30 de abril de 2018

Pacto tácito entre vaqueros (Parte 1 de 3)

Saludos, tras una temporada sin publicar relatos en el blog, y con el ánimo de cambiar eso y no dejar de avivar este espacio que tantas cosas buenas me ha aportado, os traigo un nuevo relato que estoy escribiendo. He decidido dividirlo en 3 partes, respetando el esquema de introducción, nudo y desenlace que una historia trágica merece. 

Y mi género elegido para la ocasión ha sido el western, que tanto me gusta y donde tanto disfruto contando historias. Espero que la lectura os merezca la pena y os quedéis con ganas de la próxima entrega...

Pacto tácito entre vaqueros

Aunque le despertó un dolor lacerante en el cuello, lo primero que escuchó Stanley al despertar, fue el sonido del agua a su alrededor. La luz del sol incidía con tanta fuerza sobre sus ojos recién abiertos, que se vio obligado a girar la cabeza hacia un lado para poder recobrar la vista, y ver algo más que una enorme mancha blanquecina en el horizonte.

Un par de minutos después, Stanley pudo constatar que el sonido de agua fluyendo se debía al riachuelo que había a pocos metros de él. No sabía cómo había acabado allí, tirado sobre una porción de tierra ligeramente enfangada, pero cuando se tocó la parte posterior del cuello, de la cual procedía el dolor que sentía, notó un bulto y una sustancia pegajosa. Tras mojar sus dedos con dicha sustancia y echar un vistazo al color carmesí de la misma, no tuvo ninguna duda de que era sangre. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que le hicieran esa herida? ¿Cómo y por qué se la habían provocado?

Haciendo un considerable esfuerzo mental, empezó a recordar pequeños fragmentos de lo sucedido en días anteriores. No tenía ninguna duda de que, subido a lomos de su caballo, se había dirigido desde Kansas hasta el pueblo de Rittersjäger. Una vez allí, se internó en el saloon de dicho lugar, donde alquiló una habitación al dueño, y además conoció a un hombre de color muy simpático. Stanley recordaba que, por alguna extraña razón, aquel tipo le había caído realmente bien.

Ambos se habían ganado un buen dinero jugando al póker, sin actuar como un equipo, pero teniendo una inesperada complicidad que les permitió machacar al resto de jugadores que fueron desfilando por la mesa. Terminadas las partidas y borrachos como cubas, Stanley y aquel tipo, que no había llegado a decirle su nombre, se habían dado un apretón de manos antes de irse en direcciones opuestas.

El empuje de los últimos recuerdos de Stanley le sirvió para saber que, tras haberse despedido, se había encaminado, no sin cierta dificultad por la borrachera que tenía, rumbo a su habitación, cayendo en su cama como un peso muerto al poco de cerrar la puerta. Aquellas revelaciones eran esclarecedoras, pero no explicaban cómo había llegado del saloon a aquel lugar junto al riachuelo. Debía de haber algo más, y Stanley esperaba poder acordarse tarde o temprano.

Cuando se levantó del suelo, se dio cuenta de que no llevaba puesta su cartuchera, y por consiguiente, no tenía tampoco su revólver. Sintiéndose un tanto indefenso, se acercó a la corriente de agua para beber un poco y limpiarse la herida. Tras observar a su alrededor, no vio a ninguna otra persona, tan sólo algunos pájaros sobrevolando el cielo.

¿Dónde estaba su caballo? Llevaba tres años cabalgando sobre el mismo animal, y era insólito que no estuviera cerca. De hecho, cuando Stanley chifló para llamarle, no obtuvo respuesta. Pasaron algunos minutos más mientras alternaba chiflidos con voces llamando a su caballo, pero el resultado fue el mismo de antes. ¿Qué demonios había pasado? ¿Le habían asaltado robándole su medio de transporte?

El hecho de no ver a su caballo en las cercanías dolía doblemente. En primer lugar por el cariño que le tenía. Y por otra parte… porque en las alforjas que llevaba a cuestas se encontraban todo el dinero y la comida que tenía Stanley. Así que ahí se encontraba él, en mitad de ninguna parte, con sus recuerdos más agujereados que un colador, y sin arma, alimento ni dinero. Al menos el dolor del cuello iba remitiendo un poco. Había que mirar lo único positivo de la situación.

Un rato después, decidió marcharse de aquel lugar. Vio numerosas huellas de caballos más allá de la zona fangosa en la cual había despertado, y eso le despertó la curiosidad. ¿Serían de las personas que le habían golpeado y robado? No es que el respeto al prójimo constituyese el mantra del salvaje oeste, así que Stanley dudaba mucho que las huellas fuesen de personas distintas que hubiesen pasado por allí, mientras él estaba inconsciente. Debían ser de sus agresores. Y aunque él no era ningún experto siguiendo rastros, decidió ir en la dirección en la que iba viendo más huellas. No perdía nada por hacerlo.  

Transcurrieron algunas horas de caminata solitaria, sin encontrar a otras personas, y aunque hacía tiempo que Stanley había dejado de ver el rastro que seguía, el avistamiento de una pequeña extensión boscosa le levantó un poco el ánimo. Quizás ahí obtuviese más respuestas, o quizás se encontrase al fin a otro ser humano. Había visto muchos animales por el camino, pero no era lo que él deseaba. En su situación actual, la idea de encontrarse con alguien como él le hacía sentir cierta calidez.

Sin embargo, aquel sentimiento se esfumó de un plumazo, cuando se adentró entre los árboles y llegó a un claro en aquel pequeño bosque. En dicho lugar se encontró un enorme roble, y colgando de él estaba…

      - Malditos hijos de perra, ahora ya sé lo que me pasó.

10 de abril de 2018

Colaboración en el número 6 de Hormigas

¡Hola a todo el mundo! Lamento tener abandonado el blog estos últimos meses, tanto en lo que a publicaciones propias se refiere, como en lo referente a leer a l@s bloguer@s que habitualmente sigo. Al final cuando el tiempo de ocio escasea estos medios se resienten un poco. 

Pero bueno, hoy os comparto lo que ha sido mi última aportación al mundo del cómic, una colaboración pequeña y modesta pero que me ha hecho ilusión, porque llevaba un tiempo queriendo participar en la publicación granadina "Hormigas", y al fin, en su 6º número, lo he logrado je je. 

Hormigas es un fanzine de cómic que lleva ya 6 años activo en Granada, y para este nuevo número me dejaron formar parte del equipo artístico. La temática de este año eran los superpoderes, de ahí que mi historia sea de ese género, aunque con ese giro final que sabéis que me gusta hacer je je. 

Los dibujos de mi historia han corrido a cargo de mi amiga Raquel Sherman, y además de nuestra historieta os adjunto algunas fotos de la presentación (para quien no me conozca, soy el chico que en la foto de grupo está abajo con sudadera gris), de la mascota de Hormigas (con todo el respeto a Fray Leopoldo), así como la portada de dicha publicación, dibujada para la ocasión por nada más y nada menos que... ¡Jan, el creador de Superlópez! 




Y aquí está mi aportación, una historieta de 2 páginas titulada... "Consejos ajenos". Espero que no os deje indiferentes, y será un placer leer y responder los comentarios que queráis dejarme. ¡Hasta la próxima!