Anotación previa: Este relato lo presenté a un concurso cuya temática eran las historias de peluches enmarcadas dentro del género de terror, suspense o sobrenatural. Como el relato en sí no fue elegido para la antología del concurso, he querido compartirlo con toda persona que quiera leerlo, espero que os guste.
Trueno y el espejo
- - ¿Te gusta tesoro?
- - ¡Me encanta mamá, este espejo es precioso!
- - Me alegra que te guste, creo que quedará muy bien en
tu habitación.
Emilia
cogió de la mano a Andrea, su hija de 8 años, y juntas fueron al dormitorio de
la pequeña, encendiendo la luz cuando llegaron. Allí, sobre el pequeño
escritorio de su hija, colocó la madre el espejo que le acababa de regalar. Lo
había comprado en un mercadillo de antigüedades y era un bonito espejo ovalado
con los bordes metálicos y adornados con piedras preciosas de imitación. No era
muy grande, pero Emilia lo compró con la intuición de que iba a gustarle a su
hija, y se sentía feliz de haber acertado con su elección.
La
habitación de la niña estaba llena de peluches y muñecas, y el espejo suponía
un elemento nuevo y destacado en todo aquel conjunto de objetos. A Emilia le
resultaba curioso ver al peluche favorito de su hija abandonado sobre la cama
de ésta, teniendo en cuenta que, desde que se lo regaló hacía unos meses, la
pequeña no se separaba de él. Pero ahora mismo aquel perro de peluche, que
tenía la forma de un auténtico husky siberiano, estaba lejos de Andrea, la cual
se encontraba sentada tras su escritorio y sonriéndose frente al espejo. Emilia
dedicó una última mirada de ternura en dirección a su hija, y acto seguido se
marchó del lugar.
Andrea
estaba en éxtasis. No era ni mucho menos el primer espejo que veía en su vida
ni tampoco en su casa. En el dormitorio de su madre o el cuarto de baño había
un par de espejos muy grandes y bonitos, pero la diferencia con el que ahora
estaba frente a ella era muy sencilla: éste era suyo. La niña se sentía en
aquellos momentos como una actriz de cine que estuviese en su camerino antes de
actuar. Sin embargo…le faltaba algo.
Tardó unos segundos en darse cuenta de que Trueno, su peluche favorito, estaba
lejos de ella. Así que se levantó de la silla, lo recogió de su cama, y volvió
a sentarse frente al espejo. Ahora sí, verse reflejada junto a Trueno le hizo
sentirse completa en aquel instante.
Ella
sabía que sólo era un peluche, pero era tan precioso y parecía tan dulce que
poco importaba que dentro de las costuras tan sólo tuviera relleno en lugar de
un corazón y otros órganos. Por eso la pequeña disfrutaba de la imagen que le
devolvía el espejo, mostrándola a ella mientras Trueno estaba bien sujeto entre
sus brazos.
Andrea
escuchó la voz de su madre procedente de la cocina, avisándola de que era la
hora de la cena. Mientras la niña giraba la cabeza en dirección a la puerta
para responder a su madre, sucedió algo extraño: las piedras de imitación del
espejo brillaron fugazmente, y también los hicieron los ojillos del peluche en
el espejo, que parecieron cobrar vida por un instante. Todo fue demasiado
rápido, ya que cuando Andrea volvió a mover la cabeza hacia el espejo, las
cosas estaban igual que antes. Y cuando ella se levantó de la silla y se marchó
del cuarto dejando a Trueno sobre el escritorio, se perdió nuevamente ese
fenómeno anterior pero ahora de manera más prolongada. Las piedras volvieron a
brillar y así lo hicieron los ojillos de Trueno, y el peluche empezó a moverse…
¡en la imagen del espejo!
Era
un fenómeno extraño, porque mientras que Trueno estaba totalmente inmóvil y
carente de vida sobre el escritorio, su reflejo no solamente se movía, sino que
estaba mostrando sus afilados colmillos en el espejo, y la imagen era
espeluznante. Andrea tenía suerte de estar cenando en aquellos momentos, porque
todo lo que pensaba de Trueno y el espejo habría cambiado radicalmente a la
vista de lo que acontecía. Toda la inocencia que desprendía el peluche del
escritorio estaba siendo convertida en maldad y agresividad por su reflejo, que
seguía mostrando sus afilados dientes mientras le brillaban los ojos.
Un
rato después, cuando Andrea volvía de regreso al cuarto tras cenar y cepillarse
los dientes, ella y su madre no pudieron ver nada de lo que había pasado con el
espejo, porque las piedras ya no brillaban y el reflejo de Trueno volvía a ser
normal. Emilia arropó a su hija en la cama, le dio un beso de buenas noches, y
se marchó de la habitación apagando la luz. Algunos minutos después se dio
cuenta de que no le había puesto a su hija el peluche sobre la cama, pero pensó
que por una noche en la que no lo hiciera no iba a pasar nada. Andrea también
se dio cuenta de que Trueno no estaba en la cama con ella, pero empezaba a
sentir mucho sueño y no tenía ganas de levantarse de la cama para coger su
peluche. También pensó que por una noche en la que durmiera sin él no pasaría
nada malo. Qué equivocadas estaban.
Cuando
Andrea se quedó completamente dormida, el espejo volvió a emitir sus destellos
de luz. Inmediatamente el reflejo de Trueno hizo lo mismo que antes, moviéndose
y mostrando los dientes. Aunque ahora estaba haciendo algo más…pues con una de
sus patas golpeaba furiosamente un lateral del espejo, provocando… ¡que éste se
moviera en dirección hacia la cama!
Era
una imagen insólita, pues el espejo ya no estaba orientado hacia una de las
paredes de la habitación, sino que se había desplazado hasta apuntar
completamente a la cama de Andrea, apareciendo ésta reflejada en el cristal.
Pero más aterrador que todo eso era ver al inocente Trueno inmóvil sobre el
escritorio, mientras que su reflejo seguía presente en el espejo. Sus ojos
brillaban con más intensidad que a lo largo de las horas previas, y de su
hocico empezaba a caer saliva en abundancia. Parecía que estaba viendo algo de
comer…y su cuerpo ya lo estaba digiriendo antes de tenerlo en la boca. En otra
parte la casa, Emilia estaba viendo la televisión, sin percibir siquiera el
peligro que se estaba avecinando en la habitación de su hija. Empezaba a
quedarse dormida, y recibiría el sueño con los brazos abiertos.
Andrea
seguía dormida profundamente, y debía de estar teniendo un sueño agradable a
juzgar por la sonrisa que se dibujaba en su rostro. Mientras tanto, el reflejo
malvado de Trueno parecía estar cada vez más lejos del espejo. De hecho, tan
sólo se veían la cola y sus patas traseras, ya que estaba dirigiéndose hacia el
reflejo de Andrea en la cama. Quizás era mejor que ella siguiera dormida,
porque habría sentido un terror inmenso al ver cómo el reflejo de Trueno se
colocaba junto a su cuello, mostrando sus afilados dientes y abriendo la boca.
Incluso
habría sido mejor que vosotros, los lectores de esta historia, no vieseis cómo
esos dientes se clavaban con violencia en el cuello de la niña, provocando que
empezara a brotar sangre por todos lados, manchando las sábanas y la almohada.
Andrea empezó a gritar, debido a que su sueño agradable se había tornado en
pesadilla y la estaban sacudiendo con enorme fuerza. La chica podía sentir una
enorme presión sobre su cuello, cortándole el flujo de aire y haciendo que
sintiera cómo debía ser la recta final en la vida de alguien cuando exhalaba
sus últimos suspiros vitales. Los gritos de Andrea eran tan fuertes, que Emilia
se despertó. La mujer se levantó rápido de la cama y fue corriendo a buscar a
Andrea.
Pero
mientras llegaba hasta la habitación de su hija, quedaban unos segundos en los
cuales Andrea lo seguiría pasando mal. La presión que sentía en el cuello se
extendía a otras partes del cuerpo, debido a que el reflejo de Trueno estaba
mordiéndole brazos y piernas con ferocidad. Aquel husky albergaba una maldad
indescriptible, y sólo actuaba impulsado por la necesidad de morder una y otra
vez. Cuando Emilia llegó a la habitación de su hija y encendió la luz, no
reparó en la orientación del espejo ni en la imagen que mostraba el cristal,
sino en las violentas sacudidas que daba el cuerpo de la niña sobre la cama. Se
acercó corriendo junto a Andrea y la zarandeó violentamente, intentando
despertarla, pues ésta estaba con los ojos cerrados a pesar del rictus de dolor
que mostraba su rostro. Emilia no podía hacer nada, pues Andrea seguía
muriéndose en el interior del espejo y, no parecía haber forma de detener lo
que ocurría.
Emilia
volvió a zarandear a su hija, esta vez con toda la brusquedad que pudo. En el
espejo, el husky malvado parecía prepararse para dar su dentellada final sobre
el corazón de Andrea. Y la niña, que seguía retorciéndose de dolor en la cama,
empujó accidentalmente con las piernas a su madre, la cual cayó hacia atrás,
chocando contra el escritorio. Esto provocó que el espejo se bamboleara de un
lado a otro y terminara cayendo al suelo, rompiéndose en varios pedazos y
desapareciendo el husky del cristal. Entonces Andrea sintió que la presión
sobre su cuerpo se aflojaba, y poco a poco pudo abrir los ojos, volviendo a la
realidad. Pensó que sólo había sido una pesadilla, pero jamás llegó a saber lo
cerca que había estado de morir. Y Emilia tampoco, que recogió los fragmentos
del espejo y los tiró a la basura para volver posteriormente junto a su hija.
Ambas tardaron en quedarse dormidas, pero lo hicieron juntas y abrazadas la una
a la otra.