10 de febrero de 2021

Un San Valentín inolvidable

Era ya casi de noche cuando una fuerte tormenta irrumpió en Ogiar, un pueblo de Granada. Al principio comenzó como muchas tormentas, con una leve y fina lluvia que caía de forma interrumpida, pero poco a poco fue adquiriendo más intensidad, se añadieron fuertes truenos a la ecuación, y un primer relámpago hizo su entrada estelar en el cielo. Beatriz tenía la sensación de que aquella iba a ser una noche prometedora, y eso era justo lo que esperaba para aquel día de San Valentín. 

A tal fin, ella llevaba un par de horas en casa preparando un ambiente acogedor para su chico, al que había conocido meses atrás gracias a unas reuniones con un grupo de amigos. Beatriz había decorado el salón con velas estratégicamente colocadas, e igual había hecho con pétalos de flor, que delimitaban una bonita y enorme figura por toda la estancia. Colocada justo en el centro de esa figura, estaba preparada la mesa donde cenarían cuando él viniera. El plato estrella de la cena estaba terminando de cocinarse en el horno, mientras que las demás cosas de picar ya estaban sobre el mantel. Beatriz también había dejado una botella de cristal sobre la mesa, junto a un par de copas y un libro. En el rato que le quedaba por delante, debía vestirse para la ocasión y terminar de coger un par de cosas.

El tiempo fue transcurriendo, y, a falta de un rato para que él llegara, Beatriz estaba preparada y ataviada para la ocasión. Comenzó a encender las velas, apagó el horno, y se sintió muy complacida al notar que la tormenta había ganado en intensidad en el exterior de su casa, ella apagó todas las luces, quedando iluminada únicamente por las llamas de las velas. Siendo consciente de que él tardaría poco en llegar, sacó del horno el plato principal y lo colocó en el centro de la mesa del salón. Beatriz se sentó en su silla, cogió el libro, y comenzó a leer en voz alta un pasaje del mismo, escrito en un dialecto arcaico. 

Poco a poco, mientras ella proseguía con su lectura, la intensidad de las llamas de las velas creció progresivamente. El aroma del plato principal de la cena, que era corazón de cabra, estaba por toda la casa. Beatriz, consciente de que estaba muy cerca de estar con su amado, cogió la botella de cristal y le quitó el tapón, y una vez hecho aquello, se levantó de la silla, y vertió el contenido del recipiente por toda la figura que había hecho con los pétalos de rosa. 

Cuando acabó de rociar el pentagrama floreado, ella se sentó de nuevo en la mesa, reanudando su lectura en voz alta. Los truenos resonaban con fuerza en el exterior, y pronto los pétalos comenzaron a arder con unas llamas de tono azulado, muy diferente al habitual del fuego. Cuando aquel fuego azul completó el pentagrama, las luces de las velas se apagaron. Un par de segundos después, y con Beatriz totalmente emocionada, las velas se encendieron solas, alumbrando al invitado de aquella velada, procedente del infierno, y al que conoció gracias a las reuniones con aquel grupo de adoradores del diablo. Sin lugar a dudas, aquel San Valentín sería inolvidable. 

2 comentarios:

  1. Carlos, nos has regalado un magnífico relato para el día de San Valentín, escrito con delicadeza y con un final inesperado. Un abrazo.

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    1. Saludos Mamen, me alegro de que, a pesar del toque diablesco, te haya gustado la forma de contar esta peculiar cita jeje. ¡Otro abrazo!

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