A veces basta una sola mirada para que todo empiece.
Una mirada que sirva de preludio para encender un fuego, o bien para congelar a
quien la recibe. Esa mirada que esconde lujuria, deseo, o bien frialdad y
desaprobación, y que muchas veces va seguida de una sonrisa. Es cierto que hay
matices por el camino, y no todo es blanco o negro, ni todo se reduce al odio o
al deseo. Sin embargo, el primer lunes de junio, Gustavo captó una de esas
miradas dirigidas a él, y respondió de igual forma a su emisora.
Todo tuvo lugar en los juzgados de la Caleta, una
zona de Granada capital. Gustavo era abogado, y estaba en el hall de los
juzgados esperando para coger uno de los ascensores. Era muy temprano y aún no
había mucha gente. Miraba distraído a las puertas de entrada cuando apareció
ella. Era pelirroja, con el pelo recogido en una coleta, ojos azules, y labios
de un rojo intenso a juego con su cabello. Iba ataviada con un bonito traje
gris. Le sonrió a uno de los guardas de seguridad mientras pasaba por el
detector de metales, y Gustavo quedó prendado de esa sonrisa. Pensó que en la
intimidad debía hacer arder de placer a quien se la dedicara. Cuando ella pasó
por el detector, sus ojos se encontraron con los de Gustavo. Ambos quedaron
inmóviles un par de segundos, y como si formara parte de algo ensayado, se
sonrieron a la vez, y apartaron la mirada como si les avergonzara haber hecho
aquello.
Cuando el ascensor llegó, Gustavo entró pensando que ojalá ella
subiera también. Estaban cerrándose las hojas metálicas cuando un maletín
interrumpió la acción, y una vez volvieron las hojas a abrirse, entró ella. La
suerte le empezaba a sonreír, ya que sólo estaban ellos dentro. Podía respirar
el dulce aroma que ella desprendía, y ella percibió el de Gustavo. Volvieron a
mirarse de nuevo, sin mediar palabra, mientras el ascensor se cerraba. Gustavo
se sentía atraído inmensamente por aquella mujer pelirroja, que aparentaba unos
30 años, edad similar a la suya. Observó sus manos, y no encontró ninguna
alianza entre sus dedos. Se sorprendió de ver que, pese a lo descarado de su
mirada, ella observaba lo mismo en sus manos. Una tercera mirada, seguida de
una tímida sonrisa suya, fue el detonante necesario. Gustavo apretó el botón de
parada de emergencia, y se abalanzó a besarla. No reparó en que podría haber
parecido un acosador, pero desde que ella le sonrió por tercera vez, no pudo
controlarse, y salió a la superficie su lado animal.
Le entusiasmó que ella le correspondiera el beso con
igual pasión, y que incluso jugueteara con su lengua. Él volvió a mirarla antes
de lamer su garganta con frenesí y lujuria, como si aquella piel fuera uno de
sus alimentos favoritos, y no deseara otra cosa que no dejar de disfrutarlo.
Ella hundió sus manos entre el cabello de él, y su respiración cada vez era más
agitada, lo cual añadió un grado más de excitación. Volvieron a besarse, presos
de un deseo tan animal como salvaje y primitivo. Ella tenía unos labios
sumamente dulces y suaves, y ejercían un poderoso encantamiento para no dejar
de besarlos. Sin dejar de besarse, las manos de ambos entraron en acción,
desnudándose el uno al otro, hasta quedarse en ropa interior. Él llevaba un
bóxer ajustado, y ella un culotte y un sujetador muy sugerentes, de los que
transparentaban lo necesario. Tenía un cuerpo precioso producto del ejercicio,
a juzgar por todo lo que Gustavo observó, y la joya de la corona era un pecho
generoso, a pesar de ser una mujer delgada. Ella observó el torso musculado de
él, y se agachó para recorrerlo con su lengua, yendo desde el bóxer hasta su
cuello, y volviendo atrás en ese camino.
Gustavo sentía un placer enorme, y
poco le importaba en ese momento el juicio al que debía asistir, así como la
hora a la que fuera. Cuando ella volvió a levantarse para besarle, él le quitó
el sostén para lamer sus pechos, prestando especial atención a sus pezones y
las areolas que los rodeaban. Quería morder aquellos pezones, pero antes
deseaba recorrer su torso con la lengua, y, copiando el punto de salida que
ella había tomado antes, subió desde la parte delantera del culotte, hasta su
cuello, e hizo una bajada a sus pechos. Ahora sí notaba una nueva velocidad en
la respiración de ella, y un endurecimiento de sus pezones. Sin más dilación, y
mientras le acariciaba la vagina por encima de la tela, empezó a mordisquear
aquellos duros pezones, y a jugar a intervalos con su lengua sobre esa zona. Lo
hacía todo con tal destreza, que ella empezó a suspirar.
Conscientes de que no dispondrían de todo el tiempo
del mundo en aquel ascensor, se quitaron lo que les quedaba de ropa interior, y
observaron sus genitales. Ella estaba totalmente depilada, y él tenía poco
vello. Preparando el terreno, y pese a que en ambos sexos era visible la
excitación, se masturbaron mientras se miraban a los ojos. Gustavo deseaba ardientemente
lamer aquella parte de ella, así que impulsivamente se agachó y empezó a
lamerla. Se le humedecía la lengua más a cada instante, y ella ya no suspiraba,
sino que empezaba a gemir. Gustavo paró, empotrándola a ella en una de las
paredes del ascensor de cara a él, y entonces ella se introdujo su pene
desnudo. Estaba realmente húmeda, y él le iba a la zaga. La penetración arrancó
despacio, pero poco a poco fue cobrando un ritmo vertiginoso, mientras no
dejaban de besarse y sus cuerpos empezaban a sudar. En los momentos en que no
se besaban, ella jadeaba excitando infinitamente a Gustavo. Pasados algunos
minutos, y siendo cada vez más notorio el sonido de la penetración debido a la
humedad de ambos, Gustavo se sentó en el suelo, y ella se sentó frente a él
sobre su pene. Eso facilitaba volver a morder sus pezones, y así lo hizo
Gustavo mientras ella le cabalgaba con intensidad.
A ratos se miraban sin pestañear, a ratos se
besaban, y a ratos jadeaban. Fue ella la que escogió la siguiente postura poniéndose
a 4 patas, sin duda esperando su erecta visita de nuevo. Gustavo la penetró con
furia, agarrándola primero de la coleta y dándole algunos tirones sin excederse
de fuerza. Ella movía las caderas con soltura, y cada vez era más visible el
sudor en toda su piel. Era reconfortante y sumamente excitante el notarla cada vez más encendida. Ella estaba tan excitada y disfrutando tanto que sentía muy cercano el momento del clímax. Cuando Gustavo notaba que pronto iba a eyacular, le
soltó el pelo, se acercó para besarla en el cuello, y tras mirarla con intensidad a los ojos, intuyendo que ella también estaba a punto, descargó en su interior. Ella recibió la última oleada de placer antes de tener un orgasmo, sintiendo a Gustavo en su interior en todo momento. Por un instante, Gustavo pensó que aquello habría sido pasarse de la raya, pero ella
movió nuevamente su cintura sin desacoplarse. Poco a poco se separaron, no sin
dejar de mirarse y sonreírse, sabiendo que aquella travesura les había hecho
cómplices en un sentido muy intenso y profundo. Se quedaron un par de minutos
acariciándose.
Volvieron a besarse, y empezaron a vestirse. Cuando
estaban ya con toda la ropa puesta, y una vez que se secaron el sudor de la
cara, Gustavo volvió a besarla, y puso en marcha el ascensor. Se sorprendieron
y echaron a reír al mismo tiempo, al ver que iban a la misma planta. Por suerte
no les miró nadie de forma sospechosa una vez llegaron, a pesar de que la
planta estaba abarrotada. Se despidieron con una última mirada cómplice, y se
fueron cada uno a un extremo.
Gustavo miró su reloj y vio que había estado más de
media hora en el ascensor (sabiendo que se habría tirado horas y horas con ella
en otro lugar), y su juicio estaba a punto de empezar. Se dio cuenta de que se
dirigía a la sala equivocada, y tras un par de minutos, encontró la correcta. Y
su corazón parecía una locomotora a toda marcha cuando volvió a verla allí,
sentada en el estrado rival. Ocupó su lugar frente a ella, y esa mirada volvió
a conectarlos a ambos. Mientras se presentaban las partes, descubrió que se
llamaba Gema. Y entonces Gustavo supo que, a pesar de tener un caso sencillo, y
a pesar de que ella era la abogada rival, iba a retrasar el juicio tanto como
pudiera. Así podrían verse de nuevo. Se habría sentido muy afortunado en ese
momento de saber que ella deseaba verle nuevamente, y que no tardarían mucho
tiempo en volver a coincidir, esta vez en un lugar escogido por ambos, y sin
necesidad de mirar los relojes. Y es que a veces basta una mirada, una sola
mirada que haga arder todo.
Sin palabras, solo con una mirada y todo comienza... Muy sugerente.
ResponderEliminarAsí es, a veces un cruce de miradas es tan intenso que puede desatar la pasión. ¡Me alegra que te haya gustado María!
EliminarMuy bueno. Se me ocurre que tal vez podrías acortar las oraciones a medida que avanza el relato, para que el ritmo de la lectura acelere conforme aumenta el calor en el ascensor ;) Hay algunas expresiones que cortan un poco la atmósfera, en mi humilde opinión: "Ella hundió sus manos entre el cabello de él, y su respiración cada vez era más agitada, lo cual añadió un grado más de excitación." Si acortaras las oraciones, por ejemplo: "Ella hundió las manos entre su cabello. Su respiración cada vez era más agitada. Eso lo excitó más."
ResponderEliminarMe gustó mucho el final :)
Saludos!
Hola Denise, en primer lugar gracias por dedicar tu tiempo a leer el relato. Siempre es bueno recibir críticas y/o consejos que nos hagan escribir mejor, por lo que te agradezco la observación. Por último me alegra que te haya gustado el final, creo que ambos personajes se merecían un nuevo encuentro :)
Eliminarel poder de una mirada tus letras bailan un tango mientras escribes
EliminarHola y bienvenida al blog MuCha, gracias por tus palabras, el poder de la mirada bien entendida es precisamente una de las cosas que quería describir del mejor modo posible aquí, así que me alegra haberte sorprendido gratamente. ¡Un saludo!
EliminarUn estupendo relato, paisano!! Ahora lo recordaré cada vez que pase por la Caleta :))
ResponderEliminarQué cosa tan sencilla es mirar y cuánta intención y significado podemos poner en ello. A veces, como tú dices, todo comienza con una mirada...
Un saludo!!
¡Hola Julia! Fíjate que por motivos de trabajo paso bastante por los juzgados, así que también los veo con esa perspectiva traviesa desde que escribí esto jeje. Las miradas pueden ser poderosas armas de comunicación no verbal.
Eliminar¡Un saludo!
Una sola mirada es el detonante de un frenesí de sexo, sudor y excitación en el reducido espacio de un ascensor. No me gusta el género erótico, pero tú relato está muy bien escrito, se lee como el agua, y describes tan bien esas miradas, nos introduces tan ágilmente en la historia, que solo por eso, ya merece la pena leerlo. El final en el que se descubre que es su rival en el juicio está muy bien; no se esperaba para nada.
ResponderEliminarUn saludo, Compañero de Palabras.
Vaya, pues es un inesperado honor haber captado tu atención en este tipo de género, incluso para mi fue una sorpresa escribir todo esto en su momento, pero me alegra ver que mi coqueteo con otros géneros es tan bien recibido. Ese final me pareció el más idóneo para continuar la tensión entre los abogados.
EliminarUn saludo Compañero Escritor.
Qué tendrán los ascensores, y pensar que yo solo me tropiezo con vecinos entristecidos para hablar del tiempo... mala suerte la mía. Esa mezcla de amantes y rivales me ha encantado ;)
ResponderEliminarEstos ascensores que tan dispares escenas pueden generar...y vas y escoges las más aburridas, mal mal eh jaja. ¡Muy divertido haber logrado que te encante, me alegra haber acertado al recomendártelo!
EliminarUn saludo Soledad :)
"Ambos quedaron inmóviles un par de segundos, y como si formara parte de algo ensayado, se sonrieron a la vez, y apartaron la mirada como si les avergonzara haber hecho aquello" Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarEs bueno descubrir nuevos blogs. Ánimo :)
Hola Teresa, bienvenida al blog :) Es un placer poder compartirlo con toda la gente posible. Me alegra que en primer lugar te hayas quedado con un fragmento en especial, y que por otra parte te haya gustado descubrir mi blog. Será muy bueno tenerte de visitante asidua si vuelves más veces.
Eliminar¡Gracias por el ánimo y un saludo!
Por fortuna para los videntes un boom de coloridos, imágenes, formas y movimientos pasan por la retina de los ojos, cual exquisito banquete consumido por ese apetito voraz interviniendo todos los sentidos. Maravilloso relato...abogados, jueces o fiscales saliendole al paso a la rutina tribunalicia un lunes de junio o de diciembre, olvidándose sea por un instante del reloj, de los plazos y de las audiencias.
ResponderEliminarHola y bienvenido al blog Adelmo. En efecto, con este relato vemos otra cara menos seria de la vida en los juzgados, y que puede darle un punto más...pícaro a ese ambiente. Me alegra que te haya gustado el relato, con este género uno nunca sabe si sabrá darle el toque y ritmo adecuados para hacerlo interesante.
Eliminar¡Un saludo y gracias por pasarte a leer y comentar!
Me encanta que hayas dejado el final abierto a un posible futuro encuentro, es lo menos que se merecen tus protagonistas. Muy bueno, con ritmo y partiendo y terminando en una mirada... genial. Besos, José Carlos
ResponderEliminarPues sí Chari, según iba acabando de escribirlo en su momento pensé que se merecían otro encuentro con más tiempo y espacio para ellos. Las miradas pueden expresar tantas cosas y ser tan incendiarias, que es un elemento importante para valorar siempre :)
Eliminar¡Un beso Chari!
Uy. Uy. Uy. Una pelirroja ¿eh?
ResponderEliminarVale, vale, ya me pongo seria jeje. ¡Vaya relato tan intenso! Me encantan las miradas, sobre todo aquellas que expresan tanto sin necesidad de palabras. Me ha gustado mucho esa escena que has creado en el ascensor, y por un momento me ha recordado a mi relato "Esclavos de la pasión" (si te da curiosidad, ya sabrás por qué lo digo jaja). Eso sí, aquí tus protagonistas llegan a más, los pillines.
Me ha gustado muchísimo que ambos fueran abogados "rivales" y que con ese final hayas dado la oportunidad a ambos de verse de nuevo.
¿Lo mejor? Sin duda, la frase del principio y la del final.
Sigo pensando que me alegra haberte conocido como escritor *O*
Saludos <3
Hola, en esta ocasión ha sido una mujer pelirroja la que ha encendido el fuego interior del protagonista. Las miradas pueden decir muchas o pocas cosas sin necesidad de ser acompañadas de palabras, todo depende de la química que surja entre las personas implicadas en esa conversación no verbal.
EliminarMe alegra haber logrado que te gustara la escena del ascensor, le echaré un vistazo a tu relato no te quepa duda. Al escribir el relato pensé que la mejor forma de culminarlo todo era que, aún siendo desconocidos, tuvieran que enfrentarse, dándoles así la oportunidad de reencontrarse como has citado.
Es bueno lograr una apertura y un final que no dejen indiferente, así que me gusta leer que en tu caso lo conseguí :)
Me halaga que te alegrara conocerme por mis letras y te guste tanto :) ¡Un saludo Ross!
Que tienen las miradas que atraen tanto. El lugar un recinto pequeño da para un frenesí de erotismo y sexo. El juego de esas miradas. Al seguir leyendo intuía que podrían ser los dos abogados, no contrincantes pero si colegas. Este relato da para seguir mas allá de un encuentro casual en el ascensor. Reto a que lo continues......
ResponderEliminarUna de las grandes preguntas sobre la comunicación no verbal, qué tendrán las miradas que las hace tan poderosas jeje. Pensé que el mejor modo de rematar la historia, era precisamente ese, contar cómo ambos se vuelven a encontrar en la misma sala. Si algún día me animo a escribir algo más al respecto, te avisaré. ¡Un saludo!
EliminarDesde el principio,fascinación...las miradas,cuanto encierran unos ojos,sean del color que sean,cuando se encuentran y penetran en lo mas profundo del alma...y lo que pueden despertar!!! Me ha encantado...Y pelirroja (Jajajaja). Me encanta tu trabajo. Besos
ResponderEliminarSaludos, las miradas siempre son importantes por la enorme cantidad de sensaciones, valoraciones o matices que se les puede sacar. Me alegra que te haya gustado la historia. Así es, pelirroja la señorita jaja. Besos.
Eliminar