30 de octubre de 2020

El arte de proteger un estilo de vida en Halloween

Nota introductoria: Aunque este texto puede leerse de manera independiente, las primeras apariciones de Jonás y Eloísa, en las que se desvelaba que él era taxidermista, ella forense, se enamoraban y mataban personas para decorar su casa en Halloween, tuvieron en los relatos "  El arte de decorar en Halloween ",  " El arte de seguir decorando en Halloween "y" El arte de una decoración conjunta en Halloween "(para leerlos, clickad en el título del que os interese). 

Dichos textos fueron publicados para el Halloween de 2015, 2016 y 2018, y esta continuación lo es para el 2020. Espero que os gusten.

El arte de proteger un estilo de vida en Halloween 

La espiral de violencia que Jonás había iniciado años atrás con el asesinato de uno de sus vecinos, y que se prolongó cuando conoció a Eloísa y juntos acabaron con la vida de un indigente, parecía estar calmado durante un tiempo. A esa tranquilidad ha contribuido a varios factores. El primero y más importante, la prudencia, porque la peculiar pareja de asesinos no quería llamar la atención demasiado, de ahí que aquel indigente lo hubiesen buscado en una localidad diferente de aquella en la que vivían.

Un segundo motivo era el hecho de que, con las piezas de colección que ambos consiguieron, ya fueron antes de conocerse, o después de comenzar una relación de pareja, había material decorativo de sobra para que en el Halloween del año pasado el efecto ante cada visitante continuase siendo de impacto e incredulidad. Porque sí, tener el salón de una casa decorado con una calavera, un esqueleto, unos pies y manos, y unos ojos flotando en un bote, objetos todos ellos reales y extraídos de personas ya fallecidas, generaba una sensación de extraño hipnotismo cuando diferentes vecinos del barrio y otras zonas de la localidad veían la colección de Jonás y Eloísa.

No obstante, quedaba un último motivo para esa calma que la pareja había decidido no alterar con ningún otro asesinato. Y era el hecho de que, precisamente en su localidad, había comenzado a actuar un asesino en serie al que la prensa había apodado "El sádico de Halloween". Ese sobrenombre venía justificado por el hecho de que el asesino, tras apuñalarlas en el corazón, dejaba a sus víctimas siempre sentadas sobre una silla, y les colocaba una calabaza sobre las piernas, quedando sujeta esto por las manos de los difuntos. La calabaza tenía los agujeros propios de una preparada para Halloween, y en el interior siempre había velas encendidas, lo cual denotaba que cuando la policía encontró los cuerpos, no hacía mucho tiempo que el asesino había culminado su obra.


Y desde la irrupción de aquel asesino en sus vidas, ni Jonás ni Eloísa lograban olvidarse de él. Jonás era incapaz de concentrarse del todo en su taller de taxidermia, por lo que tardaba más de lo normal en terminar el trabajo con los encargos que le llegaban. Por su parte, Eloísa tenía más motivos que Jonás para pensar en el tema, ya que ella era forense, y aunque trabajaba en la ciudad y no en el municipio donde vivía con su pareja, sí había recibido un par de llamadas del forense que debía hacer las distintas autopsias de las víctimas del asesino. Así que, como era de esperar, todo esto desembocaba en el hecho de que Jonás y Eloísa comentaran el tema en casa. 

Al principio sentido había curiosidad por el tema, pero el paso del tiempo había hecho que con cada nuevo asesinato, ellos se sintieran amenazados, no respecto a su propia seguridad por si terminaban siendo futuras víctimas, sino por la simple razón de que aquel tipo era una especie de competencia, y en aquella localidad no había espacio para tres asesinos. Jonás y Eloísa comenzó a sentir una necesidad territorial que no experimentó jamás. Precisamente así fue como se conocieron, cuando en un Halloween de años atrás él y ella vio la decoración de sus casas, y supieron distinguir auténticos huesos humanos en ambos casos, sintiendo una inmensa atracción que había deparado una sólida relación de pareja. Pero ellos eran una excepción, y no querían competencia de ningún tipo. 

Halloween solo se celebraba una vez al año, y que aquel sádico asesino dejase la misma escena en cada fechoría, podía significar que la gente ya no viese con la misma adoración e hipnotismo los objetos que la pareja exhibía con orgullo en su casa. Es por eso que, con algunos meses de margen ante un nuevo Halloween, Jonás y Eloísa se propusieron atrapar a aquel asesino. La tarea requería muchas cosas que implicarían tiempo y más tiempo de sus vidas, pero ambos tenían la determinación como bandera, y fueron invirtiendo horas, días, semanas ... en estudiar el modus operandi del asesino, sus zonas de ataque, su posible perfil psicológico derivado de las pruebas que se hallaban en las escenas del crimen, y otras cuestiones importantes a la hora de trazar un auténtico retrato mental de aquel depredador de Halloween.

Eloísa era la que conseguía mayor información gracias a su trabajo, el cual le permitía indagar sin levantar sospechas sobre los asesinatos, ya era telefoneando al forense de su localidad, o personándose en la comisará local para informarse del tema con fines profesionales. No obstante, Jonás, consciente de que él no tenía ese acceso de primero mano a la información, y que Eloísa compartiría con él cada dato de interés, se dedicaba a hacer otras labores más propias de un rastreador que otra cosa. Para ello, buscaba en internet todas las publicaciones sobre asesinatos que tuviesen semejanzas con aquellos tan recientes, ya fuesen cometidos en otros lugares de la provincia, de la comunidad, e incluso del país.


No había que dar por hecho que, aunque comenzó a actuar hace meses, el tipo fue un novato, podría haber hecho perfectamente carrera anteriormente en otro lugar. Pero Jonás no pudo encontrar nada útil en ese sentido, llegando a la conclusión de que aquel asesino o bien llevaba poco tiempo usando aquel modus operandi, o si ya estaba curtido en el arte de matar, sus crímenes anteriores no fueron trascendido en la prensa. Pero Jonás era un hombre perseverante, y fue centrando sus esfuerzos en averiguar si todas las víctimas tenían algo en común, para poder averiguar qué relación les unía entre sí, y por tanto qué vínculo tendrían con el asesino.

Les costó algún tiempo, pero por fin la pareja fue atando algunos cabos. Descubrieron que todas las víctimas tenían un vínculo curioso, y es que eran socias del mismo cine de la localidad. Aquello no era una gran revelación, porque solamente había un cine, y el propio Jonás era socio del mismo desde hacía unos años. Pero era un dato. Para hacerse socio había que facilitar algunos datos personales, entre ellos el domicilio. Y eso podía significar que el asesino fue algún trabajador del cine, o bien una persona con acceso a los datos de los usuarios. Por otra parte, y por la manera en la que eran asestadas las puñaladas en el corazón, Eloísa, al igual que el forense local, pensaban que el asesino era diestro. 

Y el dato más inesperado pero no por ello menos jugoso, lo consiguió Jonás, when un day, while paseaba por un camino rural del pueblo, se encontró con una finca en el cual había una buena plantación de calabazas. No logró ver a nadie allí, pero su instinto tenía encendidas todas las alarmas, y en días posteriores él y Eloísa, tras preguntar a diferentes personas que conocían del ayuntamiento, averiguaron la identidad del propietario. Era un anciano de casi 80 años que difícilmente iba a ser su hombre, pero tenía un nieto llamado Augusto, que rozaba la treintena de edad y residía en el municipio. Cuando Eloísa consiguió una foto del nieto, Jonás lo reconoció de sus primeras visitas al cine años atrás. 

La pareja decidió visitar el cine y comprobar si Augusto seguía trabajando allí, pero uno de los empleados les dijo que hacía algo más de medio año le esperaba despedido. Algunas de las razones del despido estaban relacionadas con quejas de bastantes personas usuarias, sobre el mal trato que él les dispensaba como empleado. No era difícil pensar que algunas de esas personas hubiesen sido víctimas de "El sádico de Halloween". Todo eran elucubraciones, por lo que Eloísa le propuso a Jonás ir a visitar el domicilio de Augusto. Les costó un par de días conseguir la dirección de las oficinas municipales, pero cuando supieron dónde podrían encontrar un hombre, la pareja se preparó para hacer una visita, elaborando un plan a seguir. 

Jonás se acercó en solitario al domicilio, y, cuando llamó a la puerta del mismo y Augusto le abrió, el taxidermista le dijo que era un antiguo cliente del cine, y que, tras enterarse del despido, no le había gustado nada aquello. Con la naturalidad de un actor en una escena de rodaje, Jonás se cameló a Augusto diciéndole que cómo podría despedir a alguien que le había tratado tan bien cuando iba al cine. Augusto tardó un poco, pero al final reconoció al hombre que estaba frente a la puerta de su casa, y supo que efectivamente era cliente del cine local. A partir de ahí, Jonás siguió dorándole la píldora sobre lo buen trabajador que era. Y aquella estratagema culminó con una invitación a pasar al interior del domicilio.

Una vez dentro, Augusto le preguntó a Jonás si quería tomar algo, y ante la respuesta afirmativa de su invitado, se marchó hacia la cocina. Jonás no se lo pensó demasiado, y tras introducir sus manos en los bolsillos del abrigo, sacó unos de látex, un bote de cloroformo y una gasa. Se puso los guantes, empapó bien la gasa en, y tras guardar ambas cosas líquido nuevamente de donde las extrajo, se acercó a Augusto. Fue demasiado sencillo volver a sacar la gasa y usarla, pues Augusto estaba de espaldas y fue incapaz de imaginar las intenciones de Jonás. 

Cuando Jonás dejó fuera de combate a Augusto, lo dejó con cuidado en el suelo de la cocina. Luego sacó el móvil del bolsillo del pantalón, y le hizo una llamada perdida a Eloísa, que apenas tardó un par de minutos en llegar junto a él. Tras abrirle la puerta y dejarla pasar, Jonás se ofreció a quedarse vigilando a Augusto por si despertaba. Eso dejaba a Eloísa, que se ponía sus guantes, total libertad para buscar allí cualquier indicio de que efectivamente esa persona fue su asesino. El hallazgo de un peculiar cuchillo en la habitación de Augusto parecía una pista prometedora. Pero lo que más satisfacción le causó, fue hallar en otra habitación varias calabazas ya perforadas con los ojos y la sonrisa tan características para la decoración de Halloween.Eloísa opera los bordes del arma, y ​​dedujo que tenía muchas posibilidades de ser el instrumento empleado para asesinar a las víctimas, por las marcas que quedaban en los cuerpos de incluidos.Tener tantas opciones de estar en casa del asesino, hizo que se sintiera muy excitada. 

Tras coger el cuchillo, y una vez que volvió a la cocina, comprobó que Augusto seguía inconsciente en el suelo, y vio a Jonás observar al hombre casi sin pestañear. Eloísa le mostró el arma y en el rostro de Jonás se dibujó una sonrisa tan grande, que el Joker de los cómics de Batman se sentido orgulloso. Aunque ya sospechaba aquella reacción, Eloísa volvió a excitarse cuando el pantalón de su pareja, y vio que estaba listo para dar guerra. Seguramente no era buena idea, pero ... ella no pudo reprimirse, y comenzó a quitarse la ropa. Jonás la imitó, ydurante un buen rato hicieron el amor frente al cuerpo de Augusto, que seguía sin despertar. Cuando acabaron, volvieron a vestirse.Entonces Eloísa cogió el cuchillo, y Jonás se puso a abofetear la cara de Augusto, hasta que éste comenzó a abrir los ojos lentamente. 

Una persona normal se habría asustado al ver que una persona desconocida le observaba con un cuchillo en la mano. Pero Augusto no era alguien convencional, y no pudo evitar sonreír when vio que alguien empuñaba su cuchillo especial, aquel que había utilizado para dejar su sello en varias víctimas. Y de aquella manera, con esa sonrisa similar a la mostrada por Jonás un rato antes, fue como dio inicio la fiesta de Halloween para Augusto. Eloísa dijo le que ella y Jonás eran las únicas personas que podían asesinar a alguien para hacer de Halloween un mejor, y le sentenció argumentando que los asesinatos de Augusto iban a provocar que ella y Jonás ya no iban al centro de atención como de costumbre.Si alguien tenía que impactar a la gente del municipio, intervino Jonás, ellos con su decoración temática. No obstante, continúe el taxidermista, Augusto era alguien especial, con un gusto por lo macabro similar a ellos, y eso era lo único que iba a servir para que Augusto siguiera siendo útil en adelante. Entonces Eloísa le propinó una cuchillada mortal a su víctima en el corazón, y esta tardó poco morir, dedicándole a sus verdugos una última sonrisa hasta el final.

Pasó el tiempo, y, ante la ausencia de más asesinatos de "El sádico de Halloween", las noticias del municipio dejaron de ser del interés de Jonás y Eloísa, que ya sabían el motivo del cese de las muertes. La cercanía de un nuevo Halloween les animaba mucho, y también era el estímulo necesario para que dedicaran más horas de su tiempo libre a dar forma a la nueva pieza de su colección. Y así pasó el tiempo restante hasta la noche de Halloween, y poco a poco las visitas comenzaron a llegar al domicilio de la pareja. Como en ocasiones anteriores, niños y adultos se quedaban embobados mirando todas las cosas que decoraban el lugar. 

Los objetos ya clásicos como la calavera, el esqueleto, los ojos flotando en el bote y demás, seguían surtiendo efecto, pero para goce de Jonás y Eloísa, las reacciones más intensas se producían con la nueva incorporación decorativa. Y no era para menos, porque al final Augusto no estaba muerto del todo, y su corazón disecado lucía espectacular en el salón de la casa. La magia de Halloween era esa, y nadie que amenazara el legado de Jonás y Eloísa estaría a salvo, si bien siempre tendría un hueco en aquella colección.