darle miedo.

Natalia se quedó petrificada, sin saber qué hacer. Desde su posición vio cómo Emilio se tropezó en uno de sus pasos de retirada, cayéndose en un gran charco sobre la acera. Gabriel, que había aminorado la marcha, se acercó hacia Emilio, le agarró de la ropa para incorporarlo un poco, y le propinó un puñetazo.

Con una mezcla indescriptible de sensaciones, Natalia sintió cierta liberación cuando Gabriel, tras haberle pegado a Emilio, le gritó con todas sus fuerzas:

- ¡Déjala en paz!

Gabriel, tras gritarle a aquel tipo, y con el puño dolorido por el golpe que le había propinado, le soltó la ropa, y empezó a caminar hacia Natalia. Se sentía muy raro, ya que jamás se había peleado con nadie, ni tampoco dado un puñetazo en serio y no de broma. Lo único que deseaba en aquel instante, si es que se lo merecía, era caer en los brazos de Natalia. Por eso, cuando volvió junto a ella, la abrazó. Natalia salió del estado de indecisión en el que estaba instantes antes, y le devolvió el abrazo. Por un instante fugaz, pensó en él como su caballero de la lluvia. Su apuesto, valiente y tierno caballero.

No estaba bien resolver las cosas con violencia, pero Emilio, tras levantarse y dedicarle una última mirada a la pareja, se marchó de la zona. Y Natalia, aunque en aquel instante no lo supiera, jamás volvería a verlo en su vida. Así que nunca pudo saber que aquel puñetazo, fuera reprochable o no, activó el engranaje que Emilio tenía oxidado en su cabeza, comprendiendo al final que todo había terminado entre ellos, y que ella había pasado página.

Gabriel y Natalia se metieron en el portal, cogieron el ascensor, y una vez arriba, entraron en el piso de ella. Quizás no era el mejor momento para hablar, ya que tras lo ocurrido en el exterior tenían en su interior una extraña mezcla de deseo y adrenalina. Pero habían acordado por teléfono hablar de lo ocurrido en el hotel, y, tras secarse un poco la ropa, se sentaron en la cama de Natalia para hablar. Ella tomó la iniciativa:

- Me gustaría contarte todo de forma resumida, para lo cual te pido silencio hasta el final, donde podrás decirme todo lo que quieras, sientas o tengas en mente. ¿De acuerdo?
- Sí, prometo que estaré callado hasta que tú me avises para hablar.

Y así, Natalia, que cogió las manos de Gabriel entre las suyas, inició su relato. Le reveló quien era el
tipo que había desarbolado el día de ambos por completo, y le contó su matrimonio con él, así como su divorcio y todo lo que había sobrevenido en los años que precedían al actual.

Una vez que finalizó su relato, y antes de permitir que Gabriel hablara, ella le pidió perdón por la escena del hotel, y le besó con una intensidad que denotaba su temor de que aquel pudiera ser el último beso que se dieran. Una vez que sus labios se separaron, ella volvió a apretar las manos de Gabriel, y con un gesto de cabeza, le indicó que podía hablar.


Continuará...

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