El
verano iba tocando a su fin con la llegada del mes de septiembre, y, aunque el
otoño no tendría su inicio hasta casi acabar el mes, ya empezaban a sucederse
los primeros días de lluvia en todo el país, incluyendo la ciudad de Granada,
donde acababa de mudarse Beatriz.
Tras
un intenso verano de vacaciones en la playa, Beatriz había realizado la mudanza
desde Alicante hacia Granada, la nueva ciudad donde residiría durante algún
tiempo. El motivo del traslado era la necesidad de encontrar un nuevo lugar
desconocido para ella, donde poder hacer lo que más le gustaba sin que la
curiosidad suscitada en torno a su persona pusiese su libertad en peligro.
Tras
la muerte de sus padres años atrás, y dándose la circunstancia de que no
quedaba nadie más vivo de su linaje, toda la fortuna familiar pasó a ser suya.
Y eso le permitía cambiarse de ciudad de residencia a su antojo, sin
preocuparle la inversión económica que ello requiriese. Disponer de insultantes
cantidades de dinero en distintas entidades bancarias le daba una tranquilidad
enorme a Beatriz a la hora de llevar a cabo su mayor afición, en especial
cuando confluían diversos factores, y necesitaba cambiar de lugar de disfrute.
Aunque
Beatriz estaba próxima a cumplir los 34, llevaba ya varios años disfrutando de
su mayor afición, tan oscura que nadie salvo ella y la persona implicada en
cada ocasión estaban al tanto. Además, había cogido la costumbre de ponerse en
marcha con las primeras lluvias de septiembre, ya que tras cada verano de relax
había que volver a disfrutar, en especial cuando uno puede dedicarse sin ningún
tipo de impedimento a aquello que más le gusta.
El
motivo de ajustarse a ese marco temporal era sencillo. Si todo el mundo que
trabajaba tenía derecho a disfrutar de unas vacaciones, ¿por qué ella, a pesar
de ser millonaria y no tener trabajo, no podía disfrutar de unos meses de
descanso antes de volver a asesinar gente en una nueva ciudad donde no ser
investigada?