21 de febrero de 2021

El discutible progreso

Si el fin del mundo no estaba llegando, no debía de andar lejos de acontecer. Eso es lo que llevaba pensando durante un buen rato Higinio, un hombre de 78 años que creía haberlo visto todo a esas alturas de su vida. Durante toda su vida había sido un superviviente, pues estuvo cerca de morir varias veces durante la Guerra Civil Española, pero también como defensor de unos ideales que no casaban para nada con los impuestos por el régimen franquista. No obstante, eso no era todo. Para nada.

Guerras aparte, a lo largo de su existencia vital había pasado de todo. Desde épocas de hambruna por la pobreza de su familia, a perder a muchas personas queridas por causas naturales o no. Vivió la transición de la dictadura hacia el régimen democrático, y se sobrepuso hasta en dos ocasiones a un cáncer y la posterior reaparición de éste. Hacía ya 16 años que Higinio era viudo, y no había día en el que no echara de menos a su mujer Beatriz. Pero la parte buena era que, como consecuencia de su feliz matrimonio con ella, había sido padre de tres hombres y cuatro mujeres, quienes le habían convertido en abuelo en la feliz cifra de diez veces. Pero llegó el Covid-19 y se instaló en las vidas de todo el mundo. Se diría que la pandemia era un nuevo escollo más que Higinio debía sortear hasta el final de sus días. Nuevamente la vida ponía en su camino otra piedra.

Higinio pasó meses muy duros durante gran parte del año 2020 sin poder ver a su familia, por la precaución de que él fuera infectado con el virus. Por suerte él se podía desenvolver bien en su casa, sin demasiados impedimentos para su rutina diaria ni necesitar ninguna persona que le cuidase. Su vista necesitaba una nueva revisión y no podía hacer ciertas tareas con toda la rapidez que él quisiera, pero si lo pensaba bien, las cosas podían ser peor. Al menos, y a pesar de que no pudiera ver a sus hijos e hijas, salvo cuando alguno de ellos se acercaba a llevarle la compra del supermercado, Higinio le había sacado partido a eso llamado "videollamadas" que le permitía su teléfono móvil. Él seguía estando chapado a la antigua en su manera de relacionarse con la gente, y cuando podía salía a su balcón para charlar con los vecinos de su bloque. Pero en condiciones como esas, en las que no podía ver a su familia con la frecuencia que a él le gustaría, es cierto que internet era una herramienta útil para hablar con todas las personas que le importaban. 

Las cosas mejoraron un poco en el control de la pandemia, y eso permitió que, en las Navidades del 2020, pudiera cenar con parte de su familia. No todos, por las limitaciones de las personas que podían reunirse, pero al menos volvería a disfrutar de la cercanía y la calidez que provocaba el tener alrededor a la gente que te importa. Y eso que tanta ilusión le hacía, al final se convirtió en poco menos que una tragedia. Durante gran parte de la velada, salvo alguna pequeña excepción, todos sus familiares estuvieron más pendientes de sus teléfonos móviles que de él o el resto de personas presentes. 


Lo que antaño eran ratos de conversaciones agradables, se había transformado en momentos de silencios casi sepulcrales, rotos por alguna risa ocasional cuando alguien recibía algún mensaje gracioso en su teléfono, y se lo enseñaba al resto. Higinio se sentía desanimado, porque había recibido con mucha alegría el aviso de que podría reunirse con su familia, pero tristemente aquellas personas que tenía alrededor no parecían personas, sino autómatas. Era lógico que, en la medida en que uno tuviera más o menos cosas en común con cada persona, la interacción fuese variable por muchas cosas, pero no dejaba de ser una conversación que tenías con alguien que te importaba. 

Con la intención de no darse por vencido, Higinio, que sabía bien lo que era el wifi y un router, logró dar con el aparato y apagarlo sin ser visto. Él se dio por satisfecho pensando que aquello serviría para recuperar la normalidad que debería presidir una reunión de ese tipo, pero no tuvo en cuenta el que su gente, o mejor dicho, la gente del teléfono, cuando se quedó sin conexión wifi, optó por activar los datos móviles de sus aparatos, retomando esa incómoda situación de ausencia de humanidad. Y eso fue lo que hizo que Higinio tuviera el mal presagio de que, sin importar cuándo pudiera controlarse la pandemia actual de verdad, el futuro que le esperaba tanto a él como al resto de la humanidad, no podía ser más funesto con esa creciente dependencia tecnológica. Si ese era el progreso hacia el que iba encaminado el ser humano, su valía era cuanto menos discutible.

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