25 de agosto de 2016

Un encuentro casual XII (Final)

Dice un gran tópico que sólo los niños y los borrachos cuentan la verdad. En el caso de Gabriel, también se podía añadir a lo anterior una nueva categoría, la del hombre perdidamente enamorado. Aunque claro, el camino hacia la verdad toma una dirección por acción y otra por omisión, en función de la reciprocidad de ese amor.

A veces, cuando uno siente algo y no es correspondido, la mejor elección no es contar la verdad, sino omitirla. Pero por suerte, Gabriel era consciente de que su relación con Natalia no flaqueaba en ese aspecto, y es por ello que decidió contar todo lo que sentía, sin ocultar nada:

- Cuando le vi a él besarte en el hotel…sentí un gran dolor, y una sensación de derrota como jamás había experimentado antes. Podía haber actuado de muchas maneras distintas, y es posible que eligiera la más cobarde de todas al huir de allí. Pero no sabía qué hacer Natalia. En mi interior todo estaba fragmentado. Pensé que así debía sentirse el capitán de un barco cuando se ve sorprendido por una intensa tormenta en alta mar.

En aquel punto, él puso sus manos sobre los hombros de ella, y continuó hablando sin dejar de mirarla a los ojos:

- Te quiero, eso no ha cambiado. Te quiero y deseo seguir viviendo esta especie de cuentos de hadas contigo. Prometo afrontar de un mejor modo los malos días que vengan, porque sé que vendrán para intentar agujerear cada buena vivencia que hayamos creado y compartido. Y eso es lo que todo mi ser necesita ahora, seguir elaborando buenos momentos juntos.
- Es lo mismo que yo deseo y necesito Gabriel.
- Siendo así, tengo una petición que hacerte para volver a la normalidad.
- Lo que quieras.

Y Gabriel levantó la mano con la que le había dado el puñetazo a Emilio, e hizo su petición: 

- ¿Podrías traerme una bolsa con hielo? Te reirás como una posesa, pero ese puñetazo ha sido la confirmación definitiva de que el mundo del boxeo estará mejor sin mí.

Y efectivamente, Natalia empezó a desternillarse ante aquel comentario, y Gabriel se contagió de aquella maravillosa risa que ella tenía. Incluso siguió riéndose una vez que ella fue a la cocina a por la bolsa con hielo.

Por lo demás, se pasaron el resto de la jornada en la cama, haciendo el amor con la ternura, la dedicación y la lujuria que se profesaban de manera constante. No había prisa por conciliar el sueño, no cuando los sentidos de cada uno estaban en perpetuo deleite y disfrute de cada caricia, beso o mirada. Gabriel y Natalia empezaban a ganarse un hueco en la lista negra de Morfeo. Pero si había una inmejorable razón para retrasar la llegada al reino de los sueños, ellos la tenían.

Los días fueron pasando, y Gabriel y Natalia continuaron viéndose a menudo. Y lejos de verse a solas, fueron avanzando socialmente como pareja, ya que Gabriel la presentó ante su círculo de amistades más cercanas, y le enseñó el piso en el que vivía con sus compañeros. A su vez, empezaron a quedar a menudo con el grupo de amistades de ella, que no tardó en acoger a Gabriel como uno más de los suyos por lo feliz que hacía a Natalia, y por lo encantador que les resultaba.

El único parón en la relación de ambos lo supuso la época de exámenes para él, que fue responsable y no salía de la biblioteca de la facultad más que para comer y dormir. Optó por hacer ambas cosas en su piso y no en el de Natalia, porque habría sido una tentación demasiado apetitosa estudiar anatomía de forma práctica en lugar de teórica, y eso le habría interferido negativamente en los exámenes.

Aun así, ella le hacía pequeñas visitas en la biblioteca sólo para saludarle y darle un beso, o para tomar un café en los descansos de él. Y desde luego, esas visitas ayudaban a Gabriel a estudiar con mayor ánimo, sabiendo que cuando aprobara todas las asignaturas posibles, una persona muy importante para él se sentiría orgullosa y le estaría esperando con los brazos abiertos.

Y así fue, cuando Gabriel supo su última nota de aquel curso, el orgullo no sólo le embargaba a él y su familia, sino también a Natalia, que le acompañó a la facultad a consultar la nota. Había logrado aprobarlo todo a la primera, sin necesitar estudiar durante el verano, y a buen seguro que eso depararía un enorme beneficio para ambos, que tenían planeado hacer un viaje.

Aunque antes de ese viaje, Gabriel hizo algo que pilló por sorpresa a todos los involucrados: presentó a Natalia ante su familia. Aprovechó que sus padres habían viajado hasta la ciudad para recogerle y ayudarle a llevarse las cosas del piso, y le pidió a Natalia que fuera hasta allí a verle.

Las cosas salieron mejor de lo esperado, ya que a pesar de la timidez que mostró Natalia por aquel inesperado encuentro, los padres de él no pudieron evitar percibir la inmensa felicidad que emanaba de su hijo al estar con ella. ¿Qué era mayor en edad? Sin duda, pero si él era feliz y ella también, eso es lo que importaba.

Por eso inicialmente los padres de Gabriel encajaron con estupefacción el que su hijo saliera con una mujer mayor que él, pero no mostraron desaprobación al respecto. Con el tiempo, tanto ellos como Natalia llegaron a profesarse un gran afecto, aunque no pudieran saberlo en su primer encuentro.

Tras las presentaciones, y antes de marcharse para pasar unos días con sus padres, Gabriel se despidió de Natalia, sabiendo que pronto volverían a verse y compartir el resto del verano. Ella le dio un abrazo y le dijo al oído lo feliz que era porque él hubiera dado ese nuevo paso con su familia, y él le dijo que todo el mundo debía ser partícipe de lo feliz que era con ella.

Y después de despedirse y reencontrarse algunos días después, el verano transcurrió, deparando maravillosas semanas de viaje y turismo para Gabriel y Natalia. No dejaban de hacerse fotos en cualquier lugar o momento del día, empezando a construir así un álbum de fotos y vivencias que nunca dejaría de crecer. 

Todo su amor había tenido como punto de partida un encuentro casual, y ellos jamás dejarían de agradecerlo lo suficiente.


FIN

Para leer el capítulo anterior, clickad aquí.

14 de agosto de 2016

Un año de burbujas

Nota introductoria: Este texto tiene la finalidad de conmemorar, algunas semanas después, el primer año de vida de este blog, que fue creado el 30 de julio de 2015. Lo he narrado en primera persona, espero que os guste, porque sin la gente que me seguís, no sé si estaría celebrando este primer aniversario.


Un año de burbujas

Qué extraño es todo esto. Estoy a bordo de un bote de remos, flotando sobre agua, y no veo nada a mi alrededor excepto lo que una lámpara que pende del bote me permite. Hace un momento estaba escribiendo el próximo relato que iba a subir a mi blog, y de repente…la negrura más absoluta antes de aparecer aquí. Aunque…un segundo… ¿qué demonios?

No puede ser…el bote está empezando a vibrar, y noto una gran perturbación en el agua que me rodea. Es como si algún monstruo marino fuese a emerger a la superficie. La vibración que hacía temblar la madera del bote está convirtiéndose en un brusco movimiento. Empiezo a pensar que voy a acabar en el agua como esto siga así. El bote empieza a moverse con furia, e intento agarrarme lo más fuerte que puedo a él. Es como si estuviera participando en un concurso de rodeo. Como esto siga así saldré catapultado y acabaré en el agua.

Poco a poco, y para tranquilidad mía, todo empieza a calmarse. Las sacudidas del bote empiezan a frenarse, y se han convertido en un suave vaivén. Sin embargo, mis presagios no eran infundados, pues algo está saliendo a la superficie no muy lejos de mí. No es posible… es…es… ¡una burbuja gigante!

Maldición, no puedo ver su interior, la luz de la lámpara no me permite satisfacer mi curiosidad. Sin embargo… tengo una extraña sensación sobre esa burbuja. Voy a usar los remos y me acercaré un poco más.

¡Es increíble! En el interior de esta burbuja se encuentra el Amo de la lluvia, una de mis creaciones. Va de un lado a otro cambiando su apariencia física. La luz de la lámpara me permite distinguir las gotas de lluvia que caen en el interior de la burbuja. Incluso hay pequeños relámpagos de manera intermitente. Mientras sigo fascinado por lo que observo, una nueva vibración del bote me advierte de que va a suceder algo nuevamente.

Esta vez no hay sacudidas violentas, pero una nueva burbuja vuelve a salir a la superficie. Me acerco remando hasta la misma, y no puedo dar crédito a lo que estoy viendo... ¡en su interior están Gabriel y Natalia dándose un abrazo! Mis personajes de un encuentro casual se prodigan en mimos y miradas cómplices. Y en su ritual de dulzura giran sus cabezas hacia mí, y sonrientes me dedican un efusivo saludo agitando sus manos en el aire. Me siento muy raro. Antes de darme cuenta les estoy devolviendo la sonrisa y el saludo. Otra nueva vibración del bote me avisa de la irrupción de una tercera burbuja en el agua.

Una vez que llego a su altura, veo en su interior… ¡al doctor August Remprelt! El tipo está en una de las salas de fobias que describí en su relato, y mueve su péndulo ante la asustada mirada de un chico tumbado en una camilla. Más vibraciones me sorprenden, y ya no es una, sino dos las burbujas que aparecen.


Desfilo ante ellas y no dejo de asombrarme ante lo que hay en el interior de cada una… ¡el mago Windor e Irvin “el Rayo” Shaw! Mi querido y cómico mago hace gala de su ineptitud con la magia, pues tras agitar la varita en el aire, aparece ante él un perro con malas pulgas, que empieza a perseguirle para morder su túnica. Pobre Windor, menos mal que poco a poco va mejorando su habilidad mágica, ya que es un tipo trabajador y merece progresar en la vida, aunque sea a base de tortazos. Vaya, con un nuevo movimiento de varita ha convertido al perro en una escoba, aunque ésta no para de darle golpes en el trasero con el mango. Qué grande eres Windor.

Por su parte, mi estimado Irvin está dando un paseo por Westernia, su planeta natal. Qué hermoso era aquello antes de la guerra de las cinco mafias. Cerca de Irvin se encuentra reunida la tripulación de su nave, cuyo nombre es… eh eh eh, aún no he contado esos detalles en el blog, así que no voy a adelantarme a ello. Sólo diré que es una gran tripulación, o mejor aún, una familia. Más y más vibraciones, y empiezan a aparecer tantas burbujas que pierdo la cuenta.

Voy remando para ver las que pueda. Y veo más y más caras conocidas. Distingo con facilidad a Jonás el taxidermista mirando embelesado la calavera que luce en su salón.  También reconozco a Casandra, bailando ante un maniquí en llamas. En otra burbuja está Jacinto, contándole la existencia de sus impulsos homicidas a un psicólogo. Incluso veo de refilón a Isidro el pirómano, prendiéndole fuego a un pequeño matojo. Vaya colección de mentes perversas tengo por aquí. Pero es lo estimulante de escribir, poder crear mentes sanas o insanas en los personajes.

Sigo remando hacia las burbujas que aún no he visto. Se me caen unas lágrimas al ver a Pavel Zitka construyendo juguetes en su taller. Decidí narrar su lucha contra la ELA para concienciar a la gente de la crueldad de esta enfermedad. Con el tiempo, él ya no podrá fabricar más juguetes por su deterioro físico, pero no estará sólo, pues hice que sus juguetes cobraran vida y le ayudaran en su labor hasta el fin de sus días. Las lágrimas dan paso a una risa nostálgica cuando veo a Jorge “el gigante” jugando con sus muñecos, celebrando una y otra vez el día de la hermandad. Y esa risa se convierte en una carcajada cuando veo en otra burbuja una sala de juicios, y en su interior al letrado aquejado de la ensalada de palabras, litigando contra el llamado “pistolero”. Una última vibración del bote presagia la aparición de más burbujas.

No dejo de remar a un lado y otro, esquivando burbujas cuyo interior ya he visto, pero que me provocan una enorme sensación de orgullo por haberlas creado. Una vez que he conseguido observar el interior de las burbujas restantes, soy consciente de que me rodean todas y cada una de las historias que he publicado en mi blog. La sensación inicial, que era algo inquietante por no saber dónde estaba, se ha convertido en una absoluta calidez. Me quedo pensativo unos segundos, y entonces oigo un sonido repartido en todas direcciones: remos moviéndose sobre el agua.

Poco a poco, veo a muchas personas remando en sus botes, acercándose a diferentes burbujas. Veo muchas caras conocidas de la blogosfera y de mi vida personal. Y también veo a gente que no conozco pero que rema hacia las burbujas que han escogido ver. Es asombroso, porque todas y cada una de las burbujas que hay aquí están ahora iluminadas por las lámparas de cada bote. Miro con satisfacción que todas las personas quieren disfrutar del interior de cada burbuja, de las historias que hay en ellas.


Entonces, con la misma rapidez con la que se produjo mi aparición en aquel lugar, vuelvo a encontrarme frente a mi ordenador, escribiendo el texto que había dejado a medias. Me alejo momentáneamente del ordenador, miro por la ventana de mi habitación, y vuelvo a recordar ese pensamiento que tengo desde que abrí mi blog. Uno puede escribir relatos de todo tipo y formato y subirlos a un espacio virtual para su lectura, pero tan importante es tener una buena imaginación, como un grupo de personas que emplea parte de su tiempo en leer, comentar o compartir mis historias.

Es por eso que, pasadas unas semanas desde que mi blog cumplió un año de existencia en la blogosfera, no puedo evitar agradecer todo el apoyo que he tenido de cada lector y lectora que se animaron a visitar mi burbuja literaria. Es algo a lo que a veces no se le da la importancia adecuada, pero tener un público detrás, donde haya gente lectora o también escritora, es un importante engranaje para que la rueda creativa siga girando. 

Y por eso cada nuevo texto que os comparto me sigue dejando la curiosidad por saber cuántas personas lo leerán, comentarán o compartirán. Esa es la magia de esto, sentir esa calidez que sólo la gente que me seguís podéis aportar. Un saludo desde la burbuja literaria y gracias por vuestro apoyo, no dejéis de visitarme.