Todo
había empezado de un modo inocente, tan inocente que no llegué a pensar que se
convirtiera en una adicción. Porque sí, de la forma más inesperada mi vida comenzó
a cambiar en algunos aspectos, y empecé a gozar de unos privilegios que me
habían estado vedados anteriormente. Y no solamente se trataba de mi vida, sino
también la de mi pareja, que se había vuelto tan adicta como yo a estos nuevos
cambios.
Hacía
casi dos meses, y con motivo de una fiesta de disfraces, mi novia y yo habíamos
elegido ir disfrazados de uno de los cuerpos policiales del país. Nos tomamos
tan en serio la cosa, que adquirimos los uniformes de uno de los mismos lugares
donde dichos cuerpos los encargaban. Y de otras formas más imaginativas, nos
hicimos con placas y distintivos falsos bastante reales, casi pareciendo
agentes policiales de verdad.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0tE-RXt_PbEFO2TVF86-C_ioivVjL3EMslKHqxThzjCtl8vImGCDkfaFQaP3pA6nxGSisek8SnkR4KvEObv6Qf6C-PR67IDP26y254BzMfVD2uCkJZM3GEO7HgYmKhi2NiWlldLDfVCz8/s320/Polic%25C3%25ADa.jpg)
Una
vez en casa, y mientras nos quitábamos los uniformes para meternos en la cama a
dormir, nos asaltó la duda casi al mismo tiempo… ¿y si salíamos más tarde con
la misma ropa e íbamos a otro lugar distinto para comer o cenar? Total, lo peor
que podía pasar era que nos trataran como a dos clientes más. Así que con esa
idea en mente nos quedamos dormidos. Y sí, por la noche fuimos a otro bar a
cenar, o mejor dicho, a tapear, que es una de las ventajas de Granada.
En
condiciones normales, con las tres rondas de cervezas que pedimos y su
correspondiente tapa ya habríamos cenado. Pero el efecto de nuestros uniformes
hizo que nos invitaran a dos rondas más, y que nos pusieran más cantidad de
comida que al resto de la clientela. Y así arrancó nuestro periplo hacia la
adicción que es llevar esta vestimenta para determinadas situaciones y lugares.
Desde
aquella fiesta de disfraces y hasta la fecha, a mi novia y a mí nos han
invitado a copas, cervezas, comidas, desayunos y cenas en diferentes bares y
restaurantes de la ciudad, sirviéndonos alimentos y bebidas de gran calidad y
alto precio para el público normal. Nos hacen descuentos en diferentes tipos de
comercios. Nos dan trato preferente a muchas otras personas cuando vamos a
algún sitio donde hay que esperar hasta recibir atención de un empleado, y los
policías de verdad que se cruzan con nosotros nos saludan como si de verdad
fuésemos compañeros de trabajo.
¿Comprendéis
por qué es todo esto tan adictivo? La cultura ya implantada del trato de favor
que se les hace a ciertas personas normales y corrientes por el hecho de tener
un trabajo distinto, es el filón que mi novia y yo estamos explotando, y que
seguiremos haciendo hasta que nos cansemos.