(Podéis leer aquí la primera parte)
- ¿Tú también lo estás viendo Evelyn?
- Sí- dijo su hermana mientras se acercaba más hacia el cadáver, movida por una malsana y morbosa curiosidad-, ¿por qué no iba a verlo?
- Verás, anoche, cuando salí... creí ver y escuchar algo. Parecía demasiado horroroso para ser verdad. Me pareció observar una sombra de ese tamaño- y el chico apuntó el revólver hacia el cuerpo, como si todavía fuera a ser una amenaza-, siendo sujetada por otra mucho mayor...
- ¿Y? ¿Qué pasó después?
- No quiero recordarlo- un temblor recorrió el cuerpo de Scott, y Evelyn lo notó claramente a pesar de estar algo alejada de él-. Por favor.
- Está bien, no es necesario- y aunque podía no ser buena idea, ella decidió que quería observar de cerca el cadáver-. Acerquémonos a ver mejor el cuerpo.
- ¡Pero si anoche no querías ni salir del carromato!
- Lo sé, porque era de noche y me asustaron esos gritos- aunque ella no lo confesó, nunca había estado tan atenazada ni asustada ante una situación fuera de su alcance-. Pero ahora es de día, se ve claramente todo a nuestro alrededor, y quiero ver qué le ha sucedido.
- Es evidente Evelyn, le falta la cabeza y no hay mucho misterio...
- Vamos Scott, si quieres mantén el arma en alto, pero acerquémonos.
Al final, aunque con bastante recelo, Scott hizo caso a su hermana. Cuando llegaron a la altura del cuerpo, Evelyn dedujo fácilmente que era un pistolero, porque llevaba puesto un cinto con dos revólveres. Sin cabeza era imposible ver qué aspecto tenía antes, pero las ropas le resultaban un tanto familiares. Podía haber sido perfectamente uno de los malnacidos que vivían o paraban en el pueblo del que ella y su hermano habían escapado. De haber sido así, ese final no habría sido del todo inmerecido. Un tanto radical por perder la cabeza, pero no injusto. Curiosamente, no tenía ninguna otra herida en el cuerpo, únicamente la provocada por la decapitación.
Evelyn, a pesar de que Scott intentó detenerla, cogió las dos armas del fallecido, y con total sorpresa tras abrirlas, comprobó que estaban cargadas y no faltaba ninguna bala en el tambor. Lo que le pasara a ese hombre debió de ser muy rápido o sorpresivo si no tuvo tiempo de disparar ni una sola vez. Haciendo un pequeño esfuerzo de memoria, ella no recordaba haber escuchado ningún disparo durante la noche. A pesar del festival de sonidos de la tormenta, habría sabido diferenciar el estallido de un arma de fuego. Había pasado años escuchando esa melodía violenta y le resultaba demasiado familiar. Así pues... ¿Qué o quién había hecho eso?
- ¿Piensas lo mismo que yo Scott? - preguntó Evelyn al tiempo que le enseñaba una de las armas abiertas y con el tambor cargado-.
- Me parece que sí, algo le sorprendió. Seguramente... esa gran sombra que vi, de la que parecían salir demasiados brazos.
- ¿Demasiados brazos? Me temo que no te entiendo.
- Ni falta que hace, prefiero no recordar demasiado aquello- Evelyn observó que Scott, tras mirar el tajo del cuello en el cadáver, estaba a punto de vomitar-. ¿Nos... vamos... por favor?
- Ve recogiendo el campamento, enseguida te alcanzo.
- Vale.
Evelyn observó alejarse a su hermano durante unos segundos. No sabía bien qué hacer. A pesar de ser una chica temerosa en ocasiones, se sentía extraña por no reaccionar de forma inapropiada ante aquel espantoso cadáver. Las alarmas de pánico que había padecido durante la noche, a merced de una tormenta que la hizo sentir insignificante, no habían desaparecido del todo, más por miedo a lo que no podía ver o palpar horas antes. Quizás aquel ser humano muerto era un recordatorio de que eso era real y podía verlo y tocarlo, y por eso lo había digerido todo con algo más de entereza que Scott. Lo que no le generaba ninguna duda era el hecho de que, fuera cual fuese la causa de que ese cadáver estuviese así, podía sucederle lo mismo a ella misma o su hermano. Y decidiendo estar preparada si eso acontecía, le cogió el cinturón al difunto para ponérselo ella, guardando los revólveres en las cartucheras. Instantes después, ya estaba ayudando a Scott a recogerlo todo.
Exceptuando un par de horas que pararon al mediodía para comer y dar descanso a los caballos, su marcha no se interrumpió. Ninguno de los dos estaba especialmente hablador. El día seguía nublado a pesar de que el único indicio de una nueva tormenta fuesen breves intervalos de llovizna. Pero parecía flotar en el aire una sensación de inquietud y rareza. El hallazgo del cadáver había influido, pero Scott temía encontrarse con aquella gran sombra en cada recodo del camino, y Evelyn sentía una especie de temor pasivo, derivado del miedo que atenazaba a su hermano, que todavía no le había contado lo que vio la noche anterior.
A medida que la oscuridad fue ganando presencia en el bosque, Scott se apresuró en encender los faroles del carromato. No quería estar en penumbra bajo ningún concepto. Aunque mientras preparaba el último farol, pensó que la presencia de la luz generaría multitud de sombras por todas partes, ya fuesen de los árboles o la fauna local, y eso sin contar que apareciese en cualquier momento algo que no fuera lo anterior... Pero prefería arriesgarse a ver algo que podría volver a horrorizarle, que percibir su presencia cerca suya sin poder atisbar nada con claridad. Llegado cierto momento, y cuando costaba demasiado ver el camino para poder seguir la marcha con una buena velocidad, Evelyn decidió que parasen para cenar y pasar la noche. Scott no estaba muy convencido de la idea, y prefería seguir adelante hasta que salieran del bosque, pero un simple vistazo a los caballos le bastó para darse cuenta de que su único medio de transporte necesitaba un descanso.
Se produjo un curioso suceso cuando los hermanos habían montado su campamento para pasar la noche. Al poco de conseguir encender una hoguera, estalló una tormenta, de la misma manera que en la anterior ocasión. Scott no pudo pasar por alto el detalle de que, en ambas veces, justo cuando tenían todo preparado, la meteorología entraba en juego para estropearles el momento. Evelyn se mostró fastidiada al principio, aunque de forma inconsciente quitó el seguro de los revólveres que llevaba en la cintura, casi como si esperase necesitarlos con premura. Algunos truenos hicieron su entrada en escena inquietando no solamente a los caballos, sino también a la pareja de hermanos. Cuando algunos relámpagos iluminaron el cielo, Scott creyó ver a la temida gran sombra acercándose hacia él. La continua caída de la lluvia iba rebajando paulatinamente la intensidad de la hoguera del campamento, y Scott, con un mal presentimiento, se movió con rapidez para meterse en el interior del carromato, agarrando a la carrera a su hermana para arrastrarla tras él.
Evelyn, inquieta por estar prácticamente reviviendo lo acontecido la noche anterior con otra tormenta, iba a regañar a su hermano por la brusquedad con la que la había metido en el carromato. Sin embargo, una ráfaga de relámpagos le permitió ver algo inaudito a través de la tela que les resguardaba de la lluvia del exterior: una sombra gigante, que parecía tener varias extremidades moviéndose en el aire. Scott también lo vio, y aunque estaba atenazado por esa visión, logró sacudirse el miedo de encima disparando su revólver.
La explosión del disparo pilló por sorpresa a Evelyn, que no tuvo tiempo de taparse los oídos y quedó momentáneamente sorda. Scott también sufría la misma sordera parcial, pero no dejaba de mirar al otro lado de la tela que acababa de agujerear, mientras esa sombra seguía ahí moviéndose, como una diosa Shiva de pesadilla. Esa pérdida fugaz de audición no impidió que, aunque de forma apagada, escuchasen un sonido procedente de la sombra, que aullaba de dolor, emitiendo un gorgoteo horripilante, como si estuviera ahogándose con su propia sangre.
Envalentonado por pensar que la había herido, Scott disparó repetidas veces, hasta que el revólver se quedó vacío. Aquello parecía haber retrocedido, por la reducción de sus dimensiones en la tela del carromato. Scott, que lo único que quería era largarse de allí, le dijo a Evelyn que necesitaban coger los caballos del árbol en el que estaban atados, y para eso se requería una distracción. Entonces su hermana, tras recuperar en gran parte su capacidad auditiva, le dio uno de los revólveres que seguían cargados, y le dijo lo que harían a continuación.
La tormenta era más intensa que la noche anterior, y eso fue lo primero que Evelyn pensó mientras salía disparada del carromato en la dirección opuesta en la que estaban los caballos. Sujetando un revólver en una mano, y un farol en la otra, paró en seco cuando alcanzó una distancia prudente. Entonces, en perfecta sincronía con una tanda de truenos, se dio la vuelta, y, a la luz de los posteriores relámpagos, vio acercarse hacia ella a la gran sombra, que ahora era perfectamente visible a sus ojos. Partiendo de unas piernas que hacían pensar en un conejo gigante, poseía un enorme cuerpo desproporcionado cuyo exterior parecía la piel de un bisonte. Tenía varios brazos similares a las patas de un caballo, pero coronadas con garras propias de un león. De su espalda sobresalían unas enormes alas de murciélago. La cabeza tenía un remoto parecido a la de un oso, mientras que los dientes eran tantos y tan afilados como los de un cocodrilo. Una auténtica aberración multiforme.
Poco a poco se acercaba aquella deformidad hacia Evelyn, que esperaba impaciente a la señal de su hermano. Apenas se interponían un par de metros entre el monstruo y Evelyn, cuando ella escuchó a su hermano disparando al aire varias veces. Entonces lanzó su farol hacia la criatura, mientras ella también disparaba su revólver. Varias de las balas dieron de lleno en el blanco, provocando que una pequeña llamarada sorprendiera a su objetivo, que volvió a emitir sonidos de ultratumba mientras comenzaba a quemarse por efecto del queroseno vertido sobre su pelaje. Evelyn aprovechó aquello para salir disparada hacia el carromato, donde ya le esperaba su hermano con los caballos al frente para la huida.
Con un enérgico tirón de las riendas y varias voces, Scott logró que los caballos comenzaran a trotar, sacando el carromato de aquella zona. Evelyn aprovechó la circunstancia para cargar los revólveres con la munición que le quedaba en el cinto, no sin dedicar miradas hacia atrás, intentando atisbar si aquello les seguía. Pronto descubrió que sí, cuando una bola de fuego comenzó a acercarse hacia ellos, casi como si volara. Evelyn pensó con horror en aquellas enormes alas de murciélago, pero también en las patas de conejo, extremidades que por tierra o aire le permitirían avanzar a gran rapidez cuando la situación lo requiriese. Y para su pesimismo, aquel era uno de esos momentos en los que el monstruo hacía gala de su útil anatomía, mientras recortaba distancia continuamente. Evelyn le ordenó a Scott que avanzara más deprisa, al tiempo que ella comenzaba a disparar hacia la bola de fuego. La lluvia no tardaría en ir extinguiendo aquellas llamas, así que debía disparar y aprovechar mientras pudiera ver el objetivo.
Aquella escena de huida y persecución se prolongó durante lo que parecieron segundos eternos. Cuando casi se había extinguido la bola de fuego y Evelyn cargaba sus últimas balas en el revólver, el carromato encaró lo que parecía la recta final del bosque, por la cada vez menor presencia de árboles a ambos lados del camino. Scott, que seguía totalmente concentrado en la travesía, sin despegar la vista del frente, observó unas extrañas rocas que había a izquierda y derecha del siguiente tramo a recorrer. Apenas llegó a distinguir unos dibujos tallados en la superficie de ambas rocas. Evelyn ni siquiera pudo ver aquello, concentrada como seguía en disparar a su perseguidor. Pero poco después, cuando el carromato salió del bosque, la bola de fuego no les siguió, quedándose cada vez más lejos, hasta que solo fue un punto luminoso en la lejanía. Evelyn le ordenó a Scott que detuviera la marcha, y éste tardó en obedecer, pero fue reduciendo la velocidad gradualmente, hasta que se pararon por completo.
Ninguno de los hermanos sabía por qué el monstruo había dejado de perseguirles, pero aquello no importaba, pues se fundieron en un abrazo que no hacía sino reafirmar su alegría interior por haber escapado de aquello. Cuando reanudaron su marcha, a ritmo muy tranquilo para no agotar más a los ya exhaustos caballos, Scott conectó mentalmente el hecho de ver aquellas raras piedras con la forma en que aquello había detenido su carrera tras ellos. No alcanzaba a entender de qué manera habían funcionado, pero estaba tan agotado que poco le importó, y procuró alejar de su mente aquellos días de pesadilla en el bosque. Evelyn intentaba hacer lo mismo, aunque ella relacionaba las tormentas con la presencia de aquel ser que había podido observar perfectamente, y que jamás olvidaría del todo.
Quizás si ambos hermanos hubiesen compartido sus apreciaciones, habrían sacado conclusiones sobre lo acontecido en el bosque. Pero lo único que no necesitaban comentar, era el hecho de que, estuvieran a salvo o no de forma indefinida o momentánea, jamás querían volver a pisar un bosque. Y aunque no era necesario, Evelyn no dejó de mirar hacia atrás de vez en cuando, por si volvía a encontrarse a aquel ser. Así transcurrieron las horas, mientras la tormenta fue cediendo ante la aparición de la primera luz del día, que jamás había lucido tan salvadora y reconfortante como en esos momentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si has llegado hasta aquí, significa que has dedicado un tiempo a leer estas líneas. Gracias por hacerlo. Adelante, ahora no seas tímid@ y cuéntame tus impresiones al respecto. De igual modo, te animo a compartir este texto con más gente para que llegue lo más lejos posible.